40|The devil has lost

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—Narrador omnisciente.

Por amor... ¿Qué es el amor? Tom nunca supo que era el amor, hasta el día de hoy.

Se ha matado todo el día entero, derramando de su sudor para saber en donde mierda estan las personas que más le importan en este asqueroso mundo. Un mundo que el mismo ha creado.

Bill, su adorado hermano. Su otra mitad, o como todos lo llaman... la otra cara de el diablo. Varias veces se han tratado mal, sin poder entenderse el uno al otro, creer que ambos tenían sus diferencias, las mismas que sus padres se encargaron de meterles a la cabeza. Pero ahora todo es diferente, y el de trenzas sabe qué siempre estuvo dispuesto a matarse para salvarlo a él.

Cómo también lo haría por Leigh. La única mujer qué logró amarlo, la única por la que logró amar. Le ha enseñado tantas cosas... como por ejemplo, que después de todo lo malo, a veces las debilidades pueden llegar a ser bonitas, ¿No?

Un fuerte estruendo se escuchó en toda la sala, haciendo intimidar a casi todos sus hombres. El puño de Tom había impactado la mesa, casi rompiendo la misma y haciendo que sus nudillos se enrojecieran.

La ira de Tom comenzaba a ser más grande y mas fuerte, incluso más que él propio.

Su mirada transmitía furia, y era tan amenazante, oscura y profunda como siempre. Su ceño estaba fruncido, y apretaba fuertemente la mandíbula, dandole un aspecto agresivo al de trenzas

—¡Nadie va a descansar hasta que los encontremos! ¿Me entienden?—Vociferó Tom, siendo manejado por su ira. —Bill y Leigh son las personas más importantes en mí vida, y sea quien sea que los tenga... van a sufrir mucho. —Hizo una leve pausa. —No voy a descansar hasta verlos gemir de dolor mi nombre una y otra vez... pidiendome parar y dejarlos ir...

Sus hombres permanecieron en silencio, sabiendo que aquellas palabras fueron soltadas con bastante sinceridad, y sabiendo lo cruel que podría llegar a ser Tom.

—Jefe... ¿qué debemos de hacer? —Preguntó uno de sus hombres.

—¿Qué se supone que deberían de hacer? ¡Tenemos que seguir buscándolos! —Gritó Tom, apoyando ambas manos sobre la mesa, mientras que su pecho subía y bajaba fuertemente.—Leigh y mí hermano han desaparecido, y de casualidad, él imbécil de Abel también... ¿Y qué hizo ese imbécil, Matthew? —Preguntó estando serio y girandose a ver a a el mencionado.

El castaño suspiró, le dedicó una mirada a Tom para luego desviar la misma hacia todos los hombres que estaban al frente.

—Asesinó a nuestro compañero Coray, quién estaba encargado de cuidar las espaldas de los desaparecidos. —Anunció. —Y luego, se llevó su auto para seguirlos y no levantar sospechas.

Tom asintió lentamente, mientras que apretaba ligeramente su mandíbula.

—No le bastó eso, y decidió prender en llamas el auto de mí hermano. —Continuó Tom. —¡Claramente lo hizo para no dejar huellas, maldición! —Vociferó Tom, golpeando ambas manos en la mesa, haciendo que los demás pegaran un pequeño salto.

—Oh, y se les olvidó la parte en la cual se llevó a la tonta rubia. —Intervino Georg, para luego cruzar sus brazos sobre su pecho. —Cómplice de Abel.

Tom le dedicó una de sus miradas de reojo y suspiró exhausto, para luego relamerse el labio inferior.

—Aun así, sabemos qué también tiene a su lado gente muy poderosa, la cual esta dispuesta a meterse conmigo también. —Aclaró Tom.—Necesito que uno de ustedes revise en las cámaras de seguridad los últimos movimientos de Abel y de la perra de Betth. —Ordenó Tom, soltando sus últimas palabras con fuerza.

¹⌉ 𝟵𝟵 𝘿𝙖𝙮𝙨 ; 𝙏𝙤𝙢 𝙆𝙖𝙪𝙡𝙞𝙩𝙯 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora