Bienvenida

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Bienvenida

El nuevo alumno mencionó su nombre frente a toda la clase, y pese que el volumen de su voz sonó moderada, la resonancia de su tono fue fuerte y claro.

Debido al gran shock que experimentó Jimin al principio, en ese momento, su piel se volvió pálida y fría, e incluso juraba que podría darle un ataque al corazón por el impacto, pues ahí, frente a él, se encontraba el chico que había visto en el tren, ahora, con las facciones de su rostro perfectamente descubiertos.

Esta vez, con la luz del día, Jimin pudo apreciarlo claramente, y con ello, asegurar cuan fino y pálido era su piel, cuan brillante era su cabello negro, y aquellos ojos, esos que en ese entonces se escondieron tras la sombra de un gorro, en esta ocasión hasta pudo distinguir el color de estos, pupilas de fuerte color gris, oscuros, llenos de poder y frialdad.

—Sean buenos con él ¿Entendido?—. El profesor gritó— ¡¿Entendido?!

Se oyó una exclamación afirmativa en conjunto.

—El último—señaló el profesor Choi con su palo, mostrando al alumno nuevo—es el único asiento libre.

Jimin esquivó la mirada cuando fue señalado visualmente por el profesor, sintió una increíble corriente disparar sobre su médula espinal cuando creyó que los ojos oscuros de aquel chico pelinegro se habían posado sobre él. Se puso aún más nervioso cuando este empezó a caminar en su dirección.

Jimin intentó estabilizar su corazón acelerado por la inesperada situación. ¿Lo reconocería? ¿Se acordaría de él? Miles de preguntas traspasaron su mente en ese momento, pero una vez más se bloqueó por completo cuando percibió finalmente un cuerpo sentarse a su lado. Su garganta tragó en seco, al mismo tiempo que todos sus músculos se pusieron tensos. Oyó pequeñas murmuraciones alrededor.

—¡Silencio! —volvió a gritar el profesor, y continuó con el dictado de sus clases superficialmente, dejando pasar el incidente anterior con el alumno Park.

No obstante, Jimin hasta se había olvidado de aquello, y posteriormente en todo el proceso de la clase Jimin no había hecho otra cosa más que mirar al frente, como una estatua viviente, escuchando con atención lo que el profesor decía, pero la verdad era que ni una sola palabra había sido captada por su mente.

La hora de descanso finalmente había llegado y Jimin solo quiso salir un momento a tomar un respiro y asimilar todo lo acababa de suceder, ya que durante todo la hora se había sentido muy ansioso y lleno de incertidumbre. Sin embargo, se detuvo, él se detuvo justo antes de ponerse de pie y salir corriendo, se detuvo cuando sintió el miedo clavarse en sus venas al escuchar una horrible voz.

La puerta trasera crujió cuando se abrió de una patada.

—¡Hey Park!—gritó alguien desde la entrada. —¡Enano bastardo, estás listo para barrer el piso con tu cara?!

Evidentemente Jimin tembló por la abrumadora sensación. No se atrevió a levantar el rostro, ni mucho menos a enfrentarse a Hangil, el alumno que acababa de entrar de manera violenta.

Al otro lado, Hangil notó un nuevo cuerpo al lado de su odioso, tonto y deprimente compañero Park. Su estado de ánimo se disparó de diversión e hizo un agudísimo silbido con sus labios.

—¡Pero miren que tenemos aquí! —Siseó entonces Hangil con una satisfacción maniática. —¿Nueva mascota acaso? ¡Pero aún no es mi cumpleaños!—carcajeó junto a sus amigos que venían detrás de él. En un momento todos ellos ya se encontraban rodeando la carpeta de Jimin y el nuevo.

—¡Oye, tú, despierta ya! ¡No querrás perderte de lo mejor, voy a enseñarte a obedecer!—exclamó riendo fuerte, esperando que el chico nuevo le hiciera caso.

La sonrisa de Hangil se desvaneció al esperar por mucho tiempo, y pese a haberle llamado de forma brusca, el nuevo estudiante seguía inclinado con postura dormida, con la cabeza y los brazos recargados sobre la mesa, junto a una libreta de apuntes tapándole la cara.

Jimin observó su libreta sobre la cara del pelinegro. Entonces, involuntariamente se sintió un poco tímido por dentro, no se había dado cuenta en qué momento el otro había sostenido ese cuaderno suyo para cubrirse.

Hangil soltó un comentario: —Al parecer mi nueva mascota es sordita —bramó con burla volviendo a reír junto a los demás.

—¡Enséñale la correa, Hangil, a ver si con eso deja la sordera!—dijo otro chico del grupo.

Hangil inclinó su cuerpo a la altura del durmiente, chasqueando la lengua disconforme e incrédulo por la osadía de ignorarlo de esa manera. Pero ya se iba a enterar ese idiota, dijo.

—¿La princesita durmiente no quiere despertar? entonces, yo te haré despertar, imbécil.

Con la paciencia esfumada y con las ganas de humillar para saciar su diversión alzó el puño antes de lanzar el cuaderno y provocar un desmedido golpe contra el rostro del nuevo. Más fue cruelmente lo contrario. En un segundo todo pasó, en un segundo traicionero para él, pues un dolor penetrante retorció sus huesos cuando fue sujetado de la muñeca con fuerza y tirado hacia adelante sin medida, su rostro impactó violentamente contra la mesa. Se escuchó un horrible crujido en el salón. Hangil recibió una patada en el pecho, y esto terminó enviándolo hacia el suelo.

La clase entera exclamó, atónitos. Todos fueron testigos como uno de los chicos más aterradores de la escuela fue golpeado con solo tres movimientos de parte del chico nuevo. Hangil cayó al piso brutalmente después del último golpe y se retorció en el suelo mientras tosía y escupía sangre.

Hangil, apenas pudiendo respirar, señaló con su índice hacia el sujeto que lo había dejado en ese terrible estado, esta vez haciendo conexión perfectamente con los ojos oscuros del pelinegro, este lo miro como un león mira a una rata, un ser insignificante, y él no pudo sentir otra cosa más que una intensa rabia en su interior por su maldita arrogancia.

—¡¡Ma-mátenlo!!

Gritó furioso, lleno de ira, su grupo no tardó en obedecerlo. Entonces, la escena fue más violenta que la anterior. Jimin apenas pudo huir de aquella pelea junto a los demás espectadores, cerrando los ojos en algunos momentos donde simplemente no podía ver. Primero, le pareció vil que cuatro personas atacaran a una sola, segundo, de cobardes que utilizaran objetos para golpearlo. Pero al igual que aquella ocasión en el tren, Jimin vio que todos terminaron en el suelo retorciéndose de dolor.

Jimin también notó como el pelinegro aun yacía con un semblante tranquilo en medio de todo aquel desastre. Su actitud dejó a muchos boquiabiertos ya que, como si recién se hubiese despertado, levantó los brazos perezosamente y bostezo como un gato. Y luego se limpió el uniforme como si una pluma lo hubiese ensuciado, parecía que nada de lo que había provocado había sido un esfuerzo para él.

Jimin no dejaba de estar sorprendido, en ese momento su corazón latía con sumo vigor golpeando contra su pecho mientras miraba a Suga.

Sin embargo, aquel momento de admiración se vio destruida por una escena que le hizo abrir los ojos horrorizado, una navaja brillante, dispuesta a ser apuñalada contra el pelinegro.

Hangil había perdido los estribos, sacó una navaja y cuando estuvo a punto de clavarle el arma a su contrincante, el pelinegro ágilmente lo sujetó fuerte y retorció su brazo sin que él pudiera evitarlo. Finalmente terminó sin aliento sobre el cuerpo del otro, en tal impacto, la navaja huyó de sus manos al suelo por la ausencia de fuerza. Sintió el ruido sordo en sus oídos, pero entonces, entonces escuchó la escalofriante voz del pelinegro susurrar sobre su oreja.

—Patético.

El Mismo Cielo (Yoonmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora