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Sunoo era la viva definición en carne propia del paraíso sin ninguna duda. Quién diría que tiempo atrás cuando recién se había mudado, se prometió no volver a pasar por ninguna relación hasta tener mínimo una vida "menos mierda" según él.

Su principal meta al mudarse a aquella casa había sido para comenzar algo nuevo y tratar de olvidarse de todo lo que en algún momento le causó daño y pesadillas en ciertos momentos.

Porque era mentira si dijera que habían noches en las que no se iba a dormir con lágrimas en los ojos y sintiéndose miserable y solo ante el rechazo de sus propios padres y el hecho de que sus amigos más cercanos al principio no creyeron que él estuviera diciéndoles la verdad.

Por supuesto que algo en él cambió a unas horas de manera inimaginable cuando un chico de mejillas abultadas, bajito, con el cabello desordenado al igual que su ropa desarreglada y de aura tierna tocó su puerta.

Al verlo le causó ternura pero habían veces en las que ese niño lo dejaba con la boca abierta por las indirectas que le decía a modo de un descarado coqueteo pero trataba de evadir esto y por un momento eso le pareció aún más lindo de su parte.

Pero sería mentir si nunca se hubiera imaginado a ese chico de brackets en más de un escenario comprometedor. Aún más cuando se la pasaba solo, encerrado en esa casa o de la casa al trabajo sin mucha vida social porque al principio sus amigos o estaban muy centrados en sus estudios o con sus propios problemas.

Luego llegaba Sunoo e intentaba entablar una conversación normal con él al final de la tarde.

Esas eran sus horas favoritas porque el bajito pelinegro le ayudaba a termiannr de sembrar algunas flores en el jardín y conversaba con él sin cansarse al hablar.

Poco a poco se dió de cuenta de que sus días se veían mejor cuando estaba con Sunoo.

— ¡Ah! ¡M-me vengo, hyung!— lloriqueo, dando unos últimos saltos sobre su falo a la par que sus gemidos salían desordenados.

Para el momento en que Sunoo se dejó caer cuando las fuerzas que quedaban en su cuerpo lo abandonaron, estaba ya más que sudado y jadeando en busca de oxígeno. Los espasmos recorrían cada poro de su piel y Ni-ki no tardó en acunar su débil cuerpo entre sus brazos para dejar besos en todo su rostro, besando desde sus párpados humedecidos hasta sus mejillas regordetas.

— Lo hiciste bien.

— Ah-.. L-lo haría de nuevo... P-pero..— presentía que quizás se estaba olvidando de algo.

— Ya apague el horno y las galletas se están enfriando.

— ¿Bisco y Sun?

— Están durmiendo.

— ¿C-con todo mi alboroto?

El mayor rió por su sonrojo, dejando un beso sonoro en su mejilla y Sunoo se sobresaltó ante el tono de su teléfono de nuevo,por lo que se estiró para alcanzarlo con una mueca.

— ¿Aló?

¿Ya terminaron?

Ni-ki dejo de besar el lóbulo de su oreja y Sunoo sintió que el aire le faltaba, sus manos se quedaron completamente heladas y fue la risa de fondo que apenas logró sacarlo de su shock.

— Llegamos hace tres horas y solo dejamos las maletas .

— T-tío..— estaba completamente avergonzado al igual que él.

Madre Santa.

Ahora su suegro querría matarlo de seguro pero se supone que la vida debe seguir pero ¿Cómo será la vida después de la muerte?

𝐍𝐞𝐢𝐠𝐡𝐛𝐨𝐮𝐫『ˢᵘⁿᵏⁱ』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora