LIBERTAD DEL AMOR

44. MI HOGAR

Tiempo atrás

La idea de tener una familia sucedió la primera vez que tuve en mis brazos a mi primer hijo. Aquel bebé fortalecía  el sentimiento más puro y profundo dentro de mi ser capaz de protegerlo a capa y espada de cualquier daño que quieran hacerle. Carlos, no despegaba esa hermosa sonrisa que enmarcaba en su rostro. Nuestro primer hijo había sido varón, tal y como lo deseábamos. Aunque siendo sincera, la emoción más gratificante resultó más notorio por parte de mi esposo. Desde ese día en adelante no dejamos de ser la noticia más añorada de toda Inglaterra, el centro de atención de los medios de comunicación, la adoración de nuestras familias y los agasajados de todo Shell.

Todo pasó tan rápido, mi niño de cabello rojito como el de su abuela y ojitos caramelo como el de su papá, ya sabía pronunciar algunas palabras, caminar y corretear sin caerse. Para su primer año, Carlos le celebró la fiesta más grande que Inglaterra hubiera imaginado. Invitando a todos los hijos de la realeza de países vecinos, famosos y empresarios muy importantes de todo el mundo. Sin embargo, nada fue perfecto en esa tarde. Dejar un rato a mi hijo con mi madre para ir en busca de su padre y poder partir la torta no fue más que la caída de la venda en mis ojos al creer que vivía en un sueño donde Carlos realmente me amaba. Encontrándolo en una situación prometedora con una de las más famosas celebridades de la industria del cine americano, ocasionando que mi corazón se rompiera en dos. Por lo que decidí callar para no arruinar un momento tan especial como lo era el cumpleaños de mi único hijo. Limpio mis lágrimas y procedo a maquillarme nuevamente, ahora solo me quedaba fingir que todo transcurría bien y lo que había visto no me afectaba por el bien de todos.

Pasaron los días y yo seguía actuando como la mujer sumisa que siempre me ha caracterizado cuando estoy cerca de mi esposo, obediente y amorosa capaz de darlo todo por la familia. Pero todo eso cambiaría en el momento que Carlos me presentó al nuevo socio de la corporación. Un hombre de nacionalidad alemán, Roland Becker.

Padre actual de mi segundo hijo, Nick.

NICK CROWN

—¿Todo está bien, Nick? —pregunta la voz de un hombre. Levanto mi rostro y era el trigueño de cabello claro que me veía preocupado al encontrarme arrodillado en medio del camino.

—¿Cuánto tiempo estás allí parado? —me levanto mientras limpiaba mis pantalones oscuros.

—Pasé por aquí para estacionar el carro de Cam. —comentó mientras me ayudaba, —¿Estás bien?

Deambulando su mirada en mi rostro marcado por las lágrimas que habían dejado huella en mis mejillas.

—Me siento un poco abrumado por todo lo que está sucediendo. —espeto sin verlo, —Diles a mis hermanos que iré a casa, el hospital no me va bien.

—Yo se los diré, ve tranquilo. Cualquier buena noticia Cameron te avisará.

—Gracias Tyler.

Una larga caminata en plena madrugada me había traído hasta donde Atenea. El frío cada vez es más fuerte por lo que decidí calentarme entre los arbustos que se encontraban a un costado de la casa. Ya una vez había pasado por esto y fue exactamente cuando la peruana me encontró durmiendo cerca al tacho de residuos de esta casa. Pero esta vez no quería ser egoísta con ella y arrebatarle su sueño. Tomo el celular y timbro el número de la psicóloga Rita. Timbro por segunda vez al no recibir una respuesta, necesitaba conversar con alguien, sentirme escuchado y poder desfogar este cúmulo de sentimientos que me están lastimando.

—Por favor, por favor conteste. —repetía una y otra vez, —No estoy soportando toda esta mierda.

Tiré el móvil a un costado al darme por vencido que la doctora no contestaría mis llamadas. Tapo mi rostro con las manos y ahondo mis gritos en ellas. Mis ojos comenzaron a hincarme del dolor por la hinchazón cuando de pronto un sonido desde lo más alto trajo mi atención. La voz de Atenea me detuvo para luego bajar rápidamente. Ella amablemente me hizo pasar a la casa de los Wilson y subimos a su habitación.