Capítulo 179: Los Caminos del Mundo

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Cayó la noche. La brisa otoñal era sombría, y una luna pálida se incrustaba en el cielo nocturno, medio tapada por el chapitel de la iglesia. Nemo estaba de pie frente a la Catedral de Clementine, mirando las luces anaranjadas del magnífico edificio.

El ambiente era bueno y, a primera vista, parecía adecuado para una batalla final. Nemo se tiró del cuello de la camisa con la mano izquierda, intentando calmarse, y se metió un sándwich frío en la boca con la mano derecha. La arañita se metió activamente por el hueco del collar, y en cuanto Bagelmaurus empezó a peinarse las plumas con su pico, recibió una instrucción clara.

— Actúa con Ann, Bagemaurus —, dijo Nemo mientras se metía el resto del sándwich por completo en la boca.

La guerrera sacó una petaca y terminó de llenarla de vino. Suspiró y volvió a meterla en su cinturón, irritada. — Gracias, Nemo.

— Sabía que sería así —, se quejó con tristeza el loro, que recuperó su color normal. — ¡Encontraste otro demonio, y ahora no me quieres! No causé ningún problema en la academia. Esta araña es un intermedio como mucho, ¿dónde no soy lo suficientemente bueno, eh?

— Eres demasiado grande. Vamos a encontrarnos con el Papa de la Iglesia Laddista, y no sé si allí habrá mecanismos de detección avanzados. Tu poder es demasiado fuerte. En caso de que se descubra el hechizo de ocultación que te impuse... la escena se pondrá fea — respondió Nemo con sinceridad.

El loro gris tarareó insatisfecho, mirando fijamente el collar de Nemo, como si estuviera decidido a arrancar a la pequeña araña con la mirada.

Ann rara vez dejaba pasar la oportunidad de burlarse. Sin embargo, se limitó a sacar en silencio unos cuantos trozos de azúcar morena de la bolsa lateral de su cinturón y se los lanzó a Bagelmaurus. Este los atrapó con firmeza y se acercó de mala gana al hombro de Ann.

— Voy a preguntar algo, y cuando terminen aquí, recuerden contactarme con el cristal de comunicación.

Nemo se limpió las manos con un pañuelo, miró un rato la catedral que tenía delante y se movió en dirección a Oliver. El rostro de este último era igual de nervioso. Oliver estiró una mano temblorosa y limpió las migas de pan esparcidas en la túnica negro grisáceo de Nemo.

En comparación con las dos personas que parecían tan nerviosas que estaban a punto de vomitar, Jesse y Adrian estaban relativamente tranquilos.

— Tú al menos también eres un pez gordo. En serio, señor Light, ¿por qué estás tan nervioso? —. El tono de Jesse era exasperado.

— No puedo evitarlo —. La cara de Nemo se tensó.

Cuando Ann se marchó, los cuatro miembros de Tumbleweed fueron conducidos oficialmente a la sala de reuniones. Oliver estaba tan nervioso que tropezó con el umbral. Por desgracia, el objeto de su nerviosismo no parecía ni la mitad de nervioso que él: el viejo Papa bostezaba bajo la brillante luz mágica. Llevaba un gorro de dormir azul claro abotonado desordenadamente en la cabeza y la más sencilla de las túnicas eclesiásticas. Tras ese largo bostezo, el anciano Papa Quinn se recostó en la suave almohada de satén y añadió cuidadosamente leche a su té.

No había Caballeros del Juicio en la habitación, sólo un sirviente alto y delgado que permanecía en silencio en un rincón. Su fuerza no era débil, pero no era rival para ellos. Al ver que todos entraban en la sala, el sirviente hizo un gesto cortés de guía y les señaló el sofá que había contra la pared. La mesa de piedra frente al sofá estaba llena de agua tibia con miel y frutas cortadas en trozos pequeños.

Oliver: "..." Esto es completamente diferente al encuentro con el Papa que había imaginado.

— Los jóvenes tienen mucho espíritu —. El Papa de la Iglesia Laddista entrecerró sus ojos. — Los viejos se acuestan temprano. Por desgracia, nos encontramos de nuevo, Sr. Dylan. Su velocidad es mucho más rápida de lo que pensaba.

Extraviados [Stray] - Parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora