Segunda parte de Ella se llenó de amor!
-----------------------------
¿Qué somos capaces de hacer con tal de hacer feliz a nuestra pareja?Mayte Lascurain tenía casi 25 años cuando había llegado a Aguas Calientes, tenía un título en la maleta que la habilitaba a trabajar de psicoterapeuta, un corazón libre para amar a quien fuera y un gran dolor ocasionado por quienes le habían dado la vida.
A la castaña le había costado muchísimo el haber sido la diferente de los seis hermanos Lascurain-Arrigunaga pero para ella su libertad y felicidad habían pesado más en la balanza y entonces, el desprendimiento fue mucho más fácil.
En casa ya no había lugar para que ella fuera feliz y entonces una mañana bien temprano solo agarró sus cosas, el dinero que había ganado con algunos trabajos que había hecho y sin mirar atrás se subió al primer avión que la sacaría de su ciudad natal.Su partida había sido un golpe muy fuerte en la familia, sus hermanos nunca lograron comprender qué había pasado para que la bajita decidiera irse tan repentinamente y sin despedirse siquiera de ellos y para Doña Mimi fue como si un puñal le cruzase el corazón pero no podía hacer nada. Eran otras épocas y la mujer no tenía ni voz ni voto en algunas cuestiones.
Al padre de la castaña le había dolido en el alma desde el momento en el que el grito desesperado de su esposa lo despertó la mañana de un lunes, grito que no llevaba por contenido más que el nombre de su Mayte, de su chiquita a la que poco supo comprender.
La mujer había entrado a la habitación que compartían, lo había sacudido nerviosa para que se apresurarse a levantarse y al ritmo de los latidos acelerados de su corazón le había pedido que le llevará de vuelta a la joven a la casa, hasta sus brazos para cobijarle el corazón herido y sanarla con el cariño que solo una madre es capaz de dar.
Y Alfonso lo intentó, se había levantado con rapidez, había buscado cualquier prenda que ponerse y habia salido de la casa como si el alma se le estuviera saliendo del cuerpo porque Mayte era débil, para él era la más indefensa de sus hijos y temia por la integridad de la castaña.
Se dirigió a casa de su cuarta hija pensando que allí encontraría a la joven pero Isabel le aseguro que no sabía nada de ella entonces siguió su camino hasta el aeropuerto, May no sabía manejar y no tenía muchas amigas que supieran hacerlo, en realidad no tenía muchas amistades y él las conocía a todas porque aunque no lo parecía, sabía más de la castaña de lo que quería hacer ver.
Don Alfonso Lascurain reconocería a su hija aún entre un millón de personas y él estaba casi seguro de haberla visto caminar hasta la escalera de abordaje, le había gritado desde donde el guardia de seguridad lo retuvo y Mayte se había frenado en seco en su lugar pero nunca volteo a verlo, ella había cumplido con su propio pedido.
Desaparecería de la vida de sus padres porque el hombre le había dejado bien en claro que sí ella seguía con su "capricho" dejaría de considerarla una hija y ella le aclaro, la noche anterior, que no había capricho en su decisión, que a ella le gustaban las mujeres y era un hecho y entonces, el hombre le dijo que no quería volver a verla.
La sonrisa de costado, la desafiante que la bajita siempre se cargo no había tardado en aparecer cuando las palabras salieron de los labios de su padre y le aseguro que ella tampoco quería volver a verlo, no mientras se mantuviera en esa actitud infantil. Y así había sido, la castaña siempre había cumplido con su palabra.
Cinco largos años habían pasado, cinco años en los que el padre de familia intentó encontrar a su hija, a su Mayte chiquita como el siempre la vio, a la coloradita que le había robado el corazón desde que había salido del vientre de su madre llorando con unos pulmones envidiables, a la que el "María Teresa" le quedaba enorme en comparación a su tamaño y por eso siempre fue Mayte desde chiquita. Él lo había intentado y aún así nunca logro dar con ella.
ESTÁS LEYENDO
Un toque de locura (MayFer)
FanfictionSolo algunos relatos de May y Fer, integrantes del grupo Pandora. Están hechos con todo el respeto del mundo y sin ánimos de ofender.