Coronita de flores (SMOOV 2)

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¿Cuántos papelones podemos hacer el menos de tres meses? Esa era una gran pregunta qué se hizo Fernanda en muchas ocasiones durante el sábado más embarazoso que tuvo que vivir.

La rubia y la morena llevaban saliendo tres meses y medio aproximadamente, las cosas habían resultado bastante bien luego del cumpleaños de Isabel y de a poco (o no tan de a poco) fueron aprendiendo a conocerse y aceptarse tal cual eran.
Fer con sus locuras graciosas y May con su timidez tierna, hacían la pareja perfecta, se complementaban muy bien y sus discusiones hasta llegaban a ser graciosas.

¿Cómo pelearte con alguien que hace bromas en medio? Eso siempre le decía May a Isa cuando iba a visitarla y le comentaba cómo iba todo con su mejor amiga, Isa se reía de la cara de indignación de su hermanita y le recordaba que ella se lo había avisado. Fer era así.

La morocha ya la había hecho pasar por varios papelones en lo que llevaban juntas, pero papelones lindos, graciosos.
El primero fue cuando su hermano Agustín las invito a cenar a su casa para conocer por fin a su nueva cuñada, Isa le había dicho que la cosa parecía seria y él, como todo hermano mayor quería saber las intenciones de la morocha.

El segundo fue aún peor, habían quedado en verse en el centro comercial frente a una de las plazas más lindas de la ciudad para ir en busca del regalo ideal para la hermana menor de Mayte que iba a tener a su primer bebé.
Fer se había perdido obviamente y tuvo que buscarla por todo el lugar y agradeció no haberla citado en el más grande de la ciudad. Lo gracioso fue que al encontrarla la morocha estaba sentada en el suelo al lado de un niño pequeño y cantándole bajito, obvio que había llamado la atención de medio centro comercial que ya los rodeaban y después de eso vino su ocurrencia en la tienda que esa si la hizo ponerse colorada.

Y así un millón más, tenía una novia bastante ocurrente y sabía que al salir de casa debía estar lista para cualquier cosa que pudiera pasar y eso le causaba cierta... Emoción, adrenalina a la que antes no estaba acostumbrada y le gustaba demasiado.

Volviendo al sábado, a Fer y su vergüenza, la morocha estaba literalmente desmayada sobre la cama de Mayte, cualquiera que la viera dormida boca abajo con los rizos desparramados sobre la almohada y con la sábana apenas cubriendo de la cintura para abajo de su cuerpo, pensaría que un camión la había atropellado pero en realidad la causante de eso era la rubia dueña de la casa.

Fer era ocurrente de manera graciosa y la imaginación de May iba por otro lado y la noche anterior se lo había dejado bien en claro. A ella le gustaba experimentar y divertirse junto a su pareja y por eso siempre tenía algo nuevo que ofrecer en la intimidad y Fer se había sabido sumar a eso sin quedarse atrás cosa que a May le había fascinado desde su primera vez juntas.

Al ser sábado, Fer se permitía dormir hasta después de las ocho de la mañana, era día de descanso para ambas mujeres y normalmente May dormía abrazada a ella y luego se levantaban para ir a hacer la caminata diaria y por ahí, si les daba hambre, desayunaban en algún lugar.
Ese sábado May se despertó más temprano y al verla dormir tan profundo no quiso llamarla, le beso el hombro y le subió un poco la sábana que reposaba sobre su espalda baja sino, se metería nuevamente en la cama y la despertaría a besos. Y como en todas sus mañanas, salió a caminar por el barrio, el ejercicio le servía para la circulación, la figura y la ayudaba a despejarse cuando tenía un día complicado.

A Fer la despertó el ruido estridente del timbre, se recordó mandar a cambiar ese jodido sonido y medio dormida busco con la mano a la rubia en la cama pero nada. Abrió un ojo apenas para confirmar que May no estaba y suspiró fastidiada al volver a escuchar el ruido.

Intento levantarse pero le dolía hasta respirar, tenía las piernas entumecidas y el cuerpo como si hubiera corrido una maratón, definitivamente tenían que dejar de hacer aquellas maratones.

Un toque de locura (MayFer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora