Capítulo 1

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—¡En guardia!

Eric se protegió con la hoja de su espada del ataque de Jade, resonando por toda la habitación el limpio sonido del choque de ambas armas.

—¡Eso no es justo! ¡No estaba listo!

Jade se rio a carcajadas, dando un par de pasos hacia atrás. El rostro sudoroso de su amigo delataba su cansancio. Sin embargo, para elle el entrenamiento tan solo acababa de empezar.

—¡Venga! —Le joven se puso en guardia, y fijó la mirada en su oponente—. No me digas que el gran príncipe heredero Eric Cavendish no es capaz de durar más de veinte minutos luchando. ¿O qué hacéis en Baìshrich? ¿Contar títulos nobiliarios?

Por mucho que Jade bromeaba y a Eric le molestase el tono tan arrogante de su amigue, no era capaz de sostener la espada más de tres minutos con una mano. Tuvo que tragarse su orgullo, sonreír, y alzar la barbilla.

—Un verdadero príncipe sabe cuál es su límite, ¿o es que quieres sobrepasarlo, Jade Kumari? —Preguntó cruzándose de brazos, acercándose un centímetro a elle—. ¿Sabes? Creo que deberías de bajar los humos, no vas a atraer a las chicas si muestras esa actitud tan agresiva.

—¿Y quién ha dicho que yo quiera eso? —Le guiñó un ojo, sin bajar la guardia—. Tal vez tenga otros intereses aparte del matrimonio. Bueno, ¿por qué tendría que reducirse a ello? Con la cantidad de personas que hay en el mundo... Tú deberías probarlo.

—¿Probar el qué? ¿La promiscuidad?

«Te pillé».

Jade aprovechó la conversación para dar un golpe al aire y apuntar con el filo de la espada a la garganta de su contrincante. Su sonrisa, satisfactoria, deslumbraba sobre la de Eric, cuyos labios descendieron.

—Te falta espíritu —se quejó le chique, apartando y guardando la espada en su funda—. ¿Nunca te han dicho que no debes de bajar la guardia?

—No debo de bajar la guardia contigo —corrigió mientras levantaba el dedo índice—. Te recuerdo que vencí a todos mis guardias delante tuya, ¿o acaso te has olvidado de eso?

—Oh, ¡cómo podría olvidarlo! Todavía recuerdo cómo se caían al suelo dramáticamente mientras tú los rozabas. Eric, te falta...

—No, no me falta nada —interrumpió, sabiendo que se lo iba a repetir—. Esto lo hago para divertirme un rato. Los príncipes no tenemos la obligación de ser soldados, para eso están las Sirenas.

—Pero aquí no hay ni «Sirenas» ni «Tiburones». Como dice mi hermano...

—Más vale prevenir que curar. —Una voz más grave acabó la frase que Jade justo iba a decir.

—Pues hablando del diablo.

Eric y Jade dirigieron la mirada a una de las tantas puertas de madera pintaras de negro y dorado que había en la sala. Yamir, cuyas vestimentas llamaban demasiado la atención por el rojo de su abrigo, dio un par de pasos hacia ambos y les propinó un golpecito en la espalda a cada uno. El joven de cabellos alborotados y sonrisa burlona blandió la espada que transportaba en su espalda y apuntó hacia los dos.

—¿Hacemos un dos contra uno?

Las palabras de Yamir animaron a su hermane, pero no demasiado a Eric. Este estaba apunto de renunciar a las clases de esgrima de hoy, pero entre los dos lo acabaron acorralando. Viera donde viese, tenía ambos filos apuntándole a la espalda y al pecho. Con un suspiro, acabó cediendo, volviendo a blandir la suya.

—Está bien, pero solo una vez.

***

Cayó la noche en K'haem, y tras la cena los hermanos de Jade, Yamir y Shaila, se fueron directos a sus cuartos, quedando solo Eric y elle en el comedor. Sus padres no habían estado presentes durante la comida, por lo que pudieron comer todo lo que se les había antojado. Ellos tenían una serie de reglas que, al menos, debían cumplir delante de sus progenitores. Jade agradecía aquella reunión tan importante con el rey de Baìshrich, aunque quien se presentó no fue precisamente él, sino su consejero.

Mar de Niebla (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora