Capítulo 20

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 Dos pasos.

Había dado dos pasos, y ya se había arrepentido. Seguía pensando que era mala idea, pero ya había salido del hostal, y no había vuelta atrás.

Shaila nunca fue de las personas que al arrepentirse de algo sintiera vergüenza de lo que había hecho. Su orgullo nunca había sido herido, y no sabía cómo era aquel sentimiento de creer al cien por cien en algo, y ver cómo aquellos pensamientos se desmenuzaban a medida que entraba en razón. No estaba bien planear un asesinato, y ni mucho menos querer cometer uno a pesar de existir una delgada línea entre el pensamiento y el acto.

Un sentimiento de culpabilidad trató de hacerse ver entre sus pensamientos, pero acabó esquivándolo con una simple sacudida de cabeza.

Ya estaba allí, en la entrada del burdel con esos carteles luminosos con un tono rosa-rojo neón y con la fachada en un estado lamentable. Era un contraste interesante entre lo atractivo y peligroso, como si el propio edificio te sugiriera que la responsabilidad solo caía sobre la decisión de entrar o no, y que una vez dentro, no existían las normas. Allí entraban tanto hombres como mujeres, aunque estas últimas eran menos comunes, y al contrario que Shaila, ellas no se esforzaban en ocultar su identidad.

Pero había una diferencia entre esas mujeres y ella. O, al menos, eso pensaba. Ellas iban también a «consumir» dentro del establecimiento, y eso era algo que Shaila no llegaba a entender. En su cabeza no encontraba una explicación lógica de por qué esas mismas mujeres iban a pagar para acostarse con otras en contra de su voluntad.

«Porque... Lo están, ¿no? Están ahí en contra de su voluntad».

Por mucho que se intentara convencer de que podría haber una posibilidad de que ellas estuviesen allí por voluntad propia, no encontraba una sola razón para contradecir sus pensamientos.

Pero ella no había ido hasta allí a cuestionarse qué está bien y qué está mal. Ella había escapado del hostal para enfrentarse a aquella mujer que traficaba con las menores.

Antes de entrar, se apoyó en el muro de uno de los edificios de alrededor y tras comprobar que no se acercaba nadie, se aseguró de que sus armas seguían sobre ella y podía sacarlas con facilidad. Tenía varias opciones en mente: podría apuñalarla por la espalda, arrastrar el cuerpo, y dejarlo abandonado en cualquier cordillera sin ser vista por nadie; también podría ir a tiro limpio. Un disparo en el corazón y toda aquella pesadilla que Nabila estaba creando desaparecería; o, a las malas, si la piedad invade sus carnes, amenazarla con un arma u otra y obligarla a soltar a las niñas para que volvieran con su familia sanas y salvas.

¿Pero y si ella también estaba armada? ¿Y si todo se tuerce en el último momento y era ella quien acaba enterrada?

Su corazón empezó a palpitar tan fuerte que el dolor del pecho que había estado ignorando se hacía notar cada vez más con cada latido. Sus manos, sudadas por los nervios, temblaban con cada posibilidad de fracasar que se pasaba por su mente. Respiró hondo, cerrando los ojos y mirando al cielo contaminado por la luz, poco estrellado, y oró para rogarle a los Dioses la suficiente valía, además del perdón, de lo que iba a hacer. En cuanto abrió los ojos, se sintió más tranquila. Ahora o nunca.

***

El interior del burdel era tal y como había pensado. Mesas y sillas viejas, sofás de dudosa comodidad, y, sobre todo, mujeres que sonreían forzosamente a los hombres que habían entrado para tomar sus servicios. El olor era una fuerte mezcla entre alcohol barato y el propio sudor, y a veces, en algunas zonas, se unía el del opio. Shaila tenía náuseas y sentía que en cualquier momento iba a vomitar, pero tenía que disimular las arcadas.

Había mucho ruido, y las conversaciones de las personas que estaban dentro se mezclaban con los gemidos que se oían detrás de las habitaciones. Sus ojos se movían sin control buscando a Nabila, pero no la veía por ningún sitio. No había ninguna otra mujer que no fuera una prostituta o clienta. Tampoco veía a ninguna niña, y no sabía si sentirse aliviada o aterrorizada.

Mar de Niebla (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora