Capítulo 7

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El rehén, a mala gana, acabó explicando que el Fénix Mecánico era un navío con conciencia propia que sobrevolaba los mares que separaban los países de occidente y oriente. Yamir, insatisfecho por su breve relato, que además sonaba a que se lo había sacado de un cuento infantil, lo amenazó para que diese más detalles.

—Ya te lo he dicho, es como si fuese un pájaro gigante que piensa por sí mismo, ¿o tengo que decírtelo con palabras más básicas? —replicó, ganándose una bofetada de su secuestrador. Eso hizo que al girar el rostro intentara morderle la mano, pero Yamir tenía muy buenos reflejos.

—Eso te lo has inventado —gruñó.

—No tengo otra cosa mejor que hacer que inventarme un cuento para que el príncipe esté satisfecho.

Yamir, una vez más, estaba perdiendo los nervios. Deseaba que sus hermanos llegasen pronto y lo sustituyera en aquel intento de interrogatorio que no estaba llegando a ningún lado. Jade tenía mucha más paciencia y conocía muy bien las técnicas de persuasión. Al menos, presumía de ello. Por otro lado, estaba su hermana Shaila que también le superaba en paciencia. Ella era la que se tomaba las cosas con calma, manteniendo la compostura, sin importar cuán caldeado estuviera el ambiente. Sabía ocultar sus emociones convirtiéndose en un libro indescifrable.

La astucia, la calma, y la fuerza. Eran muy diferentes, pero a la vez complementarios.

Yamir cerró los ojos y respiró hondo para al segundo volver a abrirlos y encontrarse con los del prisionero. Este, desenfadado y algo cansado, parpadeaba lentamente. Su voluntad luchaba para no quedarse dormido, no al menos en un barco que no era el suyo con dos príncipes y una princesa que parecían haber perdido los estribos.

—¿Lo que me has dicho es verdad? ¿Cómo puede tener un barco consciencia propia?

El muchacho se encogió de hombros como pudo, bostezando.

—Eso dice la leyenda.

—¿Y qué tenemos que ver nosotros? Podríais haber pasado de nuestro barco y seguir vuestro camino buscando a ese pájaro.

—Lo primero de todo: no podemos pasar, ¿o es que has olvidado qué somos? No sé, príncipe gorila, ata cabos. —Yamir abrió la boca para, seguramente, decir «no me llames príncipe gorila», pero lo interrumpió—. Lo segundo: los Kumari tienen acceso al Fénix Mecánico, y nos conviene teneros.

«¿Qué?».

La puerta se abrió, y Yamir se giró con la esperanza de ver a sus dos hermanos sanos y salvos, pero en cuanto vio el desfigurado rostro de su hermana y que el abrigo de su hermane envolvía y ocultaba un vestido casi hecho trapo, se le borró la sonrisa de la cara.

—¿Qué coño ha pasado? —bramó Yamir, acercándose tan rápido como un rayo hasta ellos. Jade puso la mano en medio, y negó lentamente.

—Déjale tu abrigo, es más grande que el mío —pidió Jade.

Yamir, sin decir nada, se lo quitó y se giró para que Jade cambiase el abrigo por el suyo. Solo pudo ver por el rabillo del ojo cómo se la llevaba a uno de los cuartos que Jade había preparado anteriormente.

Escuchó:

—Si necesitas algo, no dudes en llamarme.

En cuanto le chique volvió, los ojos de su hermano reclamaban una explicación. Elle bajó la mirada y se apartó de su lado para coger una silla y sentarse enfrente del rehén, que no había comentado nada desde la entrada de los dos hermanos.

El comportamiento que antes había adoptado Yamir se desvaneció en cuanto vio a su hermana. No tenía palabras ni para preguntar lo que había pasado, aunque juzgando por su estado, se podía hacer una idea. También se había quedado cabizbajo, sin voz, sin ganas de seguir oponiendo resistencias. Levantó la mirada, clavándola en la del rehén. Lo miraba con rabia, acusándolo de un crimen que no había cometido. Tuvo el impulso de levantarse, agarrarle de la camisa y zarandear para que hablara.

Mar de Niebla (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora