Capítulo 30

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Pasaban los días y la incertidumbre comenzaba a invadir a los tripulantes del Rorcual. Le hicieron un homenaje a Nasra al día siguiente de su fallecimiento. Todos, a excepción de los Kumari, que apenas salían del camarote donde Simon dormía, se presentaron en una gran sala que tenían para las reuniones y colocaron una foto del capitán en el centro de una mesa redonda y la rodearon con algunas flores. Kiran también se hallaba presente y compartió la pena con los demás. En realidad, no la sentía. Pero se había visto en situación, y tenía que elegir a estar con ellos o con Jade y Shaila; y allí era más conveniente tratar de unirse a ellos, e intentar demostrarles que él era de confianza. Y uno de los actos que puede dar a entender lo dicho, era asistir al funeral.

Los demás lloraban, y él apretaba los ojos para intentar soltar una lágrima. Algo complicado, pero tampoco imposible. Pensaba en su padre, en el señor Chakraborty y duque de K'haedonia, el que odiaba ser llamado por su nombre de pila, y persona que lo pronunciaba, persona que era destituida. Recordaba lo mucho que le dolía la separación con su madre, que al cabo de los años se enteró de que era una simple doncella. Ella se tuvo que ir porque los medios estaban empezando a atar hilos de la infidelidad de su padre. Indira, la duquesa de K'haedonia y actual esposa de su padre, le costó aceptarlo. Las palabras que salían de su boca llamándolo bastardo, accidente, o capricho provocaron que una lágrima cargada de una mezcla entre tristeza e impotencia acariciara su mejilla.

Perfecta para la situación.

El lord volvió a adentrarse entre los recuerdos que había tenido enterrado durante tantos años para sacar a la luz aquella vez que uno de sus hermanastros mataron delante de él a un cachorro de gato al que le había cogido cariño. La rabia que se había creado en su interior hasta el punto de atacarle con cualquier cosa que tenía delante. Había hecho tanta énfasis en sus golpes en órganos vitales con «siente lo que le has hecho sentir a mi amigo» en mente que en cuanto se dio cuenta, era demasiado tarde. No respiraba, y temía ser castigado de la misma forma por su padre.

Aquello nunca había salido a la luz. Pudo arrastrarlo a las afueras, cerca de unas cordilleras, embadurnarle de barro y solo faltaron unos días para que lo encontraran y dijeran que había muerto porque se había resbalado y el impacto contra las rocas había hecho el resto.

El velatorio se hizo eterno para él, y en cuanto acabó, pudo mantenerse firme, con lágrimas en las mejillas hasta entrar en un camarote, apoyarse en la puerta y llorar en silencio.

Había recuerdos que era mejor dejarlos en el olvido.

Desde entonces los días pasaron más lentos. Algunos piratas acudían al lord y hablaban con él sobre qué hacer. Él, sentado en un sillón de la gran sala, escuchó activamente sus preocupaciones y convocó una reunión. Las expresiones de los piratas se mostraban dubitativas, confusas y algunos lo juzgaban con la mirada.

—El objetivo de vuestro capitán era el Fénix Mecánico, ¿no? —En realidad, era algo que sabía porque él mismo lo había escuchado de sus labios.

Alguna que otra cabeza asentía.

—Podemos hacer una cosa. Ya que vamos tras el mismo objetivo, ¿por qué no lo volvemos a intentar? Hemos comprobado que atacar al Fénix no sirve de nada, y también sabemos que dentro tienen Máquinas. ¿No tenía vuestro jefe un cargamento?

—Vendimos las Máquinas que sobrevivieron al incendio —contestó una voz tosca, el de un hombre mayor.

—Uno de esos compradores fui yo. —La mitad abrieron los ojos, sorprendidos. Otros no le daban importancia a sus palabras—. Están en K'haem, y seguramente nuestro rey le haya hecho algún que otro arreglillo. Podemos intentar, al menos, distraer a las Máquinas del interior mientras vamos al núcleo del Fénix para desestabilizarlo. ¿Qué es lo que buscáis exactamente de él?

Mar de Niebla (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora