Capítulo 8

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La noche fue larga para todos. Los príncipes y Simon pasaron largas horas cortando cuerda sí y cuerda también para liberar al Vendaval de aquellos piratas voladores.

Quien se vio más afectado en la huída fue Simon, ya que él sabía que estaba traicionando a sus compañeros, a aquellas personas que le dieron una oportunidad para seguir viviendo. No olvidó que su ex-capitán le tendió la mano ofreciéndole una segunda familia en la que confiar; tampoco en todos los buenos momentos que había pasado con el resto de sus compañeros. Los atracos a barcos de mercancías, los secuestros a los de pasajeros y las borracheras de victoria.

Echaría de menos su antigua vida, o eso creía. Estaba acostumbrado a hacer las cosas bien e incluso sobrepasaba sus límites para que le regalasen una sonrisa y un elogio en lugar de unos latigazos como castigo. Cuando estaba en cubierta, pensaba que era lo normal. Aquellas personas que no cumplían con la normativa eran castigados dependiendo del delito. Si era menor, lo dejaban sin comer durante un día entero para que aprendiese lo que significaba la palabra «trabajo»; y si era uno mayor, no volvían a cubierta. Corría el rumor de que los mataban y se deshacían del cuerpo arrojándolo por la borda. Por ende, acabaría espachurrado en cualquier superficie y sería imposible localizar su paradero.

Simon, mientras deshacía uno de los nudos que había en el mástil, recordaba que aún tenía cicatrices visibles en la espalda y alguna que otra por los brazos. Él sabía muy bien de quién era cada una de ellas, y desde siempre había sentido que se había merecido todas ellas.

En cuanto Yamir y Jade acabaron su parte, fueron a buscar a Simon, que estaba todavía subido en el mástil del Vendaval. Los hermanos se miraron entre ellos, encogiéndose de hombros, y Yamir pegó un grito para despertarlo de su ensimismamiento.

—¿Has terminado ya?

La voz del príncipe retumbó sus oídos.

—¡Sí! —Le devolvió el grito, agarrando bien la madera para evitar tener un accidente—. ¡No deberías de gritar tanto, gorila!

—¡Tú estás haciendo lo mismo!

Jade se llevó la mano a la cabeza y suspiró, viendo que aquella escena que de momento resultaba ser cómica podría convertirse en un problema.

—No grites más —Le dio un codazo a su hermano—. Podrían oírnos.

—¿Aún no nos estamos alejando?

Jade echó un vistazo al barco enemigo, que poco a poco se iba separando del Vendaval.

—Yo tendría cuidado. Deberíamos volver dentro y salir de aquí cuanto antes.

Yamir asintió, y le hizo una señal a Simon para que bajase. El muchacho, con mucha cautela, se deslizó por una cuerda hasta tocar el suelo.

***

Shaila, tras amarrar el abrigo con un lazo como si fuese un vestido, fue la primera en salir de su camarote una vez se filtraron los primeros rayos de sol sobre las viejas ventanas del barco.

No tenía mucha hambre, pero se obligó a rebuscar entre las provisiones que Jade metió días atrás para comerse alguna fruta medianamente fresca. Por desgracia, algunas manzanas habían empezado a perder su color rojizo. Sacó una, la más roja que vio de la despensa. Ese sería su desayuno del día de hoy.

Decidió salir a cubierta para tomar aire fresco e intentar disfrutar de su pieza de fruta.

—¿Princesa?

Sus ojos, que estaban entrecerrados, se abrieron de par en par tras reconocer una voz que le resultaba familiar. Giró el rostro hasta la zona donde la había escuchado. Y allí vio, de pie sobre la cubierta, a uno de los soldados reales de K'haem. Tosió un poco, y se dio un par de golpecitos en el pecho. ¿Estaba empezando a tener alucinaciones?

Mar de Niebla (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora