Capítulo 18

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Kiran no se hubiera enterado del incendio cerca de las cordilleras de Lyon si no fuera porque uno de los guardias lo había informado. Otro, más tarde, se acercó a él, alzó el dedo y abrió la boca para decírselo, pero él se adelantó diciendo:

—Sí, ya lo he oído, ¿acaso queréis acercaros?

—¿No es nuestro deber?

—Vuestro deber es proteger K'haem como guardias reales que sois. Ya hemos pasado la frontera, por lo tanto no tenemos nada que ver con problemas externos al reino.

El soldado se quedó sin palabras, y juzgando por el ceño fruncido de su superior, había entendido que no quería aterrizar. Sin embargo, después de un largo suspiro comentó:

—Venga, está bien; aterrizamos a las afueras y comprobamos el incendio. ¿Habéis podido localizar a los príncipes y a la princesa, o todavía no?

El soldado negó con la cabeza lentamente, con algo de temor a ser castigado por el lord. Kiran, sin embargo, prefirió no gastar saliva y se dio pequeñas caricias sobre la frente. Estaba perdiendo la paciencia, y él sabía lo importante que era para los reyes encontrar a sus hijos. No era porque él se preocupara por ellos, en absoluto, era su deber tenerlos bajo vigilancia sin que ellos lo supieran.

Tras un movimiento de brazos, el piloto descendía el barco poco a poco, buscando con la mirada un terreno más o menos plano para que el navío no sufriera demasiado las consecuencias de aterrizar entre las rocas. Kiran también estaba nervioso; no podía dejar que ninguno de los soldados ni el barco sufriera algún tipo de daño. El rey Ravi había cargado sobre sus hombros una gran responsabilidad para ser hijo del duque de K'haedonia. A veces pensaba que ya podrían haberle encargado a su padre semejante tarea, pero él mismo se había comprometido a hacerlo y así tener la oportunidad de poder acercarse al trono, ¿y qué mejor manera de hacerlo que tomar la mano de la princesa de K'haem, y jurarle a su padre que tendrá una vida totalmente arreglada y repleta de riquezas y comodidades con él?

El barco pudo aterrizar con éxito en una ladera seca, teñida de naranja y cubierta de polvo con varios matorrales secos por alrededor. El lord y los soldados bajaron en fila hasta pisar el suelo. A lo lejos podía verse la humareda que poco a poco se iba disipando en el ambiente.

—No olvidéis poneros las máscaras, quitaros la armadura y retirar la bandera. No queremos que sepan quiénes somos —ordenó Kiran, observando cómo los tripulantes las sujetaban para que cada soldado cogiese una—. La gente de Lottaine no puede ver que somos de K'haem, por eso, os ordeno que ninguno de vosotros habléis sin mi permiso. —Un hombre se acercó para darle la suya, y una vez en sus manos, se la puso sin dificultad—. A partir de ahora solo hablo yo.

Las máscaras eran de gas, cuyas lentes les permitían ver a varios kilómetros de distancia. Estaban hechas de cobre y cuero, y eran bastante ligeras a pesar del metal.

Caminaron hasta llegar a la base cuyo exterior estaba repleto de bandidos agotados y sudorosos por el esfuerzo de correr y apagar el incendio. Algunos seguían entrando y saliendo con un cubo de agua, pero se notaba que estaban ya en las últimas. Kiran hizo un ademán, y dio un paso hacia delante para situarse enfrente de uno de los hombres que estaban tirados en el suelo.

—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó en Lottinense, el idioma oficial de Lottaine, escondiendo su acento de K'haem.

El hombre abrió los ojos como platos, sorprendido por ver a una figura que, si se levantaba del suelo, le sacaba una o dos cabezas. Como respuesta, gruñó, no tenía fuerzas para contestar.

—¿Qué ha pasado aquí? —insistió el lord, ahora acercándose a una mujer que se hallaba a dos pasos de aquel hombre. Ella también se había sorprendido, e incluso empezó a ponerse nerviosa.

Mar de Niebla (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora