Capítulo 16

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—¿Los ves?

—No, señor, no detecto movimiento de ningún navío por alrededor.

Kiran paseaba de un lado a otro sobre la cubierta de uno de los barcos oficiales de K'haem arrastrando su largo abrigo negro y dorado. El navío, con filamentos también dorados, y cuya bandera la cual representaban la silueta de dos tigres de perfil, ondeaba sobre los cielos mientras cruzaba el mar de nubes en busca del barco que los príncipes y la princesa robaron del palacio. La brisa era agradable, y estaban pasando por debajo del mar. Por lógica, se suponía que debían de estar cerca.

—He calculado el tiempo exacto para mantener una distancia con ellos sin ser localizados —comentó para sí, frustrado—. ¿Cómo es posible que la máquina no los detecten?

—Puede que se hayan desviado —contestó uno de los soldados.

—¿Desviado a dónde? Si siguen el mapa, deberían ir por este camino

—Hay rutas alternativas para llegar al Mar de Niebla, pero están llenas de piratas y bandidos voladores.

—Pues más vale que no se hayan metido entre el mar de nubes, porque nos podemos encontrar un problema con los reyes.

***

Estaba llegando al borde del abismo.

¿Había vivido engañado durante tanto tiempo? ¿Hasta cuándo le iba a ocultar la verdad?

Una oleada de dudas atizaba la mente de Simon. Cada vez eran más preguntas que tenía que resolver, aunque fuese para mantenerla en calma durante un tiempo. Sin embargo, sabía que si le preguntaba algo al capitán obtendría una respuesta como cualquier otra, pero ninguna relacionada con las Máquinas que guardaba en su camarote.

—¿Qué pasa? —preguntaba Shaila sin apartarle la mirada, a pesar que los ojos de Simon se movían de un extremo a otro, nervioso. Estaba llegando a su límite.

—Máquinas —murmuró.

Los hermanos no conocían muy bien la existencia de las Máquinas. Al menos, no más allá de las historias que su padre le contaba. Según él, eran artilugios que se utilizaban en las guerras para defender a los civiles del reino, pero no los enviaban al campo de batalla. Todo lo contrario a lo que conocía Simon. Si la historia de los Kumari fuese cierta, el capitán no tendría a varios de ellos encerrados. No tenían civiles a los que proteger, y ellos no se metían directamente dentro de las guerras.

—¿Qué hacen aquí las Máquinas? ¿Para qué las quieren? —preguntaba Yamir con ignorancia.

—Eso mismo quisiera saber yo, pero dudo mucho que sea para protegernos de algo.

Las historias no coincidían.

—¿Las Máquinas sirven para algo más?

—¿Para qué sirven si no es para matar? —interrumpió Jade, ya cansade. No había podido dormir debido al alboroto del cumpleaños que celebraron anoche.

En realidad, ninguno pudo cerrar los ojos más de cinco minutos sin sobresaltarse por un grito, una carcajada, o los berridos de los piratas. Ahora no había nadie rondando por la base. Era normal, porque según Simon habían bebido alcohol hasta reventar y le había tocado a él recoger toda la sala. Asqueado por el resto de vómito y comida que había por el suelo, la había dejado como un salón de palacio.

—Me estoy empezando a dar cuenta de que las historias de padre no son más que meras fantasías —resopló el mayor—. No tendría sentido que estuvieran aquí.

—Bravo, Yamir, si fuese tu tutore te pondría una pegatina amarilla en la frente —vaciló Jade.

—¿Otra vez? Juro por los Dioses que os daré un guantazo en cuanto me desaten. ¿Cómo se os ocurre discutir en una situación como esta?

Mar de Niebla (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora