Capítulo 25

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Los violentos aleteos de una Máquina de gran tamaño se dejaban ver entre el mar de nubes que tenían al horizonte. Aquella estructura hecha de cobre y acero cuyo movimiento no solo era impulsado por sus inmensas alas, sino también por unos pequeños orificios insertados en cada placa metálica que simulaban ser plumas de los que salían un humo de color blanco puro. Se desplazaba siguiendo lo que parecía ser un patrón de rumbo mientras los barcos se aproximaban hacia ella.

Cuanto más cerca estaban, más impresionante era. Y, a la vez, más miedo daba su presencia. Apenas emitía un ruido muy molesto; podría decirse que era el mismo que el del motor de cualquier barco volador.

—Joder... —murmuró Simon, con los ojos completamente abiertos, tal y como estaban los de los demás en la cubierta.

—Acercaros más, busquemos donde engancharnos. No creo que sea difícil acceder a él —ordenó el capitán. Sus hombres lo miraron, perplejos sin hacer un solo movimiento—. ¡Venga! No creo que este cacharro sea capaz de detectarnos si vamos por la espalda. No es de verdad, no va a tener ningún tipo de sensibilidad como un animal de carne y hueso.

Aumentaron la velocidad del Rorcual para satisfacer el capricho de Nasra. De lo que no se dieron cuenta era de lo inmenso que era en comparación con los barcos. De lejos les habían parecido ver que era de un tamaño similar, o incluso un poco más grande, pero aquello parecía tener el tamaño de un edificio.

En cuanto llegaron al trasero del Fénix, encontraron una especie de entrada con una puerta rodeada con varios engranajes y al lado una palanca conectada a ella. Los bandidos saltaron una vez cerca y engancharon una cuerda a dicha palanca. Al menos, serviría para seguirle el ritmo a la Máquina.

Nasra, antes de saltar, desató a sus prisioneros de los pies, y los obligó a cruzar hasta quedarse en la entrada. Los príncipes y Simon lograron hacerlo sin problema, con el corazón en la garganta por si ponían mal un pie y se precipitaban al vacío, pero había como dos piratas que los sujetaban y ayudaban. Por último, saltó el capitán.

—¿Para qué quieres que nosotros entremos? —protestó Yamir, moviendo la cabeza luchando contra aquellos mechones de pelo que se le metían en los ojos por el viento.

—Porque tengo la impresión de que me seréis útil aquí dentro.

—¿Has entrado alguna vez? —preguntó Jade con sarcasmo, tratando de morderse la lengua.

—No, pero sé que esta cosa es relativamente vuestra.

Sin decir nada más, tiró de la palanca y los engranajes comenzaron a moverse para abrir la puerta hacia el interior.

—Vosotros primero —dijo impulsando a los tres príncipes, dejando a Simon para el final.

Entraron con desinterés y con ganas de protestar. Shaila incluso estaba esperando la oportunidad de morder al capitán. No le hacía mucha gracia que unas manos como las suyas los tocasen.

Entraron en una sala que estaba compuesta por varias columnas hechas del mismo material que su estructura externa, pero las rodeaban varios cables de diferentes colores por los que circularía la electricidad para mantenerlo iluminado.

La sorpresa podía verse en quienes daban el primer paso.

—¿Qué cojones? ¿Y aquí hay alguien como para que esto esté iluminado? —preguntó en voz alta el capitán, metiendo sus manos por dentro del abrigo, tanteando sus armas para estar listo en caso de encontrarse con cualquier desconocido.

—No creo que liarse a tiros sea lo más sensato, jefe —masculló uno de los piratas—. Si de verdad hay alguien, contará con lo que sea que tengan aquí. Esto parece un palacio.

Mar de Niebla (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora