Antes del encuentro.

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Daniela. (Meses antes del encuentro)

¡Maldición!

Pensé al ver al hombre que yacía en el suelo, bueno... hora de huir.

Sigilosamente salí de la habitación donde me encontraba, el lugar estaba a oscuras, todos mis sentidos se agudizaron, hasta que por un leve error, choque contra una decoración que cayó haciendo ruido, escuché pasos apresurados.

Lo que me faltaba, saque el arma de la bolsa que colgaba a un lado de mi cintura, me agaché un poco... Vi a un hombre acercarse con cuidado inspeccionando los pasillos de aquella casa.

Si se asomaba a la habitación, estaba perdida, pero no, siguió de largo, suspiré en alivio, me escondí tras una pared, hasta que lo vi asomar su cabeza, tome el arma por la punta, golpeando al hombre con la cacha de está.

Imbecil, murmuré mirando a los lados, corrí para salir de ese lugar sin ser descubierta.

-

-Aquí tienes tu pago-- Flavio, el hombre que me contrató extendió un sobre, lo abrí mirando de reojo y fruncí el ceño.

-Aquí falta dinero-- tiré el sobre encima del escritorio que nos separaba.

-Asesinar el objetivo no fue lo que te pedí-- Exclamó encendiendo un cigarrillo, bufé girando los ojos.

-Igual lo iba a pasar, ¿qué más da?-- encogí mis hombros-- El muy imbécil me quería violar-- expliqué, agitando una mano por mi cara alejando el humo soltaba el hombre frente a mí-- Y para terminar, usted me ofreció una dirección que no consiguió, así que-- puse mi dedo índice en el sobre-- pague lo que corresponde señor Flavio.

-Ya sé por qué eres tan respetada-- respondió tomando de nuevo el sobre, lo metió dentro de su chaqueta y saco otro sobre del mismo lugar-- Este si es el tuyo-- sonreí satisfecha al ver el sobre, ahora sí podría terminar mis estudios con tranquilidad-- Un placer trabajar con usted, Verónica.

Reí para mis adentros, no creía tener cara de Verónica pero pues, bueno, mi nombre real no podía ser escuchado.

-Igualmente-- arrastre mi silla, me levanté, baje mis lentes de sol a mis ojos, coloque mis guantes de moto y tome mi casco de la mesa, caminé a la salida-- Nunca nos hemos visto, ¿No?-- Inquirí antes de salir, sin verlo.

-Ya no me acuerdo de su rostro-- respondió con tranquilidad.

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Volver a Bogotá después de unas semanas me hacía sentir tranquila, volver a la universidad, al gimnasio, a mi vida normal era un detonante de serotonina en mi cuerpo.

Más tranquilidad me daba el saber que no volvería a cruzarme con ningún mafioso, después del último pago no volvería a acercarme a ese mundo... Me había cansado de buscar la dirección de mi padre, Germán Calle, quien me había abandonado con la mentira de ser asesinado y ahora era nada más y nada menos que uno de los mafiosos más peligroso, de esos que no puedes encontrar, son como unos putos fantasmas.

A los diez años me enteré que había muerto, gracias a Manuel, quien había sido más padre para mí que el mismo Germán Calle... Manuel se encargó de mi crianza y darme ese amor de padre que tanto esperaba, además de enseñarme todo lo que él sabía, pero todo aquello lo había usado de la peor manera, acercándome a gente peligrosa, el señor que me crío siempre me advertía del mundo al que me había involucrado pero, como toda niña rebelde, nunca preste atención a sus consejos, menos cuando descubrí que Germán seguía vivo.

En ese entonces tenía solo 16 años, y comenzaba a moverme entre los peligrosos caminos de los mafiosos, quienes solo me contrataban para enamorar al enemigo y de ahí, deshacerse de ellos, a medida que los años pasaban, mis habilidades mejoraban, supongo que lo de estafadora y pasar desapercibida era hereditario.

Todo a tu lado. [Caché]✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora