Capítulo 1

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Un día más detestando mi vida, un día más en Carrsville.

No es que no me guste mi pueblo, es un lugar precioso, lleno de vida. Está rodeado por montañas, dándole a los pocos turistas que aún lo visitan unas vistas espectaculares. El lago es la mayor atracción, miles de leyendas inculcadas por los fundadores del pueblo son las que aún atraen a los extranjeros.

De estructura antigua, lo que le da el toque misterioso. Casas altas y lujosas, un cine, una cafetería, un bar, un parque infantil, una biblioteca... todas las estructuras que puedas imaginar en un pueblo pequeño.

Lo que me aburre en realidad es la monotonía. Despertar e ir a dormir viendo a las mismas personas cada día. Visitar los mismos lugares, trabajar en el mismo sitio, escuchar la misma música...

He llegado a creer que mi vida se ha quedado en pausa, que nunca llegará algo nuevo. Algo que me obligue a salir de la rutina.

¿Me gusta mi vida? Pues la verdad sí. Aunque me parezca fascinante probar cosas nuevas me siento bien así.

La alarma de mi celular suena y como siempre me encuentra despierta. Otra noche sin poder dormir, nada nuevo.

Me levanto frotándome los ojos, me da pereza salir de la cama pero es necesario —no quiero que me echen del  trabajo—.

Cepillo mis dientes, me ducho y me paro frente al espejo. A pesar de mis notorias ojeras sigo siendo la chica hermosa de siempre.

Mi melena rubia me cae sobre la espalda y unos ojos azules me miran desde el reflejo en el espejo mientras comienzo a maquillarme. Me pongo mi uniforme, —el cual no dejo de odiar— que consiste en un pantalón gris oscuro y un pulóver del mismo color con el logo de la cafetería donde trabajo. Recojo mi cabello en una cola como de costumbre y me pongo la gorra que también porta el logo del lugar. Tomo mi celular y mi bolsa y salgo del cuarto, al pasar por la cocina veo a mis hermanos sentados en la mesa desayunando y a mi abuela tomando su café mientras ve las noticias en la tele.

—Buen día abuela —dejo un beso en su frente.

—Buen día cariño, ¿cómo dormiste?

—Bien... —enarca una ceja, ¿cómo le hace para saber que miento?— en realidad como siempre —digo tomando mi café.

—Debes descansar.

—Creeme que lo intento abuela.

—Sí claro, trabajando día y noche sin parar.

—Nana...

—Livi, sabes bien que mi deber es ayudarte.

—Tu deber ya lo has cumplido, —suaviza la mirada cuando pongo mi mano en su hombro— y lo sigues haciendo cuidando de mí y de mis hermanos.

—Si tus padres estuvieran aquí...

—Pero no están... Y me toca a mí, solo a mí.

—¿Olivia me acercas a la escuela? —la voz de mi hermana interrumpe nuestra conversación.

Le dedico una última mirada a la abuela para luego centrarme en ella.

—Vale —volteo hacia mi hermano pequeño—. ¡Oliver! Sube y termina de vestirte de una buena vez. Como me entere que has llegado tarde de nuevo a la escuela te puedes ir olvidando de tus videojuegos.

—Te odio —dice en voz baja para que mi abuela no lo escuche y me saca el dedo corazón.

Sube a arreglase y Oriana sale conmigo para esperarlo en el coche.

Volteo a verla cuando nos adentramos en el auto.

—¿Por qué quieres irte conmigo hoy?

—¿Si te cuento algo prometes no decírcelo a la abuela?

Llegas demasiado tarde (Libros 1 y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora