Capítulo 3

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OLIVIA

Despierto sin poder creer aún lo que pasó anoche. ¿En serio llegué a casa en el auto de un extraño? ¿En serio ese idiota tenía que venir a vivir justo frente a mi casa?

Abro las cortinas para dejar entrar la luz y me encuentro con el reflejo de ese chico a través de su ventana.

Tiene el torso descubierto y camina de un lado a otro de su habitación hablando por teléfono. Se ve demasiado bien, con su pelo rubio revuelto.

—Estás babeando —dice Oriana entrando en el cuarto.

—¿Qué te he dicho de entrar sin tocar chiquilla malcriada? —volteo hacia ella.

—Da gracias porque no ha venido la abuela. Ten, vine a traerte tu café.

Me lo entrega y se asoma a mi lado en la ventana.

—¡Wow! Sí que está bueno.

—Oriana... —mi voz suena a advertencia.

—Yo solo digo lo que veo, ¿vale? —dice cambiando su mirada a una más triste—. Nunca pensé que esa casa volvería a estar habitada, cada día son más las personas que se marchan del pueblo.

—¿Lo echas de menos, cierto?

Suspira pesadamente.

—¿A Sebas? Pues sí, éramos inseparables. Pero ya me he adaptado a no tenerlo conmigo.

Me duele verla tan triste, Sebas y ella eran mejores amigos desde chicos. Su familia se mudó hace unos meses a la ciudad y Oriana quedó devastada.

—¿Tienes planes para hoy? —pregunta de repente.

—No —enarco una ceja, sé a qué se debe su pregunta—. Y no te voy a llevar al lago Oriana, sabes que la abuela no nos quiere cerca de allí.

—Porfis, solo hoy.

Me suplica poniendo cara de cachorro abandonado y hace que se me achique el corazón.

—Bien —digo y sonríe— pero solo tú y yo, Oliver no se puede enterar de esto.

—¿No me puedo enterar de qué? —dice el muy hijo del demonio entrando en mi habitación.

—De que acabamos de romper tu consola —se lleva una mano al corazón.

—¡No! Como sea cierto hoy te mueres, Olivia.

Sale corriendo de la habitación mientras Oriana y yo nos deshacemos entre risas.

Se va a su habitación para vestirse y yo hago lo mismo. Me coloco un short y una blusa de tirantes como ya es costumbre, encima coloco una camisa, me coloco mis converse y dejo mi cabello rubio suelto.

Al salir del cuarto Oriana me espera en la sala. Salimos juntas y al no ver mi coche aparcado recuerdo todo lo sucedido anoche.

Me obligo a alejar esos recuerdos. Pasamos por el frente de la casa de los Neeson y el idiota de Brian está parado en la puerta.

—¡Eh, salvaje!

Le lanzo una mirada de advertencia pero le da igual, termina acercándose a mí.

—¿Qué quieres idiota?

—Disculparme.

—¿Tú? ¿Disculparte tú? Lo dudo.

—Es en serio, sé que fui un capullo ayer...

—Un auténtico capullo.

—Vale eso...

—Un idiota.

Llegas demasiado tarde (Libros 1 y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora