Maratón 4/4
Llego a casa sin fuerzas, sin ganas de nada en lo absoluto.
Abro la puerta y me invade el olor a comida.
Al cerrarla alguien me toma por detrás y me alza del suelo.
—¡Ya era hora de que llegaras enana!
—¡Orien, bájame o moriré de un infarto!
El muy idiota se comienza a reír a carcajadas mientras yo intento regular nuevamente mi respiración.
—No cambias idiota.
—Ya veo que tú tampoco.
Nos abrazamos con fuerza. En sus brazos vuelvo a sentirme como aquella niña pequeña que salía corriendo a contarle a su hermano lo que le habían hecho en la escuela, y él la defendía, ojalá aún fuera esa pequeña.
—Cuéntame, cómo le ha ido a nuestro querido ingeniero en su viaje por Europa. Cuántos corazones dejaste rotos ante tu partida.
—La verdad no los cuento.
—Sigues siendo el mismo gilipollas. ¿Cuánto tiempo te quedas?
—Para siempre.
—Me lo imaginé entonces... ¿espera qué?
—Que no me iré más Livi, te prometí que me haría cargo de la abuela y los chicos cuando te fueras a la universidad.
—Pero...
—Pero nada, yo ya me he graduado, ahora es tu turno de volar y conocer nuevos horizontes pajarillo.
—Me siento bien aquí —digo entre dientes—. Nunca me ha interesado ir más allá de los muros de Carrsville.
—Siempre es bueno salir de tu zona de confort Livi, créeme. En fin, ¿te ha llegado ya alguna confirmación a tu solicitud?
Oh la solicitud.
Eres idiota.
—Dime por favor que has enviado la solicitud.
—Mmm... sí, solo que no he revisado mi correo electrónico, no sé si fui admitida en alguna.
—Eres un desastre —niega con la cabeza.
—Lo aprendí de ti hermanito.
—¡Niños la cena está lista! —grita la abuela desde la cocina.
Como niños pequeños corremos los cuatro hasta el comedor y comenzamos a pelear a muerte por las sillas.
La abuela niega con la cabeza y nos deja por imposibles. Había extrañado esto, estar todos reunidos en casa.
Solo faltan ellos, y desgraciadamente aunque aún siento que en cualquier momento abrirán la puerta de la casa llamándonos, nunca van a volver.
Mamá nunca más nos cantará con su melodiosa voz y su guitarra. Papá no nos peleará cuando ensuciemos el sofá al llegar de jugar con lodo. No nos arroparán y nos contarán historias hasta quedarnos dormidos. No nos darán un beso de buenas noches. No regañarán a Oliver por no querer dormir. No verán a Oriana cuando traiga a casa su primer novio. No me pondrán hora de llegada a casa ni me dirán que no vaya en moto. No me verán cuando cumpla los dieciocho... Y no me acompañarán a mi primer día en la universidad. No estarán ahí, ya no.
Siento como Orien aprieta mi mano, como Oliver se sienta en mi regazo y me abraza aunque no le guste el contacto físico, como Oriana me abraza por detrás con las mejillas húmedas. No me había dado cuenta hasta ahora que estaba llorando.
La abuela entra en la cocina y nos ve a todos abrazados.
—Tienen que ser fuertes mis pequeños, y estar siempre unidos, así lo hubiesen querido ellos.
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Llegas demasiado tarde (Libros 1 y 2)
Novela JuvenilOlivia Wilder y Carrsville, una chica en un pueblo invisible. En Carrsville nunca ocurre nada interesante, es un pueblo aburrido y Olivia lo sabe. Un pueblo alejado del mundo y olvidado por el paso de los años. Nunca ha ido más allá de sus muros, a...