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No me considero especialmente fanática de los aviones por diversas razones

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No me considero especialmente fanática de los aviones por diversas razones. Entre ellas, mi miedo a las alturas, que era la principal. Tampoco me gustaban las turbulencias, era inquietante sentir el avión moviéndose de un lado a otro, rechinando desagradablemente y creando un aire de tensión entre todos. El simple hecho de pensar que estabas a miles del metro del suelo ya era aterrador, y pensar que en cualquier momento podría caer y matarte, era más que suficiente para que me jurara no entrar a uno.

Claro que tarde que temprano me iba a tocar subirme a uno, y este día fue ese día que tanto odié que llegara. Observo de reojo a Miguel con sus maletas en completa tranquilidad, su madre se encuentra hablando con una chica para entregar las maletas y platicando de cosas que no comprendo. Observo nuevamente el entorno, hay muchas personas paseándose con maletas a ruedas, muchas personas vistiendo de forma extravagante, otras más abrigadas, parejas, familias, gente solitaria... hay realmente de todo.

Me balanceo suavemente sobre mis pies y cambio el peso de mi pierna, cansada de estar parada. Me había tenido que levantar a las cinco de la mañana para que cogiéramos el vuelo de las siete y media. Me resultaba impresionante como aún en la madrugada el aeropuerto podía estar lleno de gente.

—Vamos chicos, en el ala B podré comprarles algo de desayunar. —habló la madre de Miguel viéndonos a ambos mientras guardaba unas hojas en su bolsa. —Una vez en el hotel ya podrán comer todo lo que quieran.

—No se preocupe, señora O'Hara —sonrío palpando un poco mi maleta. —Yo traigo dinero, puedo comprarme algo mientras tanto.

—Eres un encanto, pero déjame invitarte. De no ser por tu madre no estaríamos en este país, mucho menos en mi excelente trabajo. Es lo menos que puedo hacer para mostrar lo agradecida que estoy —la señora O'Hara me sonríe, pero Miguel se mantiene inexpresivo. —Anden, en una hora llega el avión.

La seguimos en silencio. Miguel apenas me ha dirigido la palabra desde que fueron a recogerme. Yo me había quedado en los asientos traseros jugando con mis dedos y platicando con la señora O'Hara mientras Miguel observaba por la ventana. Después hicimos nuestro largo recorrido por el aeropuerto, pero él seguía en su gélido silencio. ¿Estará enojado?

𝐈𝐍𝐍𝐎𝐂𝐄𝐍𝐓 || 𝐌𝐢𝐠𝐮𝐞𝐥 𝐎'𝐡𝐚𝐫𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora