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Laura POV

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Laura POV

El trayecto es demasiado corto, al menos eso siento ya que me he quedado dormida sin darme cuenta. Miguel me agita y me avisa que llegamos, sale del coche y cierra la puerta con fuerza detrás de él. Me reincorporo aún adormilada y observo el entorno pero no sé dónde puedo estar. Es una calle con muchos árboles y altos edificios visualmente agradables para la vista. Es un lindo lugar, viejito pero luciendo bonito.

Miguel golpea la ventanilla sacándome de mis pensamientos. Sacudo mi cabeza y salgo del auto y me coloco junto a él para ingresar a un edificio blanco bastante alto con un hall hecho de loza blanco y fuentes de mármoles muy elegantes. La alarma suena detrás de nosotros y Miguel me toma de los hombros para guiarme por unas escaleras que comenzamos a subir.

Llegamos al cuarto piso y él saca una llave para abrir una de las dos puertas que se encuentran allí. Espero en silencio observando mis manos que arden como el mismo infierno y el dolor en mi mejilla que aún está presente. No quiero verme, seguramente estoy hecha un desastre. Él finalmente abre la puerta e ingresamos a un enorme espacio color blanco, es increíblemente vasto y eso que hay varios muebles. El lugar es sencillamente inmenso, quizás del tamaño de mi departamento, ¡y eso que es la pura sala!

—Ven —me llama. Lo sigo a un arco gigante con pequeñas telas de colores que
caen.

Las pasamos e ingresamos a un enorme cuarto con una cama roja y negra, luces moradas y rojas, distintos afiches estilo 80's o 70's colgados y una gran pantalla. Examino el lugar con enormes ojos.

—El baño está allí —Miguel señala la puerta de madera abierta permitiéndome ver un baño algo pequeño comparado con la inmensidad de la habitación. —Báñate y sales para que te cure las heridas, podrás dormir en el cuarto o en sala, como más te acomode.

Sigue y se acerca a mí para tomar mi rostro entre sus cálidas manos y examinarme de cerca: —Sí... te dieron un feo golpe.

Río un poco y sorbo por la nariz. Él soba un poco detrás de mi nuca haciéndome temblar.

— Mi muñeca linda... —susurra suavemente. —Esos hombres feos pagaron por lo que te hicieron aunque merecían mucho peor.

—¿Por qué me hablas como si fuera una niña? —pregunto con una suave risa. —Esos hijos de puta no merecieron ni una pizca de lo que pudieron haber merecido.

𝐈𝐍𝐍𝐎𝐂𝐄𝐍𝐓 || 𝐌𝐢𝐠𝐮𝐞𝐥 𝐎'𝐡𝐚𝐫𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora