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Laura POV
—¿Seguros que ya es todo? —preguntó la señora O'Hara viendo las maletas que portábamos.
—Sí —hablo yo ya que Miguel se encontraba muy entretenido en su teléfono. —Disculpe señora O'Hara, ¿pero a dónde iremos?
—A la casa que tenemos acá —explica ella sonriéndome. —Estaba en mantenimiento, por esa razón estuvimos aquí hospedados un rato.
—Oh, comprendo. Gracias —esbozo una pequeña sonrisa.
—Suban al auto, será un viaje un poco largo. —la señora O'Hara palmea la espalda de Miguel para hacerlo reaccionar. —Vamos Miguel no te quedes ahí parado.
Él se mantuvo en un gélido silencio antes de finalmente subirse a la parte trasera del coche. Yo observé una última vez el hotel antes de soltar un pequeño suspiro e ingresar con él. Peiné mi cabello y lo observé de reojo, pero parecía que él no tenía intenciones de dirigirme la palabra estando su madre cerca, como siempre.
Saqué mis audífonos y los conecté a mi teléfono para escuchar un poco de música. Mantuve la vista fija en el paisaje meditando en completo silencio. Quizás era un excelente momento para analizar la situación en la que me encontraba y meditara muy seriamente en lo que me había metido y lo que había hecho. De acuerdo, recapitulemos.
Yo tenía una vida prácticamente tranquila y ordinaria hasta que al señor Miguel se le ocurrió regresar. Como si aquello no hubiese sido suficiente para mí, firmo un estúpido contrato en el que prácticamente condené mi vida, mi cuerpo y hasta mi virginidad ahora inexistente. Sí, de lujo. De todas las cosas que pude haber imaginado en un futuro, acostarme con Miguel O'Hara no era exactamente una de ella. De hecho no se me cruzó ni al ras de la mente, siquiera un poco. Lo odiaba, era algo que no podía negar. Lo odiaba, le guardaba un fuerte rencor y aun así seguía cayendo en sus pequeños y absurdos juegos. ¿Por qué?
Quizás porque el enredarme con algo peligroso me excitaba, pero estaba jugando con un chico mentalmente inestable y con varias personalidades ocultas que prefería no conocer. Ya tenía con el Miguel frío y el sádico travieso. Y lo peor es que me gustaba. No quería, pero mi cuerpo y mi mente me traicionaban. Por más que me gritara a mí misma "vas a acabar con esta mierda ya", siempre algo pasaba que me volvía a retener a él. ¿Será porque es un gran besador?