Capítulo 31

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Harry se sintió ridículamente incómodo al día siguiente. Sabía que había empezado a sentirse atraído por Severus, ¡pero imaginárselo así! Demonios, ni siquiera sabía que ese tipo de cosas fueran posibles, pero se había sentido increíble en su sueño y no podía evitar preguntarse si se sentiría igual de bien en la vida real. No es que pensara que eso pasaría con Severus, el hombre lo había ignorado toda la mañana y Harry tenía que preguntarse si accidentalmente había dicho algo en sueños para que su marido se distanciara tan repentinamente. Harry se preguntó qué habría pasado durante la noche, pero no tuvo mucho tiempo para reflexionar, ya que los Hinterlanders decidieron despedirlos a lo grande.

Todo había empezado en el desayuno, cuando todos habían sido aclamados como héroes y les habían regalado capas de Yarbras que, al parecer, los habitantes de las Tierras Interiores habían pasado toda la noche confeccionando. Ellaria había explicado que eran el símbolo de un guerrero entre la gente, la idea de que podían acabar con una de las temibles criaturas. Severus había intentado argumentar que técnicamente no habían matado a ninguna de las criaturas, pero Ulfric le informó de que los dementores eran aún más formidables, así que los regalos estaban más que merecidos.

Luego hubo una enorme procesión cuando salieron del torreón, con multitudes a ambos lados de la calle principal vitoreando a su paso. Era extraño, incluso para Harry, que estaba acostumbrado a recibir atención de extraños. Al menos tenía la sensación de haber hecho algo para merecer aquella adulación, aunque le pareciera un poco exagerada. Sin embargo, estaba claro que a Severus le resultaba muy extraño, y su humor parecía oscurecerse tras la conmoción. A Harry le preocupaba un poco que todo aquel ruido atrajera a las criaturas, pero, al parecer, ni siquiera ellas eran tan estúpidas como para enfrentarse a todo un ejército de Hinterlanders y, por lo demás, el viaje de vuelta al barco transcurrió sin incidentes. También les llevó menos tiempo que el viaje de ida, ya que tomaron la carretera principal, en lugar del enrevesado camino que habían tomado antes. Harry tuvo que esforzarse por reprimir las risitas cuando tanto Ellaria como su marido se deleitaron amonestando a Severus y explicándole cómo atravesar el bosque como si estuvieran hablando con un niño de dos años. Sirius, sin embargo, no tenía ese tacto y estuvo berreando de risa todo el camino. Afortunadamente, Severus se las arregló para no levantarse cada vez que su padrino intentaba ponerle un cebo y Harry estaba secretamente muy orgulloso de él.

Pronto llegaron de nuevo a la cala donde habían atracado originalmente y justo cuando subían a la barca Ellaria tiró de Harry hacia un lado.

-¿Tienes algo planeado para el cumpleaños de mi querido primo?-, preguntó.

-No-, respondió Harry, -ni siquiera sé cuándo es-.

-¿Por qué no me sorprende?-, suspiró ella. -Es el 9 de enero, por si te lo estás preguntando-.

-Oh, eso es pronto, me pregunto por qué no lo mencionó-.

-Es Severus, probablemente no quiere un alboroto, pero como su marido probablemente será bueno hacer algo-.

-Sí, gracias por eso-, dijo Harry, sintiéndose preocupado de repente. Ya había sido bastante difícil pensar en un regalo de Navidad para él, pero ahora tenía que pensar también en un regalo de cumpleaños.

El viaje a través del mar parecía más tranquilo, como si la multitud de dementores hubiera estado afectando de algún modo al tiempo en un esfuerzo por mantener a la gente alejada de su guarida. Harry no iba a quejarse, al menos no de la tranquilidad del mar. Aún hacía mucho frío, sobre todo en mar abierto, incluso con su nueva capa. Una parte de Harry deseaba poder acurrucarse junto a su marido, había estado tan calentito la noche anterior, acurrucado en los brazos de Severus, pero el ceño fruncido del hombre le impedía siquiera preguntar. Sólo esperaba poder averiguar qué le ocurría, pero sabía que no era el momento de entablar ese tipo de conversaciones, sobre todo con Sirius tan cerca.

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