Capítulo 34

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Severus se despertó el martes 9 de enero de 1996, con frío y solo y, aunque eso no era demasiado inusual en general, se sentía extraño dado que aún recordaba tener a su joven marido acurrucado a su alrededor justo la noche anterior.

La noche anterior se había metido en la cama tambaleándose, más que cansado, sin siquiera molestarse en hacer el amago de equilibrarse en el borde de la cama, lo más lejos posible de Harry; tal como se sentía, probablemente acabaría en el suelo de todos modos. Al parecer, Harry lo había tomado como una invitación y se había acurrucado a su lado, sin que Severus se hubiera quejado y, de hecho, había abierto los brazos para permitir que el chico encontrara una posición más cómoda.

Una vez que Harry se hubo acomodado, Severus había rodeado al chico con el brazo y sus dedos se habían deslizado por debajo de la camiseta del pijama. Harry se había levantado de un salto quejándose de que las manos de Severus estaban frías pero, en lugar de apartarse, se había acercado aún más e incluso había metido su propia mano bajo el pijama de Severus en un esfuerzo por calentarlo. A Severus le aterrorizaba dormirse, con la pesadilla de la noche anterior aún fresca en la mente. No es que el sueño hubiera sido malo en modo alguno, excepto por el hecho de que fantaseaba con su marido de quince años golpeándolo a través de una tumbona, pero había tenido que sufrir la mortificación de ser despertado por dicho marido porque, al parecer, ambos habían tenido sueños bastante agradables. Una cosa era que eso ocurriera cuando eras adolescente, pero él era un hombre adulto, por el amor de Dios, se suponía que debía controlarse mejor.

Tal y como estaban las cosas estos días, se sentía poco más que una cáscara andante, y esta mañana no era una excepción, y estaba contemplando la posibilidad de no moverse de la cama cuando Harry entró trayendo el desayuno.

-¡Buenos días, cumpleañero!-, canturreó, y Severus tuvo que luchar para no encogerse.

-¿Cómo supiste que era mi cumpleaños?-.

-Tengo mis fuentes-, dijo Harry, con una sonrisa totalmente impenitente.

-Si es ese viejo chiflado entrometido lo estrangularé con su propia barba. No tengo ningún deseo de celebrar este día, como él bien sabe. No sé cuántas veces tendré que devolverle el regalo para que le entre en su cabezota-.

-¡Oh!- A Harry se le cayó la cara y le temblaron ligeramente las manos mientras ponía una bandeja en el regazo de Severus, una cargada con todos sus favoritos, incluida una taza de té perfectamente preparada.

-Me has traído un regalo, ¿verdad, Harry? Pues mejor no te molestes en dármelo. No hay nada que quiera que no pueda conseguir yo mismo, sobre todo ahora con la herencia, y como nadie se preocupó de celebrar mi cumpleaños durante la primera mitad de mi vida, no veo el sentido de hacerlo ahora-.

-Sé lo que se siente, Severus. Nadie se molestó en reconocer mi cumpleaños hasta que llegué a Hogwarts. Ni siquiera me dieron una tarta hasta que Hagrid vino a darme mi carta, pero desde entonces todos los años me escriben mis amigos, a veces enviándome regalitos. No es mucho, pero prácticamente vivía para esas entregas a medianoche cuando las cosas iban mal, por eso no quería dejar pasar este día por ti-.

Sacó un paquete toscamente envuelto y a Severus se le encogió el corazón. La única vez que recordaba haber recibido algo que no fuera chocolate de Albus fue en su séptimo cumpleaños, cuando su madre había intentado hacer una tarta. Tenía un aspecto horrible, después de todo su madre era una bruja de sangre pura de una familia adinerada, ni siquiera había entrado en una cocina hasta que se había escapado, pero aun así había sido el esfuerzo lo que había contado, la única vez que alguien se había esforzado por él, y a él le había encantado, hasta que su padre había llegado rodando, humeante y borracho como de costumbre. El cabrón había echado un vistazo a la tarta y la había declarado basura, tirándola directamente a la basura. Su madre se había angustiado, diciendo que no era lo bastante buena. Severus había jurado no aceptar ningún otro regalo de cumpleaños aquel día si su propia madre no era lo bastante buena, él tampoco lo era.

ALL THE PRINCE'S MENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora