El despertar

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En un campo soleado, rodeado de árboles frondosos y bellas flores habían cuatro personas, dos mujeres y un hombre corrían divertidos escapando uno del otro, esperando a ver quien atrapaba primero a quien.

—¡Vamos James, corres como mi abuela!— exclamó Elena, burlándose de la falta de condición de su amigo, quien corría considerables metros atrás de ella.

—¡Aguanta y verás!— respondió Lily, quien estaba montada en el ciervo que corría atrás de ella.

Pronto el mago aceleró su cabalgata y justo cuando iba a alcanzarla, la pelirroja hizo que se detuviera de golpe. Elena volteó a verla sin entender por qué había parado tan de pronto, la mano de su amiga apuntaba hacia el otro extremo del campo, donde tres figuras comenzaban a formarse.

—Te dije que vendrían— dijo Lily feliz, bajándose de su esposo para que este volviera a su forma humana, la x castaña los miró confundidos —Vamos, Elena, corre ¿No te das cuenta? Es Jasper.

Al voltear a ver al otro extremo nuevamente se dio cuenta que era cierto, su hermano la veía entusiasmado y corría hacia ella, atrás de él la saludaba una mujer castaña de ojos azules: Marlene.

A su lado un niño de no más de 5 años de edad de ojos azules y pelo negro copiaba la acción de su mamá y la saludaba alegremente.

En el rostro de Elena se formó una sonrisa enorme y comenzó a correr también hacia su mellizo con emoción, viendo reflejada en el rostro de él la misma emoción, las ansias de atraparlo entre sus brazos crecían con cada metro que se acercaba a él.

Estaban tan cerca que los lunares en el rostro de su mellizo ya eran visibles, solo faltaban unos pasos más para poder abrazarse, pero de repente, sin previo aviso, comenzó a caer.

—¡JASPER!— gritó mientras caía al abismo, estirando sus brazos para tratar de alcanzarlos de nuevo, pero a medida que caía la oscuridad se iba aclarando, llegando a ser una luz muy molesta para los ojos de la castaña ---¡JASPER!--- gritó, y de alguna manera su voz se escucho más fuerte, clara y real que nunca.

La luz poco a poco se apaciguó, y el entorno de Elena fue cada vez más visible pero aún así sus ojos le ardían como si los hubiera abierto debajo de agua salada, así que la única forma de resolverlo fue tallarlos.

---¿Señorita Elena?--- la llamó una voz chillona extrañamente familiar, sintiendo después una pequeña mano distinta a la humana tocando la suya.

Cuando liberó a sus ojos de sus manos pudo notar una cúpula en el techo con estatuas de piedra blanca que resaltaban del mármol manchado, a sus lados paredes con cuadros que parecían esperar que alguien tallara algo en ellos.

Al fin sus ojos terminaron en el origen de la voz que la había llamado hace un rato, era el elfo doméstico, y no cualquiera, era su ex-elfo doméstico: Bennie, sosteniendo un frasco ahora vacío.

¿Bennie?— habló, sintiendo su voz como si no la hubiese usado en años, su garganta quemaba y se sentía más seca que las hojas de los árboles en otoño, como si no hubiera sido hidratada en toda su vida.

—Tranquila señorita Elena, con cuidado, con cuidado— dijo el elfo evitando que la bruja se sentara en el colchón, y ella entendió por qué en seguida que se levantó unos centímetros de su almohada, su cabeza comenzó a dar vueltas y punzar de manera terrible.

El elfo corrió y regresó en poco tiempo, ahora sosteniendo un vaso de agua al cual hechó un polvo amarillo, procediendo a ofrecérselo a la bruja.

---Tenga, beba, esto le ayudará a recuperarse más rápido--- Elena obedeció y tomó hasta el fondo, y tal como le prometió el elfo, su cabeza dejó de dar problemas y poco a poco pudo sentarse en la cama.

Mi felicidad y mi tristeza [Pt.3] Sirius y tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora