El fantasma de Cedric Diggory

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A la mañana siguiente Sirius y Elena hicieron lo que Dumbledore les pidió, pero cuando llegaron a la primera casa, la de la señora Longbottom, supieron que no sería nada fácil, pues el mago había levantado ya el hechizo que Elena había aplicado en su prometido y ahora todos lo verían por quien realmente era.

El plan era sencillo, ella les contaría lo que sucedió aquella noche al ser la prueba viviente de eso y después entraría Sirius, justo como habían hecho con los Weasleys.

Al conocer a Elena hacía años por su amistad con la mujer de su hijo creyó en cada una de sus palabras y no dudó en aceptar regresar a la orden para ayudar en lo que fuera que estuviera a su alcance como una mujer de avanzada edad.

Cuando salieron ya se había hecho de noche, pues la señora pareció desahogarse con ellos acerca de la historia de su hijo, la cual Elena pudo contarle específicamente al haber sido testigo de esta. Además de pasar horas hablándoles sobre Neville, lo cual a ella le encantó.

Su próximo destino fue la casa de su madre, pues debían rastrear a los demás miembros y sobre todo saber que había sido de Eris, Remus y Dorian en el ataque de los mortífagos.

Para su buena suerte los tres habían salido ilesos, el vampiro sólo estaba esperándola a ella para despedirse y regresar a su país, ofreciendo su ayuda si llegara a ser necesaria.

Dumbledore fue a verlos al día siguiente acompañado de McGonagall y Snape, buscando encontrar una nueva ubicación para la orden del fénix que pudieran ocupar bajo el encantamiento fidelio sin que nadie lo notara.

Después de esperar a que alguien llegara con una idea mejor, de mala gana Sirius propuso la mansión Black la cual era su propiedad ahora al ser el único heredero de dicha casa.

Los niños llegarían a Londres en poco tiempo, sin embargo Dumbledore les pidió que no fueran por ellos para evitar ponerlos en peligro, y que lo mejor para Harry sería permanecer en la casa de sus tíos muggles para mantenerlo a salvo del mundo mágico, idea que les pareció estúpida a sus padrinos.

Por indicaciones de Dumbledore irían por sus hijas a casa de los Granger dentro de dos días, así que primero se instalaron en la mansión, la cual obviamente después de tantos años desalojada se encontraba en pésimas condiciones.

---Llamarla en ruinas sería un halago--- soltó Sirius mirando boquiabierto el polvo en las paredes, lo roto de los tapices y lo agrio en las maderas.

Pero eso no era lo peor, pues Walburga había hechizado un cuadro a la entrada del pasillo que comenzaba a gritar insultos y barbaridades todo el tiempo que alguien hacía ruido.

Eris permaneció en la mansión Yaxley esperando a su nieta, la cual Severus mismo iría a dejar, así que se las vieron duras los tres amigos para liberarse del polvo y las plagas que habitaban en la mansión.

---¡MALDICIÓN!--- escucharon gritar a Remus cuando abrió la alacena bajo las escaleras, dejaron sus instrumentos de limpieza y corrieron a ver lo que sucedía ---Casi me mata de un susto.

Una bola de tela arrugada y gris en el piso volteó a verlos con ojos redondos y enormes, no era un pedazo de tela, era un elfo doméstico.

---¿Kreacher?--- llamó al elfo sorprendida.

---No puede ser, y yo que creí que ya se había muerto--- soltó Sirius decepcionado, recibiendo un manotazo en el brazo por parte de su prometida.

---Sucios traidores a la sangre... Asquerosos mestizos... Abominación a los magos--- Sirius dio un pisotón haciéndolo callar.

Mi felicidad y mi tristeza [Pt.3] Sirius y tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora