La magia del espejo

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En el oscuro cuarto de bodega, al cual habían cambiado a Elena al regresar, hechizado para cuidar que nadie se acercara ni pudiera escuchar lo que sucedía dentro, a tempranas horas de la madrugada fue llenado de gritos de terror.

La bruja había despertado de una nueva pesadilla, donde los protagonistas eran los recuerdos previos antes de su encierro: Sus mejores amigos muertos, James y Lily, la tortura por la que ella y Frank pasaron, y finalmente uno creado por su mente para torturarse a sí misma acerca de Sirius siendo víctima del beso del dementor.

Claro que estaba acostumbrada ya a este último (lo había estado soñando desde hacía dos semanas, cuando Bennie la despertó), el que la hizo despertar con esos gritos fue uno en el que soñaba a sus hijas, con rostros desconocidos, ser devoradas por algún tipo de bestia en las oscuridades de Hogwarts.

---No puedo seguir así... No puedo seguir así...--- se dijo a sí misma, sentándose en la cama y tallando su rostro con manos temblorosas.

Miró a su cama, acariciando un pedazo de esta, cerrando los ojos e imaginando que su pareja se encontraba durmiendo ahí con ella.

Levantó la cabeza hacia el lavamanos a unos metros de ella, que estaba acompañado con un espejo pequeño unos centímetros arriba de él.

Se acercó para enjuagar su rostro, deteniéndose un momento para observar su reflejo en el que veía pronunciadas ojeras, cachetes casi inexistentes por la desnutrición de la bruja y labios pálidos al igual que su piel por la cantidad de sangre que había perdido en todos esos años.

---Si tan solo me hubieras enseñado tus trucos, mamá--- dijo para sí misma, imaginándose a sí misma utilizando el espejo como medio de transporte para llegar a la enfermería de Hogwarts ---Ya me cansé de vivir de fantasías.

---Entonces es bueno que Bennie haya traído noticias--- dijo una voz a sus espaldas.

Al voltear formó una sonrisa al encontrar al elfo parado sobre su cama, sosteniendo una hoja en sus manos.

---Bennie ¿Dónde has estado?--- le preguntó la bruja después de abrazarlo, quitando a Crookshanks de la silla de madera para que se pudiera sentar.

---Ben ha estado investigando, y luego hizo un viaje a la casa de la persona para la que fueron creadas esas muñequeras--- le informó, causando una expresión sorprendida en la bruja.

---¿Fuiste a la Mansión Tenebrosa?--- el elfo asintió orgulloso.

---Bennie admite que fue más difícil de lo que pensó, nadie se imaginaría que una casa abandonada estaría tan resguardada--- comentó pensativo, mostrándole a Elena la cortada en su brazo que su visita le había costado.

---Por Merlín, Bennie--- dijo observando su herida.

---Pero valió la pena, Bennie obtuvo lo que buscaba--- presumió mostrándole nuevamente la pieza de papel en su mano.

Elena se levantó de su asiento y se dirigió por un alfiler, con el cual pinchó su dedo índice y colocó la gota de sangre que salió encima de la cortada del elfo, la cual desapareció en cuestión de segundos.

Bennie miró a la bruja con los ojos abiertos, como si ella acabara de regalarle una bóveda llena de miles de galeones.

---La señorita Elena Yaxley gastó su sangre para curarme... Señorita Elena, Bennie no merece eso, Bennie no está a la altura de su valiosa sangre--- dijo de forma sentimental, aguantando lágrimas en sus ojos mientras acariciaba con admiración el lugar donde la bruja lo había curado.

---Vamos Bennie, tú mereces eso y más--- le aseguró la bruja mientras tomaba el papel finalmente y comenzó a leerlo.

Era un texto largo de hace décadas atrás, en el que la señora Tenebrosa relataba como un Augustus Rookwood, un mortífago infiltrado en el ministerio, había robado para ella las muñequeras que ahora apresaban a Elena.

Mi felicidad y mi tristeza [Pt.3] Sirius y tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora