Dos mundos diferentes.

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Adán Bibleas a veces sentía que salir fuera, dejando solos a sus preciados hijos le daba una sensación de incomodidad, como si presintiera que algo malo ocurriría si estaba lejos de sus bebés.

A su lado, Eva sostenía su mano, tratando de reconfortar a su esposo durante la espera de su vuelo.

Ella también sentía que algo ocurría con sus amados hijos, pero no quería que la paranoia de Adán se incrementara, bastante tenían con que el inversionista principal no quiso reunirse con ellos por "asuntos más importantes" siendo la razón principal de que su estancia en Roma con duración de dos semanas terminó siendo un día y medio.

Eva suspiró mirando los colores del amanecer, habían avisado a sus retoños que retornaban a casa, pero ni siquiera Qin contestó.

Asumieron que estaban durmiendo en casa puesto que la diferencia horaria era considerable, así que se dedicó a ir por café y algo para comer.

Necesitaban llevar algo en el estómago para soportar el viaje de regreso a su hogar y calmar esa extraña sensación de que algo había ocurrido con los niños que dejaron en casa.

A veces sentía que debían soltarlos, pero cada vez que veía sus ojos, no podía evitar pensar en aquellos frágiles bebés que sostuvo en sus brazos.

"Sé que han crecido, son casi adultos... pero no. No puedo dejar ir a mis bebés. Para mí siguen siendo niños..."

Adán refunfuñó en cuanto que su dulce esposa traía consigo tarta de manzana. Había cosas que no cambiarían con el pasar de los años y una de ellas era el irreparable desdén que sentía por aquellos frutos rojizos que se daban en un árbol.

-Eva, eso tiene manzanas. No quiero -La rubia soltó una pequeña risa, Adán lucía adorable con ese puchero en sus labios, motivo suficiente para dejar un pequeño beso en su mejilla y negar con la cabeza.

-Addie, si yo lo como, ¿también le darás una oportunidad?

Adán no se resistió a la dulce sonrisa de su amada Eva, quedó flechado por aquella expresión que realizó la omega cuando dio el primer bocado a la tarta, ruborizándose al ver que ella le devolvía la mirada con esos ojos azules tan vivaces y encantadores.

"Eres la mujer más hermosa sobre la faz de la Tierra..."

Como el alfa de palabra que era, dejó que aquel trozo de tarta con su enemigo mortal incluido hicieran contacto con su paladar.

Debía admitir que era buena, pero eso sólo porque compartía la misma cuchara que Eva.

-Está ácida. No me gusta la manzana... -Eva le miró con una expresión de enojo, iba a replicar el por qué decía aquello cuando ya llevaba dos probadas de dicho postre cuando sintió un fino roce de labios que le aceleró el corazón. Adán sonrió coqueto antes de proseguir con su frase -Pero es casi tan dulce como tú, mi paraíso en la Tierra.

Eva sintió sus mejillas enrojecer, llevaban toda una vida juntos y no existía un día en el que Adán no dejara de conquistarla. Cada muestra de afecto dada por el alfa sólo lograba que ella le amara más, haciéndola desear algo igual de bello para sus hijos.

"Encontrar a tu persona especial es algo maravilloso. No sé qué hubiera sido de mí sin Addie. Él es mi todo..."

Todo el que les veía en la sala del aeropuerto podía percibir el amor empalagoso que se tenía aquella pareja.

-¿Crees que nuestros bebés estén bien, Addie? -La omega quiso callar por un momento su inquietud, pero ¿en quién podía apoyarse si no era en su esposo?

𝑪𝒂𝒖𝒔𝒊𝒏𝒈 𝒂 𝑪𝒐𝒎𝒎𝒐𝒕𝒊𝒐𝒏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora