Golpe de realidad

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Qin se quedó quieta en su sitio, dejando que su amoroso padre le tomara fuertemente del brazo para llevarla al interior de la casa. La omega miró por última vez hacia la lejanía, dándole una pequeña sonrisa a su alfa que parecía estar a nada de lanzarse en contra de su progenitor por ella.


"Debes irte Hades, estaré bien... sabes que puedes sentir todo por el lazo..."



Un escalofrío recorrió su espina dorsal en cuanto la puerta fue cerrada. Si a ella le habían abofeteado, no quería imaginarse lo que le esperaba su pequeña hermana Kōjiro cuando terminara su celo.


"Sólo espero que seas fuerte, querida hermana..."


Adán soltó a Qin, misma que se refugió por instinto entre los reconfortantes brazos de su madre. Eva le sostuvo con cuidado, ahorrándose hacer comentarios con respecto a las marcas en la piel de porcelana tan característica de Zheng.

Temía empeorar la situación que no conocía pero algo en ella le gritaba que no era mejor que la marca de su hija Qin en el cuello.

Adán masajeaba su sien, el viaje había sido realmente agotador y no espera llegar a casa encontrándose con una de sus amadas hijas siendo marcada por un alfa.

Qin era una niña, aún lloraba cuando Eva les contaba cómo se conocieron, ella no podía tener una marca de emparejamiento.

La mano con la que había golpeado la mejilla de su pequeña temblaba nerviosamente. Él no era así, pero su hija tampoco.

Nadie era capaz de decir nada, el silencio era roto por los sollozos de Qin. Adán se sintió culpable hasta que reparó en el hecho de que ella sólo llevaba sobre su cuerpo una sábana blanca, misma que resbaló revelando una serie de marcas rojizas sobre su piel.


-¡¿QUÉ SIGNIFICA ESTO ZHENG?! ¡¿ACASO ERES UNA PROSTITUTA?! -Adán era un padre comprensivo, pero el hecho de que su hija favorita tuviera aquellas marcas en su piel sacaba lo peor de él.

Terminó por quitar la sábana dejando a la vista de sus hermanos todas las marcas que había sobre la piel de Qin.

Leónidas apartó la vista por respeto a su hermana menor, la adoraba y en ese momento, una enorme sensación de culpabilidad por no haberse mantenido firme cuando ella y Kōjiro insistieron en ir a aquella fiesta inundaron su ser.


"Debí protegerte... No merezco salir impune..."



Nikola observó a sus hermanas, todas mantenían la vista en el piso.

Su padre nunca había sido tan agresivo con ellos y de todos, Qin era la más favorecida por casi morir en aquella operación tan delicada de sus ojos.

Arriesgándose a ser el blanco de la ira de su padre, Nikola se puso de pie para tomar la sábana y colocarla sobre la piel desnuda de Qin.

El castaño se atrevió a ponerse en medio de ella y su papá.


-Si uno te explica lo que sucedió, ¿dejarás de humillar a Qin? -Adán parpadeó un momento, dándose cuenta que sus emociones comenzaban a nublar su juicio.

Nunca había expuesto a uno de sus hijos por más grave que fuera su falta.

Eran su decepción y frustración por no poder protegerlos quienes hablaban por él.

Un asentimiento muy leve fue su respuesta antes de acuclillarse a la altura de Qin y sostenerla en brazos.

Esa bella niña de ojos celestes había crecido y aunque le costaba la vida misma, debía aceptarlo de una forma más madura en lugar de seguirla hiriendo.


-Lo siento mi dulce manzana, papá no quería lastimarte de ese modo...


Qin no volteaba, seguía con el rostro oculto en el regazo de su madre, llorando desconsolada.

𝑪𝒂𝒖𝒔𝒊𝒏𝒈 𝒂 𝑪𝒐𝒎𝒎𝒐𝒕𝒊𝒐𝒏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora