Revelación y malas decisiones.

259 18 41
                                    


Poseidón terminó por llegar a la casa donde lamentablemente seguía viviendo, cargando a una pequeña omega que se aferraba a su pecho, ronroneando gustosa por percibir la calidez y el aroma a menta de su alfa.

El rubio soltó un suspiro después de dejar a la azabache en la cama que compartían, acariciando una de sus mejillas mientras jugaba con uno de aquellos mechones de ébano que tanto le gustaba acariciar. Su mente estaba hecha un caos.

Kōjiro había sido tan receptiva en el vestidor como en el auto, aún podía recordar todas las veces que se corrió llenándola antes de volver a casa y reflexionar el por qué de esa sensibilidad en ella.

Aún le faltaba un semestre en la universidad, terminar sus pasantías, el protocolo de titulación y no conforme con ello, conseguir un empleo de algo que no le apasionaba porque preñó a su omega en uno de muchos actos de imprudencia.

Sin contar que no conocía a los padres de la chica y gracias a lo poco que ella le había mencionado, de algún modo coincidía con lo que Hades comentó una vez.


Estaba jodido y no tenía oportunidad alguna de remediar aquello sin joderla más.


El aroma a vainilla pronto llenó sus fosas nasales y aunque el instinto le dictaba satisfacer a la azabache, en su lugar se dedicó a olerla, dando suaves caricias al vientre aún plano de su pareja y donde se desarrollaba su hijo.

Por un momento no pudo respirar.
Había un pedazo de él dentro de ella.


“Incluso en esta situación, no puedo evitar sentir alegría de saber que eres plenamente mía y serás la madre de mi cachorro…”


Por más que quiso enfocarse en la parte positiva de su problemática, un miedo invadió su ser. Era joven, pero la omega entre sus brazos apenas había cumplido la mayoría de edad poco antes de conocerlo.

No quería decirlo, pero una parte de él creía que había arruinado la vida de la chica. Jamás preguntó si deseaba ser madre o si estaba de acuerdo con estar con él para marcarla, ella sólo le miró con esos enormes ojos marrones entregándose a todo lo que él necesitaba.

La culpa por obligarla a ser su pareja comenzó a hacer estragos en su mente, sin embargo, ya era tarde para las lamentaciones y ahora debía seguir su vida con las consecuencias de sus actos.


“Debo hacer lo posible por hacerte feliz, pececito…”


El rubio dejó un par de besos sobre el rostro durmiente de su pareja, retirando lentamente su cuerpo poniéndose de pie y posteriormente buscando su ropa para arreglarse. Su mente tenía mucho que procesar y necesitaba el consejo de la única figura paterna que conocía, por lo que tomando su celular sin ver la hora, se dedicó a marcarle a Hades.

—Vamos… contesta por favor…

El timbre de la contestadora empezaba a molestarlo. Sabía que Hades tenía una vida y muchos problemas también como para hacerlo solucionar los suyos, pero estaba tan desesperado por tener una guía a su situación que siguió marcando, aferrándose al celular como si fuese su única salvación de ahogarse en el océano.

Por un momento sintió ganas de llorar en cuanto oyó la voz adormilada de su hermano mayor al otro lado de la línea.

—Hades, necesito verte. Ahora. Iré a tu casa, corre a esa abeja reina, no quiero hablar si ella está ahí —Del otro lado de la línea el albino a penas y podía mantener los ojos abiertos, no comprendía qué estaba sucediendo.

Sin embargo, al ser el hermano mayor, suprimió esas terribles ganas de volver a la cama donde yacía una preciosa emperatriz desnuda con restos suyos, ronroneando satisfecha de su último round por esa noche.

𝑪𝒂𝒖𝒔𝒊𝒏𝒈 𝒂 𝑪𝒐𝒎𝒎𝒐𝒕𝒊𝒐𝒏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora