𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 𝐷𝑖𝑒𝑧

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—Señor, en el Oeste del bosque encontramos a uno de nuestros hombres en estado crítico —informa un soldado con armadura pesada.

—¿Cuál es su condición actual? —pregunta con seriedad.

—Se mantiene estable, pero presenta heridas graves y está en coma —termina de explicar.

—Envía al escuadrón “A” y asegúrense de revisar el perímetro. Necesitamos descartar cualquier posibilidad de que alguien lo haya seguido hasta aquí —ordena con determinación.

Si sus sospechas resultaban ciertas, significaba que las noticias no eran favorables. A pesar de haber despachado a un equipo de sus hombres más capacitados, solo uno regresó, y lo hizo con heridas graves.

Si tan solo pudiera salir del bosque sin perder la cordura, iría personalmente, evitando poner en riesgo a su gente. Ahora, quedaba a la espera de que el herido recobrara la conciencia y le relatará la situación fuera del bosque.

—Haré que la sangre enemiga se deslice entre mis manos y vengaré tu muerte, madre —murmura Aker con voz ronca.

Aker estaba en el campo de entrenamiento, imponiendo un castigo al escuadrón más reciente. Este había atacado a su Omega en el bosque; Al parecer, el líder del escuadrón se sintió demasiado confiado en su posición y actuó sin seguir las reglas establecidas, lo cual acarreaba graves consecuencias.

—¿Ya se cansaron, inútiles? —se burló—. ¿Tienen idea de a quién atacaron en el bosque? —preguntó, imponiéndoles cargas pesadas en sus hombros. El primero en arrojarlas se ganaría un azote con un látigo de cuero y piel. Aker los observaba con una mirada fría y agresiva—. A mi Omega.

El grupo de hombres jadeó sorprendido ante tal revelación; casi dejaron caer la carga, pero se recompusieron rápidamente al recordar las consecuencias que les esperaban. Aquello era una falta grave contra su superior y su pueblo; se asemejaba a traición y solo se pagaba con la muerte. No era una ofensa cualquiera, sino contra el líder prácticamente absoluto del bosque y, por fin, de su pueblo. Él era quien aseguraba su protección y les proporcionaba una vida cómoda, permitiéndoles vivir en paz.

—¡Lo siento, señor! ¡Merecemos la muerte! —exclamó un hombre de baja estatura y orejas puntiagudas. Se arrodillo, inclinando la cabeza hacia el suelo y llevándose la carga consigo. Al verlo, los demás imitaron la acción, gritando las mismas palabras en un coro perfecto.

Aker los observó con una mirada aburrida y feroz. No debería estar ahí en ese momento; Tendría que estar con su Omega, recorriendo el pueblo y mostrándole las bellezas de los paisajes que lo conformaban. En lugar de eso, se veía obligado a lidiar con ineptos que no podían seguir reglas, reglas que olvidaron por mera diversión.

La charla matutina con su Omega sigue grabada en su memoria. Pensó que le resultaría difícil acercarse, pero estaba dispuesto a esperar todo el tiempo necesario para garantizar la felicidad de su Omega. Cuando finalmente lo tuvo entre sus brazos, la experiencia fue algo indescriptible; encajaba perfectamente, su aroma delicioso provocaba un deseo abrumador de hundir sus caninos puntiagudos en esa piel de porcelana, como si quisiera sellar ese momento con una conexión más profunda.

Es aquello que se dice que no existe; es perfecto.

Luego, tocaron su puerta y el ambiente cálido, impregnado de un aroma exquisito, se desvaneció. Quedó ahí aturdido, con los brazos vacíos y su Omega en fuga. El alegre amigo de su pequeño Omega llegó, derramando un mar de lágrimas y lo arrastró fuera. Aker simplemente confió en sus hombres de confianza para que lo cuidaran, asegurándose de que no sufriría ningún percance.

ωιʅ𝚍 𝙳єѕтιиу ♡•°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora