ℂ𝕒𝕡𝕚𝕥𝕦𝕝𝕠 𝔻𝕚𝕖𝕔𝕚𝕤𝕚𝕖𝕥𝕖

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—¡Abran paso al recién casado!

Aker ingresaba al campo de entrenamiento con semblante serio, evidenciando su irritación a través de las facciones rígidas de su rostro. El comentario de Geb desató risas estruendosas, provocando un revuelo abundante. Pronto, las felicitaciones y muestras de aprecio inundaron el ambiente, incluso lanzaron confeti, cuyo origen permanecía en el misterio.

—¿Cómo va la vida de casado? —inquirió Geb al llegar a su lado.

—Maravillosa, supera mis expectativas —respondió Aker con una amplia sonrisa.

—¡Pero qué sonrisa tan contagiosa! —exclamó aplaudiendo—. A ver si así se te quita lo gruñón. Felicidades, hermano. Me alegra que finalmente hayas encontrado a tu Omega; parece que los dioses se alinearon para bende... ¿Qué es esto?

Geb se acercó a Aker y tiró del cuello de su camisa para asegurarse de lo que veían sus ojos.

—¡Diosa Luna, Aker, tienes una marca en el cuello! —murmuró en shock.

—Vaya, si no me lo dices, ni cuenta me doy. ¡Suéltame, imbécil! —exclamó fastidiado cuando Geb intentó tocar su marca. Empujó a Geb lejos y arregló el cuello de su camisa para que la marca en su cuello fuera más visible.

Los presentes en la sala jadearon sorprendidos al escuchar la revelación de su jefe. No se trataba de una marca cualquiera; era un símbolo de pertenencia y exclusividad, más fuerte y duradero que la marca de un Alfa. En aquellos tiempos, ver a Alfas marcados por sus propios Omegas no era común, y el hecho de que su jefe, conocido por su amargura, llevara esa marca con orgullo conmovió a todos. A partir de ese momento, sintieron un respeto renovado y una alegría genuina por él.

—No la toques.

—Vale, vale, solo fue un impulso, perdona —se disculpó Geb, consciente de que había cruzado una línea irrespetuosa y privada.

—Pero, Aker, también debes marcarlo para poder salir de aquí, especialmente si planeas enfrentarte a esa persona.

—Lo sé, Geb, pero no es el momento adecuado. Sabes que nuestra marca no es algo común —comentó Aker—. Espero que lo que tengas que decirme sea importante —murmuró Aker con gravedad.

Geb no le respondió; en cambio, lo condujo hacia una extensa campiña para obtener más privacidad y discutir lo que tenían pendiente. Apenas tuvo la oportunidad de desayunar con su Omega cuando el teléfono de su cabaña comenzó a sonar insistentemente, interrumpiendo la tranquila mañana que había planeado junto a Denix. Había imaginado pasar todo el día mostrándole los lugares más hermosos del pueblo, pero esa maldita llamada de emergencia lo obligó a abandonar sus planes. Esperaba que valiera la pena para justificar que su día tan esperado se arruinara.

—¿Yiran regresará al pueblo? —preguntó Geb mientras se acomodaba frente a un escritorio repleto de papeles y mapas.

—No lo sé. Envié a uno de mis hombres para que le diera la noticia de que mi Omega está conmigo —contó con una pequeña sonrisa tierna, pero esta cambió a una expresión más seria cuando su mirada se encontró con la de su amigo—. Así que, Geb, quiero que te mantengas alejado de ella.

—Sí, lo tomaré en cuenta.

Aker se abstuvo de confirmar que era verdad; deseaba mantener a Geb lejos de Yiran. No porque Geb fuera una mala persona, sino porque solía jugar con los sentimientos de quien consideraba su presa en ese momento, solo para desecharla después. Aker no quería tener a Geb como enemigo, ya que en esa situación, el único perjudicado sería Geb.

—¿Cuál era ese asunto importante por el cual me llamaste? —preguntó con impaciencia.

—¿Recuerdas al herido? -preguntó, obteniendo un asentimiento de Aker—. Además de encontrarlo desnudo, presentaba signos evidentes de tortura en su cuerpo. Las enfermeras me entregaron esto esta mañana.

ωιʅ𝚍 𝙳єѕтιиу ♡•°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora