El canto de los pájaros despertó a Denix de su pesadilla. Al acomodarse en la cama, un dolor punzante lo invadió, recordándole que no estaba en su habitación. Abrió los ojos, sobresaltado, y al tocar su abdomen, notó una mancha de sangre. El dolor físico era soportable, pero el emocional, provocado por los recuerdos de la noche anterior, lo atacaba sin piedad.
—¿Por qué a mí? —sollozó—. ¿Qué hice para que me trataran así?
Las preguntas quedaron sin respuesta, dirigidas a personas ya fallecidas.Denix revisó su herida. Agradeció la sangre cambia formas que aceleraba su curación, pero si fuera un Omega común hubiera muerto al instante, solo que en su caso sería un poco más lenta porque al no poder cambiar a su lobo tardaría más.
—Menuda suerte la mía —murmuro entre quejidos.
Observando a su alrededor recordó donde se encontraba.
Cuando emergió del río, la fatiga lo abrumó al punto de casi desmayarse. Sin embargo, se obligó a mantenerse en pie, avanzando entre tropiezos y caídas que le propinaron dolorosos golpes. Al llegar a una calle, tuvo la fortuna de que pasara un carruaje del mercado, identificándolo por el distintivo de la ciudad, un águila en este caso. Con dificultad y las últimas reservas de energía, se esforzó por alcanzarlo y subir a duras penas.
Dentro del carruaje, rebuscó entre las pertenencias que llevaba consigo, encontrando pieles y ropa. Tuvo la fortuna de encontrar unas manzanas, con las cuales se alimentó. Acto seguido, tomó telas para limpiar y envolver su herida, además de cambiar sus ropas por unas secas. Manteniéndose despierto durante el trayecto, Denix aprovechó una breve parada del carruaje en la ciudad. Bajó con la mayor discreción posible, alejándose entre la multitud. Finalmente, se refugió en un rincón como un vagabundo, pasando la noche entre la basura.
—Apesto como la mierda —musito arrugando su nariz.
Necesitaba cambiar el vendaje de su herida, pero desconocía dónde conseguir algo para detener la sangre que aún fluía, temiendo una infección mortal. Con esfuerzo, se incorporó del suelo y se envolvió con la capucha que había tomado del carruaje, ocultando su rostro. Debía abandonar ese sitio y la manada lo más rápido posible, ya que, de ser reconocido, su hermano mellizo estaría alertado.
—Escuchaste lo que dicen, toda la familia del Alfa fue asesinada —informó un vendedor ambulante—. Se dice que solo uno de sus hijos logró sobrevivir.
—¡¿Cómo, dioses?! ¿Y qué pasó? —la gente empezó a amontonarse para escuchar lo que decía el vendedor.
—Fueron atacados en su casa por la noche, ¿puedes creerlo? ¡En su propia casa! ¿Qué nos espera a nosotros?
—Pero si es cierto lo que dices, ¿por qué no se está escuchando nada? —preguntó con duda un oyente.Denix aprovechó la distracción de los aldeanos para tomar cosas de los diferentes puestos; Ese asunto ya no le interesaba. Tomó lo que pudo en una bolsa y se alejó de la multitud que seguía debatiendo el asunto de la familia del Alfa. Para ingresar a las diferentes manadas se necesitaba un permiso, y Denix no sabía cómo lo conseguiría, pero no podía quedarse allí. Si era posible, lo haría por el bosque.
—¡Un ladrón! —grito una voz chillona.
Denix maldijo su suerte y corrió tan rápido como su cuerpo se lo permitió. Escuchaba a los guardias seguir sus pasos, así que corrió saltando por los puestos, tirando a las personas que se atravesaban en su camino. Oía las quejas de aquellos que caían, conscientes de lo crueles que eran los castigos en la ciudad, dado que él había estudiado las leyes durante horas y horas. No estaba dispuesto a morir por unas cuantas pertenencias.
—¡Gracias, diosa luna! —celebró al divisar un caballo mal estacionado. Se acercó y de un brinco se montó, tomando la correa para hacerlo avanzar. El animal se resistió, relinchando y tratando de quitarse el peso de encima. Denix golpeó la parte trasera del caballo, haciendo que avanzara en una carrera feroz.
—¡Atrápenlo! ¡No huyas, cobarde! —ordenaban los guardias, maldecían por no llegar a tiempo y comenzaron a dar órdenes para seguirlo. Sin embargo, para ese momento, Denix ya se había escapado galopando rápidamente, saltando por los puestos. La gente, al ver a un individuo montando a caballo de manera temeraria, se apartaba del camino, lanzándole maldiciones.
—¡Apártense, señora! —gritó fuerte— ¡Salgan del camino!
En el calor de la adrenalina, no sintió dolor en su herida, pero al pasar de los momentos, empezó a desfallecer por el dolor. Detuvo el caballo cuando notó que estaba lo suficientemente lejos de la ciudad, se cayó del animal, cayendo estrepitosamente al suelo.
—Te puedes ir, amiguito. Gracias por tu ayuda —murmuró, quejándose. El animal, al verso libre, corrió de regreso a la ciudad, tal vez a reencontrarse con su dueño.—¿Y ahora? —pregunto a la nada.
Denix recordó la cabaña de sus padres en las afueras de la ciudad. Se recompuso con cuidado, observando su entorno, y casi lloró de felicidad al percatarse de su proximidad. Solo le restaba atravesar una cerca y cruzar una pequeña arboleda para llegar a la propiedad donde se encontraba la cabaña.
Luego, se puso de pie con dificultad y atravesó la cerca de púas. La capucha se rasgó, generándole frustración al trabajar en ocasiones. No podía depender únicamente de la suerte.
Y así, logró llegar casi al anochecer a la cabaña. Aunque no era muy grande, era una de sus favoritas. Solían refugiarse allí cuando las responsabilidades los abrumaban, escapando con su hermano mellizo. Juntos corrían por los árboles, su hermano en su forma de lobo y él intentando alcanzarlo en un juego que aliviaba la presión de la vida cotidiana.
Ahora, esos hermosos recuerdos se ven empañados por la traición de su hermano favorito. Nunca discriminaron por género ni situación, y jamás se enfrentaron. Sin embargo, ahora duda de la sinceridad del amor que su hermano afirmaba sentir hacia él.
Alejando esos momentos amargos, observar con melancolía el lugar. Al no tener con qué abrir, se encaminó hacia el pasaje secreto que él y Seth descubrieron en su niñez mientras exploraban. Así logró entrar; Todo estaba tal como lo dejaron la última vez, apenas una semana antes de los acontecimientos trágicos.
Su plan inicial era distanciarse lo más posible de su manada, pero con la herida aún fresca, decidió aplazarlo hasta recuperarse. Después, buscaría una ruta que lo llevara a un lugar lejano. Incluso contemplaba la posibilidad de cambiarse de continente, donde desconociera incluso el idioma.
Sin embargo, estaba seguro de que no envenenaría su alma buscando una venganza que no le proporcionaría la satisfacción que necesitaba. A partir de hoy, se embarcaba en esta aventura en solitario, liberándose de las ataduras que conllevaba llevar la sangre Lunar.
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ωιʅ𝚍 𝙳єѕтιиу ♡•°
Romance"𐐛օ 𝚙𝖊օ𝔯 𝒹𝖊 𝗎𝖓ɑ 𝘵𝔯ɑⅈcⅈօ𝖓 𝖊𝓼 𝒒𝗎𝖊 𝖓𝗎𝖓cɑ vⅈ𝖊𝖓𝖊 𝒹𝖊 𝗎𝖓 𝖊𝖓𝖊mⅈ𝓰օ" Denix fue testigo de ello, cuando su propia familia traicionó el amor y el respeto que él poseía por ellos... Sus verdugos, su padre y hermano mellizo. Su padr...