𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑉𝑒𝑖𝑛𝑡𝑖𝑛𝑢𝑒𝑣𝑒

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Geb se encontraba irritado. Todos sus intentos por acercarse a Yiran se vieron interrumpidos por ese "alfita" entrometido. Donde él quería estar a solas con ella, llegaba este y le quitaba la atención que había logrado crear con ella. En todo tenía que meterse. Llegó a un punto donde no pudo más, observarlos tan cercanos le resultaba insoportable, así que decidió alejarse para no verlos más. Sin embargo, no podía evitar sentirse alegre cuando ella pensaba en él primero para pedir un favor. Pero esa felicidad se opacó cuando descubrió de qué favor se trataba. Aunque no podía retractarse, ya que él cumplía con lo prometido, y además, hacerlo solo lo dejaría mal ante ella.

—Podrías apresúrate —musito colérico.

Enrik dio un brinco del susto ante la potente voz que resonó en la oscuridad. Estaba tan arrepentido de hacerse cargo de ir a dejar las cajas que, si antes hubiera sabido que el lugar al que debía ir quedaba tan lejos y alejado del pueblo, mejor las hubiera abandonado ahí. Además, su compañía no era la mejor que se pudiera imaginar; Geb no era muy amable con él y, a cada rato, le regañaba para que apresurara el paso.

Hacía rato que habían dejado atrás el pueblo y el lugar donde se celebraría La Cosecha, que eran lugares iluminados. Ahora solo era un solitario y oscuro camino, y precisamente ahí se ubicaba la bodega donde guardaban esas cosas. Estaba bastante alejada del pueblo, y en ese camino no encontraron ni una sola alma. Enrik empezaba a asustarse por eso, apresurando el paso y casi pegándose al costado de Geb.

—Aparte de inútil miedoso —replicó Geb, enfadado.

—¿Y tú no le temes a nada o qué? Quiero ver el día en que tiembles de miedo para burlarme de ti —comentó Enrik, molesto por los insultos del alfa.

—¡Ja! Eso nunca sucederá.

—Nunca digas nunca, porque no sabes qué te espera en el futuro.

—Ay, ya cállate mejor. ¿Por qué no mejor apuras tu paso y dejas de decir estupideces? Por aquí queda el bosque oscuro y algunas criaturas sedientas de sangre salen a cazar en las noches. No vaya a ser que huelan tu miedo y te devoren de una.

Eso era mentira; las criaturas del bosque oscuro no podían salir de ahí. Solo lo dijo para molestar al "alfita" y divertirse un rato con su reacción asustadiza.

—¿Cri-criaturas sedientas? ¿Qué tipo de criaturas? —preguntó aterrado, deteniéndose para observar a su alrededor. De repente, se sintió observado y eso le alteró más, sintiendo un estremecimiento en su cuerpo. Ni siquiera podía decir palabra, se sentía observado por unos ojos penetrantes—. O-oye, Geb, cre-creo que hay al-algo ahí —señaló, pero no recibió respuesta—. ¿Geb?

Pero ya no había más rastro de Geb, y eso casi le causó un infarto a Enrik. Comenzó a buscarlo y llamarlo como loco por todos lados. La sensación de ser acechado aún no se había ido, e incluso escuchaba gruñidos y rasguños en los árboles. Cansado, se detuvo en su búsqueda, tratando de encontrar el camino de regreso.

—¿Me buscabas? —susurraron con voz grave en su oído, causando que se quedara quieto en su puesto.

—¡Aaahh! —Enrik gritó cuando encontró su voz y se dio la vuelta para propinarle un puñetazo en la mandíbula que Geb no vio venir, así que el golpe seco resonó en el ambiente solitario.

—¡Carajo!

—¡¿Qué te pasa, idiota?! ¡Tienes mierda en la cabeza o qué! —exclamó colérico Enrik. No podía creer que el alfa le hubiera hecho ese tipo de broma, y él como un pendejo buscándolo por todos lados.

—Ay, que sensible, relájate un poco, alfita de imitación.

—Aquí la única imitación es tu verga.

ωιʅ𝚍 𝙳єѕтιиу ♡•°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora