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¢αριтυℓσ -50

Ahora Aker debía pensar en qué hacer. La información que su Omega le había revelado exigía una acción inmediata. Debía convocar una reunión urgente con todos los líderes y trazar un plan para estar alerta ante esa manada.

La ira burbujeaba en su interior.

Debía destruir a ese Alfa que tanto daño le había hecho a su pequeño Omega. No permitiría que lo lastimara de nuevo. Antes prefería arrancarle la vida con sus propias manos que volver a ver esos ojos llenos de lágrimas.

Su pequeña Luna no sufriría otra vez.

Cuando el baño terminó, Aker se levantó con suavidad, cubriéndolo con su capa para resguardar su cuerpo desnudo del aire frío. Con mucho cuidado de no despertarlo, caminó de vuelta a la casa, evitando cualquier ruido que pudiera perturbar el sueño de su Omega.

El lugar donde solían correr se encontraba justo en la parte trasera de su casa, y tras unos pocos pasos, podían llegar directamente a la entrada trasera. Llegaron al dormitorio, y con la misma ternura, Aker acostó a Denix sobre la cama, asegurándose de que estuviera cómodo antes de moverse para cambiarse rápidamente.

Una vez listo, Aker comenzó su rutina nocturna. Aplicó con esmero los productos que usaba para cuidar la piel de Denix, masajeando con calma y amor cada centímetro de su cuerpo. El suave aroma de los aceites naturales llenó el aire mientras Aker se aseguraba de que cada toque fuera perfecto. Luego, con cuidado, lo vistió con ropa suave.

Finalmente, lo arropó, dándole un beso suave en la frente, un gesto que había convertido en un ritual diario desde que su Omega llegó a su vida. En ese momento, Aker se sentó a su lado, mirando a su Omega con amor y protección, sabiendo que no había nada que deseara más que cuidar de él. Era su rutina diaria, pero para Aker, cada gesto, cada caricia, era un recordatorio de lo afortunado que era de tenerlo nuevamente a su lado.

Aker, reacio a separarse de su Omega, luchó consigo mismo mientras observaba a Denix dormir plácidamente en la cama. Cada parte de su ser anhelaba quedarse allí, acurrucado junto a él, y la tentación de meterse nuevamente en la cama para abrazarlo era casi insoportable. Sin embargo, algo en su interior le decía que debía levantarse. La responsabilidad lo llamaba, recordándole que había estado demasiado tiempo apartado de sus obligaciones.

Con un suspiro pesado, Aker se levantó con cuidado, tratando de no hacer ruido para no despertar a Denix. Salió rápidamente de la habitación, dejando la cama atrás, pero su mente seguía luchando con la idea de separarse de su Omega, incluso si solo fuera por unos momentos. Caminó hacia su despacho, donde los papeles se acumulaban como una montaña de recordatorios que no podía ignorar más.

Durante tanto tiempo, se había refugiado en su hogar, sumido en una burbuja de tranquilidad donde solo existían él y Denix, y las pequeñas responsabilidades cotidianas. Pero había algo en su interior que le decía que ya no podía continuar de esa manera. Las decisiones importantes, los papeles que exigían su atención, las responsabilidades que pesaban sobre sus hombros… todo eso no podía esperar más.

Al mirar el escritorio, Aker sintió la presión de su papel como líder y Alfa. Sabía que no podía seguir posponiéndolo. Denix era su prioridad, siempre lo sería, pero también había un mundo afuera que dependía de él, y no podía seguir ignorándolo.

Con un suspiro profundo, se sentó en la silla de su escritorio, comenzando a organizar los papeles con la mente decidida. Aunque su corazón deseaba volver al lado de su Omega, era hora de enfrentar lo que debía hacer para cumplir con su rol y asegurarse de que todo a su alrededor también estuviera en equilibrio.

Entre los papeles, Aker encontró varias cartas, algunas con el sello de la organización con la que estaban aliados. Al reconocer la familiar escritura en una de ellas, una ligera tensión recorrió su cuerpo.