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Gael jugaba con una rama haciendo círculos en el agua, mientras sus pies descalzos disfrutaban del contacto del césped frío pero acogedor. Había manejado desde la ciudad de La Plata con una necesidad imperiosa de volver a ver a Ingrid. Llevaban varios meses conversando y cada día se le hacía más difícil no pensar en ella. Casi no podía estudiar pensando en formas de hacerla reír. Su sonrisa era tan hermosa que era  lo único en lo que podía pensar.

Había releído sus cartas miles de veces y siempre se sentía poco locuaz como para responderlas. No era que no tuviera cosas para decirle. Podría haber hablado de su cabello, de sus ojos, de su cuerpo en esa imagen debajo del vestido mojado que no lograba borrar de su retina, también lo podría haber hecho de su risa, de la forma en la que utilizaba las palabras para contarle lo que le había pasado ese día o de la bondad que transmitía su mirada sin siquiera proponérselo. Sin embargo, no se atrevía a hacerlo.

Imaginaba lo que su madre diría si la llevaba al elegante piso de la Recoleta o la forma en la que su padre la miraría si la invitaba a sentarse junto a ellos en el comedor de la estancia. Ambos solían discutir en casi todo y sin embargo en lo único que siempre habían estado de acuerdo era con quien debía casarse. La hija de los Alzaga era la elegida desde antes de su nacimiento, aunque la hubiera visto apenas cuatro veces en su vida.

Todavía no sabía cómo iba a resolverlo, pero solo estaba seguro de que la única mujer que imaginaba a su lado, se acercaba con paso veloz y una enorme sonrisa en sus labios.

-No vale que llegues primero.- dijo Ingrid sin perder el paso ligero.

-La ruta estaba vacía y si te digo la verdad tenía muchas ganas de verte.- le respondió Gael poniéndose de pie para acercarse a ella.

Ingrid llegó hasta donde estaba y le regaló un efusivo abrazo que se prolongó algo más de lo que lo hacen los de los amigos.

-Hola Ingeniero.- le dijo una vez que logró que su cuerpo aceptara separarse.

Llevaban varios meses encontrándose a escondidas para conversar, nadar o simplemente recostarse uno junto al otro observando el inmenso cielo que ofrecía el campo.

-Hola señorita.- respondió él haciendo alusión al hecho de que ella deseara estudiar para maestra luego de terminar el colegio.

-¿Hizo los deberes alumno?- le preguntó mientras tomaba asiento en la orilla y se sacaba las zapatillas para disfrutar de la naturaleza.

-Sí, pero no sé si quiero mostrarle.- respondió él tomando un papel de su bolsillo mientras se sentaba a su lado.

-No soy tan severa, deme, deme, así puedo corregirlo.- le dijo ella sin perder la sonrisa que le producía aquel juego.

-No creo que logres entender mi letra.- se excusó él sonriendo también.

-Entonces va a tener que leerlo en voz alta, alumno.- lo retó con insolencia.

Gael se rió mientras negaba con su cabeza. No podía creer lo mucho que le gustaba pasar tiempo con ella. Recorrió el escote de su vestido suelto y aquel botón desabrochado activó su imaginación para que no quisiera detenerse.

-Está bien, pero no me mires mientras lo hago.- le dijo intentando concentrarse en lo que había escrito para no tentar a su cuerpo a responder a lo que veía.

-Ejjhr.- carraspeó para indicar que iba a comenzar y ella giró su cabeza para detener sus ojos en el agua.

- Definición de la palabra beso: Contacto o presión que se hace con los labios sobre una persona o una cosa, contrayéndose y separándolos, en señal de amor, afecto, deseo, saludo o respeto. Es la forma más pura y antigua de manifestar el amor por la persona que se desea, esa que te acelera el corazón y te obliga a sonreír cada vez que la ves o recordas.- leyó con pausa para luego volver sus ojos a sus mejillas carmín que se inflaron con algo muy parecido a la vergüenza, vestida de inocencia.

-Mirame.- le pidió y ella giró lentamente para enfrentarlo.

-Un beso es lo que llevo meses deseando darte. - le confesó y cuando ella colocó su cabello detrás de su oreja se aventuró a acercarse más y tomar sus mejillas entre sus manos.

-¿Puedo?- le preguntó mientras sus respiraciones se mezclaban para alejarse con el aroma del campo y colarse en la brisa que los envolvía virtuosa alentandolos a continuar.

-Bueno.- dijo ella con un hilo de voz y cuando sus labios por fin se unieron todo el temor de recibirlo por primera vez desapareció como lo hace el fuego con el agua.

Gael comenzó con pausa disfrutando del contacto de esos carnosos labios para luego aventurarse a su boca con un deleite único.

Ella no lo dudó, lo dejó entrar con sus ojos cerrados, dejando que la recorriera sin miramientos. Quería que supiera que su boca era suya, que toda ella le pertenecía. Estaba inmóvil, con sus manos sudorosas unidas sobre sus piernas y cuando él liberó sus mejillas para recorrer su cuerpo un nuevo estremecimiento la alcanzó.

Sintió sus manos en su cintura y obedeció a su pedido tácito de acercarse aún más.

La empujo con suavidad hasta sentarla sobre él, sin dejar de saborearla. Presionó sus caderas para sentir donde su propio cuerpo le reclamaba y cuando ella se sobresaltó por notarlo tan excitado decidió no apurar las cosas.

Se separó con pausa, con su labios aún abiertos y sus manos firmes sobre su piel.

-Solo deseo que te haya gustado tanto como a mi.- le confesó una vez que sus miradas se encontraron y al ver que ella movía su cabeza para confirmarlo volvió al ataque.

Reconociendo el camino volvió a besarla y a recorrer su boca con algo más de prisa. Sentía que su cuerpo estaba a punto de explotar y cuando ella por fin lo tocó casi se deja llevar.

Ingrid acariciaba sus brazos tensionados mientras comenzaba a tomar el control del beso aventurandose ella también a recorrerlo. Latidos veloces, respiración entrecortada y un gemido incipiente tiñó el encuentro de peligro para devolverle a Gael el control.

-Creo que me enamoré de vos.- le dijo separando sus cuerpos a pesar de los dos y al ver la forma en que ella abría sus ojos no logró distinguir qué sentimiento ganaba la pulseada.

-¿Qué pasa?- le preguntó con temor  mientras ella se apartaba volviendo a sentarse con algo de distancia.

Se sentía avergonzada. Se había dejado llevar, lo había tocado, lo había sentido y no quería detenerse.

-Es que no quiero que pienses mal de mi. Yo nunca, nunca había hecho algo así.- le dijo  con sus ojos oscuros clavados en el suelo.

Entonces Gael volvió a tomar sus mejillas para que lo mirara a los ojos.

-No tenes nada de qué avergonzarte. Llevo muchos días soñando con este momento y aunque mis sueños eran prometedores en la vida real fue mucho mejor. - dijo con una sonrisa en los labios.

-¿Escuchaste cuando te confesé que te amo?- le preguntó con una sonrisa picaresca y ella asintió imitando su sonrisa.

-¿Vos no?- le preguntó sin dejar de acariciarla y ella aumentó el tamaño de su sonrisa.

-Creo que si.- le respondió inocente y él se rió con ganas.

-Sos increible. - le dijo depositando un nuevo y corto beso en su labios.

-¿Entonces aprobé?- preguntó con insolencia y cuando ella tiró de él para volver a besarlo se sintió el hombre más afortunado del mundo.

Preguntame lo que quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora