16

31 4 0
                                        




Aquella tarde sería inolvidable para Ingrid. Aún no terminaba de entender como Gael había convencido a su madre, pero ella finalmente se había subido a la camioneta de Don Vittorio para ir hasta el pueblo en busca de una bicicleta que ni siquiera necesitaba.

Gael se había asegurado de llamar al dueño de la única bicicletería del pueblo y le había ofrecido una buena suma por armar una bicicleta especial que de seguro la retendría bastante tiempo allí. 

Sabiendo que se encontraban solos, la expectación no había tardado en llegar. Gael tenía la necesidad de exprimir los minutos junto a ella y a la vez la urgencia de disfrutarla sin demora.

La había buscado en la cocina donde ella lo había esperado tan inocente como frágil. Le ofreció preparar algo para comer pero él no aceptó. Se acercó sin hablar para atraparla entre la mesa y su cuerpo. La besó con mucha más profundidad logrando que las mariposas que revoloteaban desesperadas en su estómago, desearan liberarse a toda costa.

Ingrid lo recibió ansiosa y al sentir esa presión en su bajo vientre los nervios comenzaron a amenazarla. Ya lo había sentido excitado antes, había notado aquella dureza al mismo tiempo que su sexo vibraba pero ahora estaban solos y nada le impedía continuar.

Gael pasó sus manos debajo de su vestido y como lo había hecho antes acarició sus pechos firmes que lo recibieron sedientos para mostrarse presumidamente excitados. Ingrid separó sus labios y cuando él pellizcó sus pezones un gemido escapó para obligarla a cubrirse su boca.

-No temas expresarte, conmigo podes hacer lo que quieras, nunca va a estar mal.- le dijo Gael mientras continuaba acariciando y presionando su cuerpo con ferocidad.

Ella abrió sus ojos y buscó su mirada. Le creía pero necesitaba verlo.

-Me gustaría llevarte a mi habitación. ¿Querés venir?- le preguntó bajando sus manos para intentar controlarse.

Ingrid lo miraba con una mezcla de sentimientos. Parecía a gusto pero también atemorizada.

-Si no queres lo entiendo. Nada va a cambiar esto que siento por vos.- le dijo tomando su mano para colocarla sobre su propio pecho.

Entonces ella sonrió mientras asentía con su cabeza. Ya no tenía dudas de que deseaba continuar.

Gael comenzó a caminar sin soltar su mano. Avanzó por la sala principal y luego subieron la escalera. Iban en silencio pero cada dos pasos giraba para confirmar que aquella hermosa sonrisa continuaba allí. Ella se había aferrado a su mano como si de eso dependiera su vida. No dejaba de sonreír, incluso a pesar de que su corazón se había acelerado de manera preocupante.

Llegaron a la última habitación del piso y él abrió la puerta invitandola a ingresar. Era una habitación que Ingrid conocía demasiado bien, de hecho conocía cada rincón de esa casa por haber ayudado a su madre a asearla con frecuencia.

Gael la miró intrigado, no se había mostrado sorprendida ni había preguntado nada, sus ojos estaban puestos en él y nada más parecía importar. Eso lo halagó tanto que comenzó a sentirse nervioso. No quería hacerlo mal. No quería que todo acabara demasiado rápido. Necesitaba verla disfrutar.

La llevó hasta el borde de su cama donde insinuó que se sentara. Ella lo comprendió a la perfección y cuando lo vio sacarse la ropa , sus ojos se abrieron indiscretos. Nunca había visto a un hombre totalmente desnudo.

Gael sonrió de lado y se acercó con paso lento para comenzar a levantar el vestido desde el borde inferior. Notaba su respiración acelerada y su pecho subiendo y bajando con prisa, por eso no dudó en besarla. Primero sus labios, luego su cuello y cuando estuvieron libres, sus pechos tan perfectos como los había imaginado.

Ella entonces cerró los ojos, sus besos eran cálidos volviéndola sedienta de muchos más. Entonces él separó sus piernas para ir en busca de esa humedad creciente y desconcertante que la asaltaba cada vez que él la tocaba.

Sintió sus dedos explorando aquello que ni siquiera ella se animaba a tocar y una nueva sensación la alcanzó. Gael la besaba con pausa pero sus dedos cada vez presionaban con más fuerza.

-Estás lista. ¿Todavía queres?- le preguntó al oído con un tono dulce que logró conmoverla. Se sentía cuidada y eso era maravilloso.

Cuando logró moverse asintió con su cabeza y él se apartó.

Ingrid lo miró con su ceño fruncido pero al notar que buscaba algo en sus pantalones que yacían enroscados en el suelo finalmente comprendió. Gael volvió segundos más tarde y cuando notó la mirada de ella clavada en su excitación volvió a sonreír. Antes de colocarse el preservativo tomó su mano para llevarla hasta él y cuando ella lo miró dubitativa alzó su ceja con gracia.

-Me encanta.- le dijo para alentarla a continuar.

Ingrid no sabía muy bien que hacer, pero guiada por él comenzó a masajearlo para descubrir que ahora era la respiración de Gael la que se acelera y sus ojos los que se cerraban. Su mano hacía un contraste excitante con aquella piel clara. Tocarlo la hacía sentir poderosa, descubrir que podía excitarlo de esa manera le daba un nuevo sentido a esa imagen tan erótica que no lograría sacar de su mente por mucho tiempo.

Instintivamente aceleró el ritmo como él lo había hecho con ella y entonces él colocó su mano sobre la de ella para detenerla.

-Me encanta, pero no quiero que se termine tan pronto.- le dijo derribando la mirada de arrepentimiento de sus ojos negros.

Entonces volvió a apartarse para colocarse la protección y la invitó a acostarse en su propia cama. Volvió a acariciar su cuerpo desde el cuello hasta su ombligo y luego se acomodó entres sus piernas.

-Si te duele avisame.- le dijo en voz baja para luego utilizar movimientos casi quirúrgicos para abordarla.

Ingrid intentó relajar su cuerpo, sabía que aunque le doliera valdría la pena, por eso no lo detuvo. Gael la atravesó con cautela y al notar su mirada de aliento se animó a continuar.

Ingrid aguantó las primeras embestidas notando que el dolor comenzaba  a desaparecer y cuando la respiración de Gael golpeó su cuello todo su cuerpo se erizó para darle lugar a lo que en adelante conocería como el placer.

Sus cuerpos se unieron como si encajaran a la perfección y bastaron un par de movimientos para que el gozo fuera máximo.

Entonces él se dejó caer sobre su cuerpo y ni bien logró volver a respirar buscó su mirada con desesperación.

-Eso fue increíble.- susurró Ingrid con sus ojos achinados y sus mejillas coloreadas, mezclando notas de contrastante inocencia en su voz.

-Te amo.- le respondió Gael acercándose para depositar un dulce beso en sus labios, para luego recostarse y atraparla entre sus brazos disfrutando del aroma de su cabello y de la hermosa y placentera sensación de sentirse el hombre más afortunado del mundo.

Sobre todo por ese limbo narcótico que ofrece el amor, ajeno a lo incierto del futuro, ese futuro que no tenía nada bueno que ofrecerles a los dos.

Preguntame lo que quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora