¿Cómo pudiste hacer algo así? ¿Me explicás en qué momento perdiste la cabeza?- gritó Dolores arrojando el periódico de la competencia en la cara a un Gastón de gesto contrariado que caminaba de un lado a otro del lobby del hotel en el que se hospedaba.-Tranquila Dolo, ¿en serio me crees capaz de algo así? Necesito hablar con Mauge, espero que no lo haya visto todavía.- le dijo tomando las hojas del diario del suelo para acomodarlas sobre una mesa, su nombre había llamado la atención de demasiados curiosos y no estaba dispuesto a volverse viral por una discusión en público.
-Explícame qué pasó.- le pidió Dolores, quien había bajado un poco el tono.
-Acá no, tengo un mal presentimiento desde la mañana, necesito ver a Mauge. Seguime.- le dijo saliendo del hotel sin saber muy bien por donde comenzar a buscarla.
-No me contesta el teléfono, seguro ya leyó tu nombre como el héroe de la causa.- respondió la periodista mientras sacaba su celular para intentar comunicarse con su amiga.
-Fue Ignacio.- le respondió Gastón sin mirarla mientras avanzaban por la vereda acomodando su gorra para ocultarse de sus colegas, que lo buscaban tanto por reconocimiento como para intentar hundirlo, en aquel ambiente, la carrera por ascender solía ser inescrupulosa.
-¿El chiquito que te produce? ¿Qué hizo?- le preguntó Dolores, cada vez más preocupada por notar que sus mensajes no llegaban al celular de Eugenia.
-Al parecer su relación con el productor de Mauge no terminó bien, no sé los detalles pero estaba despechado, me lo confesó cuando lo increpé esta mañana al descubrir la nota. Le había comentado nuestros hallazgos la noche anterior y aunque también le había dicho que no íbamos a decir nada hasta conseguir alguna prueba, no le importó. Quiso lastimar a Sebastián y no se dio cuenta del daño que me estaba haciendo a mí. - dijo deteniendo su paso para por fin mirar a su amiga a los ojos.
-No puedo perderla de nuevo, no ahora que por fin me aceptó.-le dijo con súplica en su mirada y Dolores supo que decía la verdad.
-Tranquilo, ella va a entender.- le respondió acariciando su brazo con cariño.
Gastón se llevó ambas manos a la cara. Necesitaba ordenar sus ideas, pensar como ella, ¿a dónde podría haber ido? Sabía que había visitado al médico en la morgue, pero no estaba seguro de lo que había descubierto allí. ¿A dónde? ¿A dónde estaba el amor de su vida?
-A lo mejor volvió a Buenos Aires.- le dijo Dolores obteniendo una mirada de pánico que lo llenó de inseguridad.
Continuaron avanzando hasta la plaza, Gastón no terminaba de creer que se hubiera vuelto sin completar su trabajo, ella no era así, no iba a dejar que lo personal afectará su carrera.
-Disculpe, ¿es usted el-?- la voz de un hombre desconocido lo sacó de sus pensamientos y Gastón creyó que lo había reconocido del peridodico.
-Si, soy, pero si me disculpa ahora no puedo.- lo interrumpió alzando su mano.
-Es que su compañera olvidó algo en mi auto y pensé que usted podría darselo.- le dijo y entonces Gastón giró para ver al mismo taxista que lo había llevado hasta la estancia días atrás.
-¿Qué fue lo que olvidó? ¿A dónde la llevó?- le preguntó comenzando a desenterrar sus propias esperanzas.
-Lo tengo en el auto, creo que es una agenda. Hace un par de horas me pidió que la llevara de nuevo a lo de los Lavalle.- le dijo el hombre comenzando a caminar hacia su propio auto.
Gastón miró a Dolores y ella asintió con su cabeza, había vuelto allí sola y ahora que se había hecho pública la sospecha de Hector Lavalle, eso no sonaba nada bien.
El hombre le entregó la agenda a Gastón que comenzó a hojearla, muchos de los "no me cierra" habían sido tachados, reconocía su letra, su forma de resumir y cuando llegó a la última página no tuvo más dudas.
-Dolo, llevá esto a la policía. Pedí que se comuniquen con el médico de la morgue y que localicen a Hector Lavalle, no sería raro que estuviera en la estancia, yo me voy a adelantar. Disculpe ¿podría llevarme por favor?- le pidió al taxista cada vez más seguro de que algo malo estaba ocurriendo allí.
-¿No queres que te acompañe?- le dijo Dolores pero él negó con su cabeza.
-No, prefiero que vayas con la policía, no se por que pero algo huele mal.- le respondió subiendo al auto con prisa.
En ese momento todo su pasado se proyectó como una película ante sus ojos. El temor comenzaba a señalarle lo que ya sabía y no quería aceptar. Había desperdiciado los últimos catorce años de su vida. Había sido obstinado y terco, había dejado que la ambición se antepusiera a lo que realmente amaba. Había abandonado a la única mujer que lo hacía verdaderamente feliz.
La juventud a veces nos lleva a cometer errores que luego pueden pagarse demasiado caros. Ahora le había abierto su corazón, se lo había contado todo y sin embargo no podía dejar de sentir que a lo mejor no era suficiente. Incluso una decisión correcta es incorrecta cuando se toma demasiado tarde. Y eso era lo que le había ocurrido.
No haberle confesado su amor, no haberlo hecho ni siquiera cuando su abrazo era lo único que necesitaba, lo había llevado a perder su confianza. La antigua Mauge, la que lo esperaba en la escalera de la facultad con una sonrisa y corría a colgarse de su cuello con una alegría exultante se hubiese reído de aquel titular, pero la actual no confiaba en él, estaba tan dolida que incluso cuando había aceptado su cuerpo aún no terminaba de aceptar su corazón.
Había leído en la libreta que pensaba probar la paternidad con algo relacionado a la sangre, y esa imagen lo transportó de nuevo al peor año de su vida. A ese en el que lo había perdido todo. Recordó cuánto necesitaba el consejo de su amigo. En ocasiones imaginaba sus palabras, lo hubiese retado por alejarse, por perderse en un mundo ajeno a él, por beber, por casarse con la primera mujer que se había cruzado en su camino, por intentar olvidar en lugar de luchar.
No estaba dispuesto a volver a perderla. Iba a buscarla y la iba a convencer de que él no había hecho nada, de que incluso dejaría su profesión, su carrera, todo lo que fuera necesario para volver a intentarlo.
Ella era la única que lo hacía realmente feliz, la única con la que podía ser él mismo, la única persona que deseaba ver cada mañana para confirmar que esta vez lo había hecho bien.
Sin embargo, primero tenía que encontrarla. Y a juzgar por el vacío que sentía en su estómago, la posibilidad de que algo le hubiera sucedido, cada vez le resultaba más escalofriante

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Preguntame lo que quieras
RomanceMaría Eugenia es una periodista en ascenso. Ha postergado todo en su vida para llegar a dónde quiere, por eso no duda en embarcarse en la cobertura del que promete, será el juicio del año en las afueras de la provincia de Buenos Aires. Lo que ella n...