13Habían regresado en silencio desde el lago, que parecía ser el único lugar de aquel campo que tenía señal, ya que sendos productores los habían estado llamando desde temprano.
Al parecer algún medio había sacado el nombre de Juan a la luz y ahora su casa estaba asediada. El pobre no podía salir ni entrar ya que se había negado a hablar. Por otro lado, la autopsia definitivamente había desaparecido del expediente. Cuando Sebastián había llegado a tribunales se había encontrado con la abogada de la familia de Ingrid, una joven recién recibida que solía vivir en el pueblo y que había aceptado el caso probono. Sebastián la había alertado y la joven había redactado un escrito para solicitar el informe. Parecía una chica inteligente, pero no tenía nada de experiencia y por más promedio brillante que hubiera obtenido en la universidad la voracidad del mundo judicial amenazaba con arrasar con ella.
Gastón y Eugenia llegaron nuevamente a la casa y cuando ella había intentado llamar al taxista, habían descubierto que ni su teléfono ni el de Gastón funcionaban allí.
-A lo mejor adentro hay un teléfono fijo.- sugirió Gastón rompiendo el silencio incómodo que se había instalado luego de su encuentro en el lago.
-No voy a romper ninguna ventana, creo que con el espectáculo del alambrado tengo suficiente para el día de hoy.- dijo ella intentando recuperar su espontaneidad.
No deseaba darle un significado a lo que había estado a punto de ocurrir. No podía confesar que lo había disfrutado, mucho menos que lo había deseado durante los últimos 14 años.
Gastón por fin volvió a sonreír. Su mente se había vuelto un torbellino. ¿Hasta dónde hubiera sido capaz de llegar? Ni siquiera sabía si ella estaba sola. Necesitaba que lo escuchara, aunque en ese momento su mente no le permitirá hilar dos palabras.
-Ey, ¿Me escuchaste?- le dijo ella chasqueando sus dedos frente a sus ojos que parecían abrumados.
-Si, si, no pensaba romper nada. Vamos a probar las puertas.- dijo él subiendo a la galería para probar la primera puerta sin éxito.
Eugenia lo seguía de cerca y de repente comenzó a mirar hacia arriba.
-¿Qué pasa?- le preguntó él mientras continuaba probando aberturas.
-Estoy viendo si hay cámara. Creo que nos estamos pasando un poco, no quiero ir presa por invadir propiedad privada. - dijo.
Gastón sonrió y giró para colocar sus manos sobre sus hombros.
-Tranquila estás conmigo.- respondió confiado, pero cuando terminó de pronunciar las palabras un sonido los alertó y su gesto de superación se vio reemplazado por uno de temor.
-Te lo dije.- dijo Eugenia algo asustada tomando su mano para comenzar a correr hacia el exterior de la galería.
Llegaron al final de los cuatro escalones y el sonido se hizo más fuerte, para que luego una lluvia repentina los comenzara a empapar.
Los regadores automáticos se habían activado comenzando a mojar aquel sector de pasto que se veía mucho más verde.
Con el agua sobre sus rostros y la mano de Gastón aún entre la suya, Eugenia comenzó a reírse tentando a Gastón que no tardó en hacer lo mismo.
Continuaron caminando para alejarse del agua y cuando por fin lograron contener sus carcajadas Eugenia se miró a sí misma. Estaba completamente empapada y la musculosa blanca que llevaba traslucía sus pequeños pechos sin dejar nada a la imaginación. Intentó soltar la mano de Gastón para tirar de la tela pero él no la dejó.
La observaba con los ojos cargados de deseo, ya no tenía dudas de cuanto le seguía gustando.
Ella se sonrojó y volvió a bajar la vista, quería cubrirse, pero a la vez disfrutaba de ser la responsable de esa mirada.
Entonces él tiró de ella y la atrapó entre sus fuertes brazos.
-Seguís siendo tan hermosa...- le dijo y sin esperar respuesta alguna se apoderó de sus labios como si de eso dependiera su vida.
Eugenia, tan sorprendida como ansiosa por volver a tenerlo, decidió dejar de luchar y separando sus labios lo dejó entrar para descubrir que seguía sintiéndose tan maravilloso como lo recordaba.
Gastón pegó aún más sus cuerpos, la tela empapada comenzaba a estorbar y sus manos se movieron debajo para acariciar su piel con desenfreno. Primero fue su cintura que marcó el camino hacia el norte para llevarlo a esa hermosa sensación que revivió en su mente sin consideración. Fue como si volviera a tener veinte años. La forma en la que los pechos de Eugenia cabían en sus manos era tan exacta que la memoria se encendió para confirmarle que ese era el único lugar en el que debería estar.
Eugenia dejó que la tocara y de repente lo quiso todo. Llevó sus manos a su cabello aun mojado y la remembranza fue instantánea. Suponía que lo extrañaba, pero en ese momento confirmó que no existía otro lugar en el mundo en el que deseara estar.
Ninguno parecía querer que el beso terminara, no solo por la forma en la que lo estaban disfrutando, también comenzaba a sonar una alarma del después, que no les permitía pensar con claridad. ¿Qué estaban haciendo? Ni siquiera habían hablado de la última vez que se habían visto y ahora allí estaban, enredados en tus propios brazos que no estaban dispuestos a desatarse.
Gastón abandonó sus pechos para tomar sus caderas y cuando iba a alzarla un grito lejano los interrumpió.
-¡Eh! ¡¿Qué hacen?! Esto es propiedad privada.- gritó uno de los peones que se había quedado a cargo de los cuidados mínimos del campo.
Gastón no tuvo más remedio que separarse y ella lo imitó intentando acomodar su ropa aún empapada.
-Lo siento, lo siento. Es que necesitamos llamar un taxi y no tenemos señal.- dijo Gastón, omitiendo el hecho de que había estado a punto de hacerle el amor a la única mujer que lo hacía vibrar como nadie más podía hacerlo.
El peón se rascó la cabeza mientras arrugaba su rostro de manera graciosa.
-Hay un teléfono en el establo, vengan que les muestro. - dijo comenzando a caminar con paso lento.
Gastón miró a Eugenia entre preocupado y sorprendido.
-Yo voy, así te podes secar un poco.- le dijo y al ver que ella alzaba su vista supo que no era lo que esperaba oír.
-¿Estás bien?- agregó como si pudiera borrar el hecho de que no había mencionado lo que acababa de pasar.
- Sí, si. Andá.- se apresuró a responder, si él no quería hablar ella no iba a hacerlo tampoco.
-Eh, yo...- comenzó a decir Gastón, pero ella alzó su mano para que no continuara.
-No hace falta que digas nada, nos dejamos llevar, somos grandes, podemos manejarlo. Ahora por favor llamá a ese taxi que necesito cambiarme.- le dijo sin atreverse a mirarlo.
Gastón se quedó inmóvil, no había sido solamente un beso y por supuesto que se había dejado llevar, pero lo había hecho porque llevaba demasiados años deseándolo.
-¿Viene o no?- volvió a gritar el hombre del campo.
Ella lo miró y alzó sus cejas como si no comprendiera porque continuaba allí y él no tuvo más remedio que caminar hacia el establo.
Solo deseaba tener una nueva oportunidad. Comenzaba a sentir que no sería capaz de continuar viviendo sin al menos haberlo intentado, no ahora que había confirmado que un solo beso era capaz de transportarlo a ese pasado que parecía ser el único momento de su vida en el que había sido completamente feliz.

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Preguntame lo que quieras
RomanceMaría Eugenia es una periodista en ascenso. Ha postergado todo en su vida para llegar a dónde quiere, por eso no duda en embarcarse en la cobertura del que promete, será el juicio del año en las afueras de la provincia de Buenos Aires. Lo que ella n...