Los fines de semana se habían transformado en una exploración continua de las manifestaciones más puras que el amor podía ofrecer. Ingrid esperaba a Gael en aquel camino y juntos pasaban sus tardes perdidos en el campo.Juntos se sentían invencibles. Todo a su alrededor parecía desaparecer e incluso dejaba de importar.
No perdían oportunidad de besarse por largos minutos, nadaban juntos en el lago despertando la imperiosa necesidad de estar cada vez más unidos. Se habían amado en el agua, en el auto de Gael e incluso sobre una manta floreada perdidos entre los pastos altos de las zonas más alejadas del campo.
Aquella noche, Gael daba vueltas en su cama. Estaba cansado de tener que ocultarse, no podía entender porque no podía tener a Ingrid a su lado. Extrañaba su aroma, sus caricias, sus ojos cerrados cada vez que la tocaba, sus susurros tibios en su oído.
Oyó que el auto de su padre salía y decidió aventurarse a buscarla. Tomó una de las viejas bicicletas del establo y pedaleó por el camino que tantas veces había recorrido en su auto. Llegó a las cercanías de la casa de Ingrid y notó que todo estaba apagado. Aún respiraba agitado e intentaba recuperar el aliento cuando comenzó a tomar piedras del suelo. Algo más sereno se asomó a una de las ventanas y al verla dormida sobre su cama lanzó una roca para hacerla sonar contra el vidrio.
Fueron necesarios cinco piedrazos para que la joven reaccionara, solía dormir profundamente como consecuencia de sus días en el campo y sin embargo, ni bien lo reconoció saltó como si se sintiera renovada.
Sin despertar a su madre le hizo señas para que la esperara y al cabo de unos minutos apareció junto a él para darle un enorme beso en los labios.
-¿Pasó algo?- le preguntó cuando logró separarse en un susurro preocupado.
-Te extrañaba demasiado.- le respondió él con sinceridad.
Ella sonrió mientras su mejillas se sonrojaron.
-Si mi mamá nos descubre no voy a poder volver a verte.- le dijo ella entre halagada y preocupada.
-Vamos entonces.- le suplicó él sin dejar de acariciar su cintura.
Ingrid dudó unos segundo y finalmente cedió, estaba tan enamorada que no había nada de lo que le pidiera a lo que pudiera negarse.
Tomó su propia bicicleta y pedalearon juntos hasta el establo, donde Gael cerró la puerta a su paso y tomó su mano con premura. No le importaba el cansancio de sus piernas ni la agitación de su respiración por el largo camino, solo importaba ella.
Sin dudarlo la llevó hasta uno de los rincones y sacandose su camisa la estiró en el suelo.
-¿Puedo?- le preguntó con ese cuidado que siempre tenía cuando estaban juntos.
Ingrid negó con su cabeza mientras se mordía el labio inferior y al notar la sorpresa en el rostro de Gael sólo pudo reírse.
-Quiero hacerlo yo... Sentate- le dijo ella intentando sonar provocativa.
Llevaban varios meses haciendo el amor y se sentía segura de sí misma, quería demostrarle cuánto le gusta estar con él, quería que la viera mayor.
Gael finalmente recuperó su sonrisa y sin dudarlo se sentó sobre su propia camisa.
Ingrid comenzó a tocar su propio cuerpo, primero sus brazos, luego sus pechos y girando presumida movió sus caderas con soltura. Tomó el borde inferior de su vestido ligero y lo alzó para quedarse solamente con su ropa interior.
Gael la observaba incrédulo, sabía que le gustaba, sabía cuánto lo excitaba y por eso no pudo contenerse y comenzó a tocarse con un brillo oscuro en su propia mirada.
Ingrid continuó contoneándose, había cruzado sus brazos ante sus enormes pechos desprovistos de cualquier tipo de tela, era una joven de piel firme, tez oscura y curvas pronunciadas que ofrecía una sensualidad exultante. Con sus ojos clavados en los del hombre que amaba bajó un brazo con gracia y comenzó a erizar sus propios pezones con el otro para luego liberarlos y enseñarlos orgullosa.
Gael no podía dejar de estimularse, aquel cuerpo iluminado por los haces de la lunas que se colaban entre las maderas era una imagen cargada de erotismo que lo excitaba cada vez más y más.
Entonces ella se acercó y soltó la larga trenza que llevaba en el cabello para dejarlo libre sobre sus propios pechos y terminar de despojarse de la prenda que aún lucía.
-¿Dónde está?- le preguntó y Gael tuvo que recordar que necesitaban protección. Se apresuró a buscar el preservativo en su pantalón y sus movimientos torpes la llevaron a sonreír. Lo estaba consiguiendo, lo había dejado sin palabras, lo estaba disfrutando.
Entonces se arrodilló frente a él para luego acomodarse justo donde aquella enormidad rogaba por su piel y subiendo y bajando con desenfreno terminaron envueltos en su propio sudor que lejos de incomodarlos los llevó a sentirse cada vez más cerca.
Abrazados, agotados, demasiado enamorados, comenzaron a creer que la vida sin el otro no era vida en absoluto, por eso la idea de no estar juntos comenzaba a sonar imposible.
-Cada día me gusta más, no sé cómo voy a hacer para volver a la universidad y estar lejos tuyo.- le dijo Gael volviendo a recostarse para acomodarla aún desnuda sobre su pecho blancuzco que ofrecía un contraste tan vibrante como hermoso.
-Yo también te extraño, pero tenes que concentrarte en recibirte pronto, yo casi termino el colegio y voy a poder comenzar el magisterio.- le dijo ella mientras disfrutaba de las caricias que él le regalaba.
-¿Y si nos casamos y te venís a La Plata conmigo?- le dijo con la urgencia de quien no desea perder algo preciado.
Ingrid se rió con una carcajada.
-Vos estás loco.- le respondió incrédula.
-Loco por vos.- le respondió con una sonrisa para volver a besarla y rápidamente encender nuevamente ese deseo único que los invadía cada vez que estaban juntos. Insaciable, íntimo y tan poderoso como para abolir las incertidumbres y volver cualquier sueño posible.
Lo que ninguno de los dos sabía era que detrás de los haces de luz de luna, un par de ojos intrépidos, lo habían visto todo y como la mañana destruye los placenteros sueños de la noche, estaban dispuestos a destrozarlo todo.

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Preguntame lo que quieras
RomanceMaría Eugenia es una periodista en ascenso. Ha postergado todo en su vida para llegar a dónde quiere, por eso no duda en embarcarse en la cobertura del que promete, será el juicio del año en las afueras de la provincia de Buenos Aires. Lo que ella n...