Eugenia estaba parada en el mismo lugar en el que había estado Ingrid dos años atrás, con la misma cara de pavor y sus manos igualmente temblorosas.Había logrado empujar a Héctor, pero al intentar salir de aquella casa el sonido del gatillo la había vuelto a paralizar.
Como si Ingrid hubiera dejado sus huellas, Eugenia repitió sus movimientos casi en el mismo compás
-No vas a tocarme.- dijo cuando las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas.
-¡No me vas a hacer lo que le hiciste a ella! ¡Sos un monstruo! ¡Deberías estar preso! .- le gritaba con sus dientes apretados mientras Hector avanzaba con pasos firmes pero lentos hacia ella.
-Esa zorra lo disfrutaba y a vos te va a pasar lo mismo.- le dijo con sus labios entreabiertos y su aliento a alcohol alcanzandola para terminar de completar la imagen más horrorosa que hubiera visto en su vida.
-¡No lo disfrutaba, ella amaba a Gael y vos le arruinaste la vida, incluso antes de matarla!- le gritó aumentando el volumen de sus palabras con la esperanza de que alguien más pudiera oírla.
-¡Qué yo no la maté! Para ser periodista te falla la memoria.- le dijo cuando estuvo más cerca e inclinando el arma tocó su frente con el frío metal dos veces.
-¿Quién fue entonces?- le preguntó Eugenia apelando a los últimos minutos que creía, le quedaban.
Hector volvió a emitir una carcajada y ella ya no pudo soportarlo, lo empujó haciendolo caer sobre la mesa que tenía las esculturas. Las mismas rodaron sin romperse, al parecer eran de un material demasiado duro.
-¡Si son todas iguales! ¿Acaso pensas que podes escaparte? ¿Crees que ese bastardo va casarse con vos?- dijo tomándose la cabeza, aparentemente golpeada por una de las estructuras de mármol.
Eugenia no terminaba de entender si le hablaba a ella.
-Vamos negrita, si sabes que sos mía, ese bastardo no lleva mi sangre, no es capaz de hacerte lo que yo te hago.- dijo con sus ojos entreabiertos. Parecía estar hablándole a Ingrid, el golpe lo había vuelto confuso.
-Nos amamos, a él no le va a importar que el hijo que llevo no lleve su sangre. Vamos a ser felices igual.- Le dijo Eugenia imaginando lo que aquella joven podría haberle respondido.
Quería saber lo que había ocurrido, necesitaba saber por qué decía que él no la había matado cuando había confesado todo lo demás.
Entonces Hector pareció reaccionar. Se puso de pie con su mano aún en la cabeza y la empujó contra la puerta.
-Eso nunca va a pasar. Ese bastardo no puede ser feliz, no después de haber arruinado mi vida. Su nacimiento me lo quitó todo, lo que es justo es justo.- dijo y cargando sus ojos de furia tomó una de las esculturas para intentar golpearla en la cabeza.
2 años atrás había dado en el blanco, había golpeado a Ingrid haciéndola caer en el suelo y con un silencio ensordecedor se había inclinado para comprobar que aún respiraba. No había querido hacerlo, pero no se había logrado controlar. Solía pasarle luego de que la única mujer que había amado lo había engañado en sus narices.
Sin embargo, en el momento en el que alzó su vista, los ojos de aquel muchacho moreno lo sorprendieron desde la ventana.
Juan lo había visto todo y eso era algo que no estaba dispuesto a enfrentar Sin perder tiempo había abierto la puerta para llamarlo.
-Eh vos, si no queres que mate a toda tu familia será mejor que guardes silencio y me ayudes.- lo había amenazado y Juan, víctima de su propio corazón haciéndose añicos frente a la pérdida de la chica que amaba no había podido más que obedecer.
Hector le había pedido que buscara una soga mientras llevaba el cuerpo de Ingrid hasta el césped y en el momento en el que Juan regresaba la lluvia helada de los regadores lo había empapado.
-Llevala al establo.- le había pedido anudando la soga para luego entrar a su propia casa, sin saber que el mismo joven que hubiese dado su vida por ella terminaría agotando el último suspiro de aquel cuerpo cuando la cuerda subiera hasta su cuello producto de la fuerza que impartía al trasladarla.
Juan la había acomodado con cariño sin saber que él era el último responsable de su fatídico destino, incluso había besado su frente mientras lágrimas dolorosas marcaban surcos en sus mejillas. La había perdido y ni siquiera podía llorarla, ya que su jefe haría que su familia corriera la misma suerte.
La dejó allí, empapada y fría, para sepultar una verdad demasiado cruel que no lo dejaría vivir en paz durante los próximos dos años.
Hector lo había visto alejarse por la ventana y se había dado un largo baño para luego disfrutar de un whisky en su cuarto. Es increíble cuán lejos llega la desidia humana cuando un corazón no sabe latir.
No fue hasta que los gritos de Gael llegaron a sus oídos que se decidió a bajar y como si se tratara de un padre adorable lo había abrazado para llamar a la policía luego e inventar una historia convincente para aquel muchacho que sentía que lo había perdido todo.
Hector se lo había contado todo y Eugenia no podía terminar de creerlo, ese hombre era verdaderamente un monstruo.
-Buen trabajo periodista, lástima que ahora no vas a poder contárselo a nadie,- le dijo justo cuando los mismos ojos morenos lo observaron desde la ventana.
-¡¿Qué no tenes otra cosa mejor que hacer que espiar?! - gritó Hector mientras abría la ventana para gritarle a Juan, que temblaba como una hoja y apenas se acordaba de respirar. ¡Había sido él! ¿Cómo era eso posible? ¿Como aquel detestable sujeto no le había dicho que Ingrid estaba viva? ¿Cómo no lo había chequeado? No podía soportar el dolor que revivió en su pecho, era como si la tuviera enfrente de nuevo y no pudiera salvarla, como si no se sintiera merecedor de continuar con vida. No después de lo que le había hecho a la mujer que amaba.
En ese momento Eugenia aprovechó para escapar, empujó a Hector que se había inclinado en la ventana y abrió la puerta principal para salir de aquella pesadilla.
Apresuró su paso por la galería, mientras Hector volvía a empuñar su arma.
-¿Por qué seguís prolongando lo inevitable? Ya te dije que nadie va a saberlo.- le gritó justo cuando ella se detenía y sacaba su teléfono del bolsillo.
-Ya lo saben.- le gritó satisfecha enfrentando su destino mientras detenía la grabadora del teléfono, sabiendo que sus notas de voz siempre guardaban una copia en la nube.
Sin embargo, lo único que recibió como respuesta fue el ensordecedor sonido de la más temida detonación que indicaba que la bala había comenzado su irremediable trayectoria

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Preguntame lo que quieras
RomanceMaría Eugenia es una periodista en ascenso. Ha postergado todo en su vida para llegar a dónde quiere, por eso no duda en embarcarse en la cobertura del que promete, será el juicio del año en las afueras de la provincia de Buenos Aires. Lo que ella n...