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Eugenia aún temblaba en el asiento trasero del polvoriento taxi. Si bien la temperatura de afuera era agradable llevaba toda su ropa empapada y siempre había sido una mujer friolenta.

Gastón había insistido en darle su ropa varias veces pero ella no la había aceptado. Estaba frustrada, sentía que no habían conseguido nada con su visita a la estancia, al menos nada con respecto al caso, ya que ahora sabía demasiado bien lo bien que sabía volver a besar a Gastón.

No podía sacar esa imagen de su mente, lo había dejado avanzar, lo había tocado, lo había disfrutado y no podía perdonarse por eso. Necesitaba saber si aún estaba casado, eso la volvía loca, ella no era una mujer infiel, nunca lo había sido y no estaba dispuesta a romper ninguna pareja.

-Bueno basta de hacerte la que no necesita nada.- dijo Gastón sacándola de sus pensamientos y antes de que ella pudiera responder se acercó para pasar su brazo sobre sus hombros.

-No quiero que te mueras de frío.- agregó cuando ella lo miró con su ceño fruncido.

Eugenia no deseaba continuar peleando, al fin y al cabo era solo un abrazo y a juzgar por la ausencia de escalofríos estaba surtiendo su efecto.

-Gracias.- dijo en voz baja acomodando su cabeza sobre el torso de Gastón y cerrando sus ojos para disfrutar aún más de su aroma.

-Es un placer.- respondió él frotando sus brazos para darle calor con una sonrisa genuina en sus labios.

-¿ustedes son los periodistas, no?- preguntó el conductor ajeno a lo que estaba ocurriendo en aquel auto.

-Sí.- respondió Gastón sin dejar de acariciarla.

-Ya me parecía a mi. ¿Lo viene a defender a Don Vittorio? Ese hombre es más bueno que el pan, un poco bruto nomás, pero no creo que le haya hecho nada a "La Ingrid" .- dijo el hombre con sus ojos en el camino.

-¿Por qué piensa eso?- le preguntó Gastón fiel a su profesión.

-Porque el hombre la quería, todos en el pueblo la queríamos, iba a ser la maestra de nuestros hijos. Pero esa familia es ...- dijo el hombre buscando las palabras correctas para definirlos.

-¿La gente del pueblo le tenía miedo a los Lavalle?- le preguntó Gaston frente a la atención de Eugenia que sentía que hubiera hecho las mismas preguntas en su lugar.

-Pff.. - exclamó el hombre agitando su mano en el aire.

-La mayoría sí, pero yo no. A mi el viejo Lavalle siempre me cayó bien, lo que pasa es que cuando se murió, la hija tuvo que irse y ya nada fue lo mismo.- explicó el hombre.

-¿Tuvo que irse?- preguntó Eugenia incorporándose un poco sin querer perder del todo el contacto con Gastón.

-Hay muchas versiones sobre el porqué pero la realidad es que ninguno de los dos se portaba bien.- dijo el hombre justo cuando se aproximaban al hotel.

-Pero eso no importa, lo que sí importa es que Don Vittorio no se merecía ir preso, él solamente quería ayudar y lo embaucaron.- sentenció el hombre.

Eugenia y Gastón se miraron con la misma expresión, pero cuando quisieron pedirle más información el hombre se negó a hablar.

-Ya les dije demasiado, busquen a María, ella ya no tiene nada que perder, de seguro puede darles más información.- fueron las últimas palabras que dijo. Luego se limitó a tomar el dinero y continuar su camino.

Gastón caminó junto a Eugenia, sus habitaciones estaban en el primer piso así que ella no tuvo más remedio que viajar junto a él en el ascensor.

-Ya no tengo dudas de que Don Vittorio no lo hizo, pero como puede ser que no hayan investigado a nadie más y que nadie quiera hablar.- dijo Gastón caminando a su lado por el pasillo del hotel.

-Es todo muy raro, el cliché de la familia rica que compra el silencio tampoco termina de cerrar. Si Gael estaba enamorado de Ingrid, ¿por qué iba a matarla? Tenemos que leer su declaración, si estuvo en la casa tuvo que haber visto algo, está todo muy cerca. - dijo ella mientras tomaba la llave de su habitación. 

-También me gustaría hablar con María, debe saber algo más.- agregó Gastón aguardando a que ella abriera la puerta.

-Sebastián me dijo que conoció a su abogada y tiene su número, voy a llamarla.- dijo Eugenia por fin accionando el mecanismo para que la  puerta se abriera.

Entonces ingresó y cuando iba a despedirse vio que él entraba con ella.

-¿No puedo?- le preguntó como si hubiera preguntado una obviedad.

-Tengo que cambiarme.- respondió ella con su mano aún en el picaporte.

-Te espero.- respondió él entrando al lugar como si se tratara de su propia habitación y tomando asiento en la cama.

Eugenia lo observó anonadada. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué se suponía que eran ahora? Cansada de pelear con los fantasmas del pasado tomó una remera de su valija y mientras ingresaba al baño se sacó a propósito su ropa. Si él quería jugar ella se lo haría más difícil.

Gastón iba a hablar y casi se cae del borde de la cama. Eugenia caminaba tan solo con sus shorts, su cuerpo delgado se movía con cada paso y el reflejo en el espejo del baño le regaló la vista más hermosa, una que su mente recordaba demasiado bien.

Eugenia alzó la vista y sus ojos se encontraron. Puedo ver como Gastón apretaba sus labios y una ligera sonrisa intentó asomar a su labios. Pero entonces lo vio ponerse de pie y de repente tuvo miedo.

En el campo los habían interrumpido, pero allí no se creía capaz de detenerse. Entonces se apresuró a cerrar la puerta del baño.

Gastón que había llegado hasta allí se apoyó en ella y cerró los ojos mientras un suspiro elimina todo el aire de sus pulmones.

Tenía que decidirse, si en verdad quería recuperarla tenía que ser valiente, debía controlarse, pensar lo que quería decirle, lo que quería pedirle, lo que estaba dispuesto a ofrecerle. Si quería tener una oportunidad, esta vez, debía hacer las cosas bien.

Por eso, cuando ella salió del baño, él ya no estaba.

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