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Dolores había acaparado la atención no sólo de Eugenia y Gastón. Tenía una forma tan divertida de contar sus anécdotas que una vez que los productores de ambos se habían sumado a la mesa, todo se había vuelto risas y carcajadas

-Pero sí, les digo que estos dos revolucionaron toda la facultad. Imaginense a los archienemigos de los debates, la presidenta del peridodico y el jefe del centro de estudiantes. Él era un arrogante que se creía el dueño del lugar.- dijo Dolores en tono alto señalando a Gastón sin disimulo. luego de varias cervezas.

-Hey!.. Nunca fui arrogante.- respondió Gastón sin dejar de mirar a Eugenia ni un segundo.

-Ven, es como yo digo, ni siquiera lo acepta.- dijo Dolores y todos estallaron en más risas.

-Ni siquiera nos mirabas, ¿o no Euge?, pasaba por el medio del pasillo entre los bancos y siempre se sentaba en el último. Tenía ese halo de enigma que nadie podía atravesar.- agregó Dolores y entonces él hizo girar su vaso de cerveza, mientras apretaba sus labios y miraba a Eugenia una vez más.

-Llevabas la pollera verde que parecía de colegio, una remera negra con un nudo en la cintura y tus zapatillas Converse violetas que aún parecían nuevas.- dijo haciendo que todos se quedaran en silencio.

-Le preguntaste al profesor Grahm si el pensamiento político de Locke no había sido extremo al plantear la idea de la tabula Rasa.- agregó haciendo que los ojos de Eugenia se volvieran vidriosos y un silencio extraño silenciara la mesa por unos minutos.

-Si los liberales gobernaran el mundo andariamos todos sin un centavo.- dijo Dolores para romper el silencio y en seguida una nueva discusión entre liberales y marxistas destruyó aquel silencio demoledor.

Ignacio comenzó a debatir acerca de ideas políticas con Dolores, Lorenzo y Sebatsián no tardaron en esgrimir sus argumentos en alto volumen. Entonces Eugenia se levantó de la mesa y decidió salir del restaurante para evitar que las lágrimas la delataran. Saber que Gastón recordaba lo que llevaba puesto aquel primer día en el que ella había pensado que ni siquiera la registraba había sido demasiado, los recuerdos dolían demasiado y su corazón comenzaba a reclamarle.

-¿Por qué te fuiste?- la voz de Gastón la obligó a detenerse y cuando giró sus ojos mojados se clavaron justamente en su pecho.

-¿Por qué lloras?- se apresuró a preguntarle mientras se acercaba más y tomaba sus manos.

-¿Qué es lo que queres? No te alcanzó con romperme el corazón que ahora volves haciéndote el considerado, el que recuerda todo, el que no ha hecho nada malo. ¿Por qué no volves con tu esposa? ¿Acaso ella sabe que te vestís de periodista canchero y andas besando mujeres por ahí...?- le gritó sin poder contener las lágrimas que brotaban de sus ojos.

Gastón la observaba anonadado, nunca creyó que el sentimiento fuera tan perdurable, sentía que esa conversación debería haber ocurrido hacía 14 años y sin embargo no pudo evitar que la urgencia lo asaltara.

-No tengo esposa y no ando besando mujeres por ahí. Solo a vos, porque si me acuerdo de lo que llevabas puesto la primera vez que te vi es porque nunca pude sacarte de mi mente. Mauge..- dijo pero ella no lo dejó continuar se abalanzó sobre sus labios para apoderarse de ellos con la devoción que solo él lograba despertar.

Las lágrimas saladas se colaron entre sus bocas y él ya no quiso más que abrazarla.

-¿Esto está bien?- dijo con súplica cuando sus bocas se dieron un respiro y antes de que ella  pudiera decir algo más cruzó su dedo sobre los labios.

-No hablemos más.- pidió con verdadero deseo y, doblegada, ella aceptó temerosa.

Entonces él la tomó de la mano para sacarla de allí. La quería sólo para él, la necesitaba con desesperación. La deseaba con cada centímetro de su cuerpo y si esa era su última oportunidad estaba dispuesto a tomarla sin importar las consecuencias.

Preguntame lo que quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora