Si alguien le hubiera dicho que se podía pasar del paraíso que ofrecía la inocencia del primer amor a la tortura absoluta que cargaba el peso del peor de los secretos, Ingrid no lo hubiera creído y sin embargo allí mismo estaba ella.Había dejado pasar dos largas semanas luego del episodio del camino, había recibido las caricias de su madre pero ningún aliento para enfrentarse a una denuncia. Había comprendido que sería en vano y había escogido el camino del silencio, el doloroso e incisivo silencio que sin saberlo la apagaría poco a poco.
Gael había comenzado a dudar, temía que su ausencia pudiera significar que iba a perderla y por eso había creído que lo mejor para los dos era dejar de ocultarla. Por eso la había invitado a su casa sin confesarle que su padre estaría presente en aquella cena.
Ella había llegado intentando esbozar la sonrisa más convincente que podía y al ver a aquel hombre de manos blanca y delicadas un escalofrío la habían atravesado, pero no fue hasta que el hombre se acercó para besarla en la mejilla que confirmó que aquel aroma tan nauseabundo tenía un dueño.
No se había creído capaz de contener sus lágrimas y por eso se había excusado en necesitar el baño, pero pocos minutos después de ingresar a aquella lujosa estancia con su corazón a punto de salir se su pecho, la puerta se había abierto y esa mirada escalofriante la había señalado desde el espejo.
-Imagino que sabes guardar un secreto, ¿verdad?- le había dicho colocando sus manos huesudas sobre sus caderas sin el mínimo cuidado.
Ingrid no había logrado reaccionar, ese efecto del pánico se instalaría en ella para absorber las pocas esperanzas que pudieran quedar en su joven cuerpo.
Asustada por poder ser descubierta había intentado salir, pero aquel monstruo no había dudado en volver a atacar.
Sin ser capaz de volver a mirar a Gael, se había ido de la casa corriendo. No pensaba regresar, no si aquel monstruo seguía allí. Sin embargo él había logrado encontrarla y usarla a su antojo. .
Había intentado volver a ver a Gael en dos oportunidades, en las que se había asegurado que estaría solo, pero cuando él había intentado tocarla, todo su cuerpo había reaccionado como si aquello quemara.
Sin poder explicarle el motivo de su nueva forma de comportarse frente a cualquier tipo de contacto, había llorado en silencio. Gael había interpretado que había dejado de quererlo y eso dolía tanto que ni siquiera había intentado insistir.
Se habían alejado, marcando una cicatriz demasiado dolorosa en sus corazones. Habían sufrido en silencio, habían buscado justificaciones, explicaciones y razones que nunca eran suficientes.
Entonces él le había escrito.
Había releído todas su cartas y sentía que aún tenía una oportunidad de recuperarla.
.
.
Querida Ingrid:
Escribo estas líneas con mis manos temblorosas y mi letra ilegible porque no creo que todo esté perdido entre los dos. No creo que lo que siento al recordar nuestros días juntos sea producto de mi imaginación. Estoy seguro de que lo nuestro es amor. No sé qué te llevó a alejarte, mucho menos porque lloraste la última vez que estuvimos juntos pero quiero asegurarte que te sigo amando y que podes confiar en mí para contarme lo que sea que te pone tan triste. No te pido que vuelvas conmigo si no me amas, pero si aún queda algo de amor en tu corazón necesito que sepas que aqui estoy.
.
Tuyo para siempre
Gael.
.
Ingrid había leído la carta cien veces, incluso había gastado los dobleces de tanto abrirla y cerrarla. La ironía del destino había hecho que llegara a sus manos el mismo día que se había enterado que llevaba un hijo en su vientre, uno de la única persona que odiaba en el mundo.
No podía creer lo que le estaba pasando, no estaba dispuesta a repetir la historia de su madre, ella se sentía más fuerte y al menos había tenido la fortuna de conocer el amor verdadero. Ese que había crecido como una flor que espera la primavera para abrirse con todo su esplendor y brillar presumida por sentirse la más hermosa del mundo. Así la había hecho sentir Gael cada día. La había esperado, la había respetado, la había llevado al cielo ida y vuelta miles de veces. Sus palabras parecían contar con un boleto directo a su corazón, sus caricias tenían la habilidad de transformarse de las más dulces a las más provocativas, sus besos eran adictivos y sus ojos perfectos.
Ya no tenía dudas de que él lo merecía todo de ella y por eso era tan difícil lo que tenía para contarle.
Había pasado largas horas llorando intentado tomar la decisión correcta y con la noche instalada, mientras su madre dormía en su cama había recorrido ese camino que albergaba demasiados recuerdos, buenos y horribles, para intentar hacer lo correcto.
Llegó a la casa y se sentó en la galería. Quería contarle todo, quería que si la aceptaba de nuevo fuera con la verdad, sabía que pronto llegaría y los nervios la hicieron temblar mientras las lágrimas comenzaban a caer de sus ojos oscuros.
La suerte estaba echada. Ya no había nada que pudiera hacer. Gael iba a enterarse y no estaba dispuesta a mentirle. Debería haber sido más fuerte, debería haberse resistido la primera vez. ¿Cómo lo había dejado llegar tan lejos? Ahora sólo quedaba enfrentar su destino, si iba a dejarla, tenía toda la razón. No había hablado cuando debería haber gritado y ahora pagaba las consecuencias.
Volvió a secar sus lágrimas con el dorso tembloroso de sus manos sudorosas y su nariz sonó intrépida intentando contener el llanto. Había visto las luces de su auto a lo lejos y sabía que pronto cruzaría la puerta. Ya no quería seguir esperando, sus sospechas estaban confirmadas. Era momento de contarle la verdad, aunque eso significaba perder a la única persona que había amado en su corta vida.
Oyó la puerta del auto abrirse y su corazón parecía latir con más fuerza. Llevaba los labios apretados y sus brazos sobre el vientre.
Estaba dispuesta a confesarlo todo, pero... no a él

ESTÁS LEYENDO
Preguntame lo que quieras
RomanceMaría Eugenia es una periodista en ascenso. Ha postergado todo en su vida para llegar a dónde quiere, por eso no duda en embarcarse en la cobertura del que promete, será el juicio del año en las afueras de la provincia de Buenos Aires. Lo que ella n...