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Luego de aquel encuentro de varios asaltos ambos habían decidido ir sin prisa. No querian contarle a nadie que habían decidido intentarlo, lo que condimentaba sus escapadas a escondidas para agregarles adrenalina y hacerlas aún más placenteras.

Se miraban a escondidas, se acariciaban debajo de las mesas de café y  prácticamente corrían luego de cada cena para escabullirse en alguna de sus habitación y volver a gozar de sus cuerpos intentando apagar la incertidumbre del futuro.

Esa tarde habían logrado convencer a Ana Clara y ella les había conseguido una entrevista con María, la mamá de Ingrid.

Caminaron juntos hasta aquella casa alejada del resto del pueblo y golpearon sus manos para indicar que había llegado. La mujer salió luego de unos minutos. Caminaba despacio arrastrando los pies, llevaba las mejillas arrugadas y los ojos tristes, se limpiaba las manos con un trozo de tela y sin mirarlos les indicó que pasaran.

Eugenia aún no le había revelado aquel nombre a nadie, necesitaba confirmar que Juan había dicho la verdad antes de hacerlo y por eso quería conversar con aquella mujer que sin dudas experimentaba un gran dolor.

-Muchas gracias por recibirnos, María, se que debe ser muy doloroso para usted volver hablar de aquella noche.- le dijo Eugenia tomando asiento en una silla despintada de aquella casa pequeña.

-¿Quieren un mate?- le preguntó María sin querer mencionar su dolor y ambos aceptaron, compartir aquella infusión solía darle confianza a las personas del campo y estaban dispuestos a intentar que les dijera la verdad.

-No es sólo esa noche lo que duele.- dijo la mujer luego de entregarle el primer mate a Gastón.

Ambos se miraron expectantes y ella continuó.

-Mi pequeña llevaba sufriendo mucho tiempo antes.- les dijo sorbiendo su nariz mientras las lágrimas comenzaban a correr.

-Fue como si mi propia historia se repitiera, demasiado duro para una mujer tan cobarde como yo. Debí hablar, debí defenderla, pero era todo tan igual que volví a paralizarme.- les dijo con sus dedos entrecruzados sobre aquel mantel de cuadros descoloridos.

-¿Se refiere al padre de Ingrid?- le preguntó Eugenia aceptando el mate que le tocaba en la ronda de los tres.

María sintió con su cabeza.

-Acá en el campo muchas cosas se saben pero no se dicen. Y hombres como ese continúan con sus atrocidades por contar con el poder de dejar sin ingresos a toda una familia o de lograr que nadie más vuelva a contratarlos.- explicó con su voz algo más baja.

-¿La familia Lavalle?- preguntó Gastón comenzando a entender.

-Lavalle, Guillen, Alzaga, no importa el apellido y no son todos los miembros de la familia. El chiquito Gael era un amor con mi Ingrid.- les dijo sonando su nariz a causa de su llanto.

-¿Hector?- dijo Eugenia y entonces Gastón la miró sin comprenderla.

María asintió con su cabeza.

-Ese hombre había atacado a mi chiquita fuera de la casa y cuando ella lo reconoció semanas más tarde, ya no tuvo necesidad de hacerlo en el camino. La sometía en esa casa que no quiero volver a visitar nunca más y yo... yo no supe cómo detenerlo.- dijo quebrada en llanto.

-La amenazaba con contarle a Gael, con despedirme, le decía atrocidades, la aterraba. ..Hasta había comenzado a alejarse de Gael, casi no lo visitaba hasta que él le envió esto.- dijo la mujer levantándose para buscar en un cajón una nota que les entregó con su mano agrietada.

Gastón la leyó y reconoció la letra recordando la que Juan les había mostrado.

-Entonces ella decidió intentarlo. Era mucho más valiente que yo.- dijo para volver a romper en un llanto desconsolado.

Eugenia colocó su mano sobre su cabeza para acariciarla mientras miraba a Gastón con pena. Era una historia terrible y no sabían cómo comenzar a probarla.

-Pero no regresó nunca más. No sé qué pasó allí, pero estoy segura de que Don Vittorio no fue. Él la cuidaba como lo había hecho conmigo cuando el señor Guillen...- dijo sin poder completar la frase.

-¿Por qué no declara lo que sabe? - le preguntó Gastón y ella comenzó a negar con su cabeza.

-Sería en vano. Ese hombre tiene mucho dinero, compra el silencio y si no puede hacerlo es capaz de silenciar a cualquiera que necesite un trabajo en este pueblo.- les dijo con resignación.

-A nosotros no nos puede silenciar. Le prometo que vamos a llevar a ese monstruo ante la justicia para que pague por todo el daño que causó.- dijo Eugenia recuperando esa adrenalina que su profesión había logrado darle en el pasado.

-Ese hombre se tiene todo merecido. La señora Manuela estuvo muy bien en hacerle lo que le hizo.- agregó la mujer llamando la atención de los dos.

-¿A que se refiere?- se animó a preguntar Eugenia.

-La señora Manuela se tuvo que ir porque Gael no es hijo de Hector y ella se encargó de hacérselo saber. Si hasta lo vi llorar a esa basura.- les dijo y ambos entendieron que cada vez contaban con más herramientas para intentar hacer justicia.

-Debería declarar señora María. Si logramos meterlo preso no va a poder amenazar a nadie más.- le explicó Gastón buscando la forma de atrapar a ese hombre que comenzaba a odiar.

-Sos muy jovencito y todavía crees en cuentos de hadas, querido. Eso nunca va a pasar.- le respondió Maria secando definitivamente sus ojos.

-Bueno gracias por lo de jovencito, no crea que tanto, pero si perseguir la verdad es creer en cuentos de hadas, entonces si lo hago. Y esta mujer a mi lado, aparte de ser muy hermosa, es capaz de conseguir todo lo que se propone así que puede confiar en que vamos a ir hasta las últimas consecuencias- le dijo Gastón mirando a Eugenia con un brillo especial en sus ojos.

Aún no habían tomado ninguna decisión a largo plazo, pero al menos creía contar con sus ganas de volver a creer en ellos y eso se sentía tan bien, como sus besos y caricias.

No tenía dudas de que lo único que deseaba en ese momento, era demostrarle que aún la seguía amando

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