-¡Esto no va a funcionar!- dijo Eugenia con fastidio mientras caminaba en círculos por aquella habitación.-¿Desde cuando sos tan pesimista?- le preguntó Gastón sentado sobre la cama mientras se ponía sus zapatillas de moda.
-Cuando hago algo que no planeé yo, suelo serlo..- le respondió con más arrogancia de la que hubiera querido.
Gastón se levantó de la cama y se ubicó detrás de ella para enfrentar su mirada en el enorme espejo que colgaba de una de las paredes.
-Podes confiar en mí.- le dijo colocando sus manos sobre su cabello claro para cubrirlo con una cofia de puntilla barata.
-Además no te queda nada mal el uniforme.- agregó divertido justo cuando ella lo empujaba mientras ponía los ojos blanco pero no podía disimular la sonrisa.
Gastón había reservado una habitación en el mismo hotel en el que se hospedaba Gael. Era un hotel de categoría alejado de la ciudad que se encontraba prácticamente vacío. También se había acercado a una de las empleadas de limpieza para encantarla con sus palabras y sonrisa compradora y había conseguido dos uniformes de sus tallas.
Ahora estaban los dos vestidos como camareros en aquella lujosa habitación en la que intentaban que su imaginación no los sacará del foco de la misión que se habían propuesto.
Gastón oyó la notificación de su celular y la miró con suspicacia.
-Habitación 208 ¿Vamos?- le dijo clavando sus ojos en sus piernas que debajo de aquel uniforme despertaban ideas que hacían reaccionar a su cuerpo de manera indiscreta.
Eugenia asistió y luego de un largo suspiro abrió la puerta.
Avanzaron hasta los ascensores bajando la vista para no llamar la atención de las cámaras y subieron dos pisos hasta el pasillo de la habitación en cuestión. Gastón dio unos golpes fuertes y una voz masculina se oyó distante.
-¿Quién es?- preguntó.
-Servicio al cuarto.- respondió Eugenia con sus labios apretados y sus ojos deseando sonar convincente.
-No pedí nada.- respondieron del otro lado.
Eugenia miró a Gastón y finalmente respondió.
-Es cortesía del hotel. - dijo con más convicción.
Unos segundos de silencio parecieron tirar por la borda todo el plan, pero entonces la puerta se abrió y los ojos de Eugenia se cruzaron con los de aquel muchacho que había visto en las fotografías, solo que su aspecto era completamente diferente. Llevaba los hombros caídos y la mirada triste, su rostro estaba arrugado aunque ni siquiera llegaba a los 25 años. Bajando la vista con rapidez, abrió la puerta y caminó de nuevo hacia el interior. Ni siquiera parecía interesado en lo que le ofrecían.
-Dejenlo por ahí. Gracias.- dijo mientras tomaba su billetera de la mesa para sacar unos billetes.
Gastón y Eugenia se apresuraron a entrar y cerraron la puerta detrás de ellos.
-¿Gael?- dijo Eugenia con un tono más bajo y entonces él sí giró temeroso.
-No queremos molestarte sólo hacerte unas preguntas.- se apresuró a agregar ella cuando vio que el joven negaba con la cabeza y se acercaba a la puerta.
-¿Quienes son? ¿Qué hacen acá? Voy a denunciarlos.- dijo en un tono más alto pero aún carente de emoción.
-Dos minutos, sabemos que amabas a Ingrid.- dijo Eugenia interponiéndose entre él y la puerta para quitarse aquella ridícula cofia y buscar su mirada.

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Preguntame lo que quieras
RomansaMaría Eugenia es una periodista en ascenso. Ha postergado todo en su vida para llegar a dónde quiere, por eso no duda en embarcarse en la cobertura del que promete, será el juicio del año en las afueras de la provincia de Buenos Aires. Lo que ella n...