Las sirenas anunciaron su llegada desde kilómetros, el viento traía el sonido agudo que se mezclaba con el del llanto de Eugenia que no podía dejar de acariciar el cabello empapado de Gastón sobre su regazo.El cuerpo de Juan temblaba hecho un bollo sin lograr levantarse. El sonido de tantas detonaciones había terminado de aflorar el pavor absoluto para dejarlo sin capacidad de reaccionar. Solo lloraba y abrazaba sus propias piernas sin atreverse a observar la escena que había quedado en aquel jardín en el que los regadores continuaban vertiendo su agua como si se tratara de la misma casa llorando una triste pérdida una vez más.
Hector intentaba moverse pero el cuerpo de quien se había creído su hijo lo aplastaba con una fuerza descomunal.
Gael yacía sin vida son los ojos aún abiertos y sus brazos a los lados de Hector obstruyendo cualquier intento de aquel hombre por moverse.
Eugenia oía onomatopeyas que le indicaban que algo le dolía pero sólo tenía ojos para el hombre que amaba.
En el momento en el que la primera bala había sido despedida, Gastón se había colocado entre Héctor y Eugenia, tomándola entre sus brazos para tirarla al suelo y oficiar de escudo humano frente a la segunda bala que se atrevió a alcanzarlo, atravesando su hombro sin reparos.
Gael, con el tercer disparo alojado en su pecho, había dado un último paso para finalmente abatir a aquel monstruo que había considerado un padre durante tantos años.
Con la imagen de aquel abrazo que a la distancia se volvía tan falso como destructivo no había dudado en derribarlo. ¿Cómo había llorado en el hombro del responsable de su pena? ¿Cómo su madre nunca le había confesado la verdad? ¿Cómo había dejado que su Ingrid sufriera en silencio los arrebatos de un hombre que ahora desconocía? Habían sido pocos segundos, pero toda su infancia, su adolescencia y su breve historia de amor se habían proyectado como puñales comenzando a desparramar el dolor de aquel impacto desde su pecho a través de cada fibra de su cuerpo apagándolas lentamente.
Con el cuerpo del agresor contenido bajo su propio cuerpo giró su cabeza y una sombra se pintó sobre el camino que llevaba al lago.
Creyó verla.
Sonreía y lo invitaba con su mano a seguirlo. Caminaba casi bailando, su cabello oscuro se movía con cada salto y sus ojos habían perdido cualquier rastro de temor. Era como si hubiera regresado a aquel primer día en el que su mejor amiga de la infancia se había convertido en una joven tan atractiva que con solo mirarla lograba que unas ganas imperiosas de sonreír lo alcanzaran. Y con aquella imagen tatuada en su retina el dolor había desaparecido para darle lugar a la esperanza de que un amor como el que habían vivido aún podía tener un final feliz.
-Mau.. Mauge.- dijo Gastón abriendo sus ojos con dificultad a causa del agua que caía incesante sobre su cara.
-Shh.. Tranquilo, todo va a estar bien.- le respondió Eugenia sin poder dejar de llorar con sus manos presionando con todas sus fuerzas la zona de su hombro por la que la sangre continuaba saliendo.
-Necesito que sepas que yo no fui, yo nunca te haría algo así.- le dijo alzando su brazo para correr su cabello e intentar ver sus preciosos ojos.
-Lo sé, lo sé, pero ahora no hables, no gastes tus energías. Ya escucho las sirenas.- le dijo sin perder atención en su labor.
-Mauge te amo, nunca dejé de hacerlo y haberme ido fue la peor decisión que tomé en mi vida. Necesito que sepas que, aunque este pueda ser el final, el haberte tenido a mi lado fue lo más importante, hermoso y feliz que me pasó.- le dijo con la mayor firmeza que pudo.
Eugenia sonrió mientras las lágrimas de temor se mezclaban con las de emoción.
-¿Qué decís, Gasti? Esto no es el final de nada. Todavía me falta demostrarte cuánto te sigo amando. Me falta contarte cuántas noches pasé pensando en vos, cuantas veces quise sacarme un pasaje a Irak, cuantas veces pensé en escribirte, en esperarte a la salida de tu trabajo, en gritarte que nada era lo mismo sin vos. Aún falta mucho más de nosotros.- le dijo inclinándose para besar sus labios empapados.
-Te juro que escucharte decirme esto hace que todo valga la pena.- le respondió cerrando sus ojos para tragar el dolor que su cuerpo reclamaba.
-¡Hey, hey, mi amor! Nosotros no nos damos por vencidos, ¿Soportarse una guerra y ahora vas a irte? ¡Nos queda tanto! Nos falta recuperar los años perdidos, nos falta amarnos como solo nosotros sabemos hacerlo. Nos falta construir sueños juntos, complementar nuestras vidas, discutir y reconciliarnos, nos falta mucho, mucho sexo.- le dijo y al verlo sonreir, sonrió también.
-Vamos mi amor, vamos a dejarnos de recuerdos para crear nuevos momentos juntos.- le pidió mientras sus lágrimas volvían a caer incansables por sus mejillas.
-Acá estoy mi amor, acá estoy para siempre.- le respondió él mientras un agotamiento extremo lo llevaba a relajar su cuerpo al mismo tiempo que el agua dejaba de caer.
Eugenia alzó su vista por segundo. Era curiosa la forma en la que la vida intentaba hacer justicia. El único hombre inocente de aquella estancia había pagado con su vida la morbosidad de un hombre despiadado carente de alma, uno que había comenzado a gritar en busca de una clemencia que no llegaría en el corto plazo y el otro joven, uno que había respetado a la mujer que amaba, que había obedecido una orden macabra por temor, parecía preso de sus propias culpas. Se movía de adelante a atrás con la mirada perdida sin rumbo, como si el dolor fuera tan avasallante que no dejara lugar para continuar viviendo en el mundo real con él.
Y su amor, su primer y único amor, había intentado dar su propia vida por ella, confirmándole lo que siempre había sentido: Que su amor no tenía límites. Y dispuesta a luchar por la felicidad presionó con una mano mientras alzaba la otra para hacerle señas a la ambulancia que finalmente, se había dignado a aparecer como una gota de bálsamo en medio de la tragedia.

ESTÁS LEYENDO
Preguntame lo que quieras
RomantikMaría Eugenia es una periodista en ascenso. Ha postergado todo en su vida para llegar a dónde quiere, por eso no duda en embarcarse en la cobertura del que promete, será el juicio del año en las afueras de la provincia de Buenos Aires. Lo que ella n...