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-Muchas gracias por acompañarme, estas fueron las últimas novedades desde el lugar del juicio del año y te las contamos en este noticiero hecho especialmente para vos.- dijo Eugenia con una sonrisa perfecta hasta que por la luz de la cámara se apagó y relajó todo su rostro al mismo tiempo que eliminaba el aire de sus pulmones.

La noche anterior habían discutido decenas de hipótesis en la mesa de aquel restaurante e incluso, aunque algunas sonaban descabelladas, casi todas concluían que Don Vittorio no parecía tener el perfil de alguien que comete un crimen.

Había escuchado las palabras de Gastón intentando no perderse en la vista que cada día encontraba más hermosa. Le había contado lo que sabía y lo que sospechaba y cada palabra los había llevado a relajarse un poco más, para pronto volver a sentirse como si regresaran a su departamento universitario e intentaran desmembrar una noticia.

Habían intercambiado sus miradas demasiadas veces, siempre intentando disimular que se hubieran quedado así toda la vida. Habían oído a los más jóvenes con un entusiasmo que ambos creían perdido, intentando contagiar a sus cansados músculos para querer volver a intentarlo.

Habían estado hasta casi la madrugada y aun así no habían encontrado ninguna punta de ovillo de la cual tirar, lo cual había convertido toda esa conversación en algo inútil.

Agotada, desencantada y algo molesta había hecho su primera transmisión desde el frente del tribunal. Llevaba un traje entallado en color verde oscuro y sus zapatos de tacón, aunque ni siquiera salían en la cámara.

Aún no lo había visto a Gastón y comenzaba a sospechar que eso la incomodaba más de lo que la aliviaba.

Cuando Sebastián le devolvió su teléfono vio que como había ocurrido luego de su exabrupto las notificaciones de sus redes se multiplicaban, las había silenciado pero ver aquel círculo rojo la perturbaba un poco. Repasó la lista y a groso modo pudo ver bastantes exclamaciones de aprobación, algunos que criticaban su traje, otros que  decían que nunca llegaría a la verdad, pero en líneas generales continuaban expresando su apoyo.

Habían anunciado la llegada del imputado a las 9 de la mañana y aún no parecía haber rastros de que aquello ocurriera. Acostumbrada a las largas horas de espera que suponía ser notera se apoyó en una de las puertas de la camioneta y se sentó sobre el capot para aliviar la incomodidad de los tacos. Sus largas y delgadas piernas contrastaba con la pintura desgastada del vehículo pero ofrecían un vista que Gastón no quiso perderse.

-Te traje el desayuno.- le dijo luego de los largos minutos que se había tomado para observarla y entregándole una bolsa de maíz inflado logró sorprenderla.

Eugenia alzó su vista, aunque sabía perfectamente quién era el que le hablaba.

-Ya no desayuno eso.- le mintió, sin querer agrandar su ego, pero que recordara esos detalles en el fondo le gustaban demasiado.

-¿No hay novedades de Don Vittorio?- le preguntó el sin querer entrar en una discusión desde tan temprano.

-Nada. Se suponía que llegaba a las nueve, pero ya ves son las 9 y media y no hay movimientos.- le respondió ella observando como Gastón abría la bolsa y se colocaba un puñado de maíz en su boca, mucho más tentadora de lo que hubiese deseado.

-Estamos en un pueblo, los tiempos son otros.- respondió él acomodándose a su lado con confianza.

-No deberían, los tiempos de los tribunales deberían ser los mismos en todo el país.- le dijo ella sin poder dejar de mirar cómo continuaba comiendo aquello que ella se moría por probar.

-Siempre tan intransigente. Relájate, ya va a llegar.- respondió colocando sus manos sobre sus brazos para acariciarlos como si quisiera quitarle un peso de encima, pero en verdad provocándole demasiadas sensaciones.

-Me ganaste de mano.- se oyó a unos metros en la voz de Sebastián quien se acercaba con la misma bolsa de maíz que Gastón sostenía en su mano.

Eugenia cerró sus ojos con arrepentimiento, mientras Gastón no podía evitar sonreir. Estaba seguro de que le había mentido, pero confirmarlo de ese modo le daba un sabor especial. Le importaba. Si continuaba esmerandose en alejarlo era porque no todo estaba perdido, pensó con algo de esperanza.

-Dicen que pospusieron la audiencia para mañana, al parecer la cámara va a aceptar un juicio por jurados.- les explicó Sebastián ajeno a la tensión que había entre los dos.

Eugenia se apresuró a bajar del vehículo y Gaston la imitó.

-Entonces puedo seguir investigando, voy a ponerme algo más cómodo, si sabes de algo más avisame, pero no creo que valga la pena quedarnos acá. - dijo sacudiendo aquel traje supuestamente costoso, pero demasiado incómodo.

-Dale, voy a tomar algo con los chicos y ver si averiguamos algo por el pueblo.- le informó Sebastián señalando a los productores de Gastón que se acercaban caminando.

-Barbaro, nos vemos a la tarde para la salida en el noticiero.- le respondió ella comenzando a caminar en dirección al hotel sin siquiera despedirse de Gastón, se sentía algo avergonzada por haberle mentido acerca del maíz. Ya no era una adolescente, ¿qué estaba haciendo? pensó con fastidio.

Llevaba casi media cuadra cuando Gastón se le acercó casi corriendo. Ni bien la tuvo al lado estiró su mano con lo que parecía una servilleta.

-¿Qué se supone que es eso?- le preguntó Eugenia sin detener su paso.

Gastón dio vuelta su mano y giró la servilleta enseñándole un número anotado con lapicera.

Eugenia lo leyó y volvió a mirarlo desconcertada.

-Todavía no entiendo- le respondió deteniéndose por fin.

-Es la punta del ovillo.- le dijo con su mirada iluminada, tan eclipsante que ella sintió como  volvía a caer en un deseo que no estaba dispuesta  a aceptar.

-No tengo tiempo de juegos, ¿qué se supone que es eso?- le preguntó fingiendo que no tenía curiosidad.

Gastón la miró sin hablar, llevaba sus labios fruncidos y gesto de irónica indignación.

-Lo dice quien no es capaz de aceptar una simple bolsa de maíz.- le dijo logrando que Eugenia abriera sus ojos y sus mejillas amenazaron con enrojecerse.

-Es que, yo.. No..- comenzó a responder pero él no la dejó.

Colocó su dedo índice sobre sus labios y su gesto viró hacia el de satisfacción.

-No digas nada, me gusta saber que te sigo conociendo.- le dijo y disfrutando del contacto de su labios demoró el movimiento para liberarlos.

-Vamos, confiá en mí.- agregó para luego comenzar a caminar conteniendo las ganas de volver a tocarla, con la imperiosa necesidad de que aceptara seguir sus pasos.

Preguntame lo que quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora