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El viaje hasta la estancia de la familia Lavalle había transcurrido en silencio. Eugenia había fingido chequear sus notas y Gastón se había enfocado en tener la vista en su teléfono. Cada vez le resultaba más difícil contener la ganas de volver a hablar del pasado con Eugenia. Necesitaba saber dónde estaban, que sabía de él, que pensaba de él. Incluso había comenzado a creer que a lo mejor no estaba sola. Había conversado con Dolores en algunas ocasiones y había sido sutil al preguntarle, pero ella se había mostrado abierta a contarle el presente de Eugenia y nunca había mencionado a nadie en especial.

Gaston sabía que una mujer tan hermosa y exitosa como ella tendría varios pretendientes, él mismo no podía quejarse. Sin embargo llevaba demasiados años sintiéndose perdido, como si esa necesidad de libertad que lo había llevado a alejarse en la juventud regresará para golpearlo directamente en la cara. ¿Qué habían hecho? Todo el camino recorrido en los últimos 14 años parecía perder sentido cuando la tenía al lado y ni siquiera podía hablar con ella .

-Es acá. Pero lleva abandonada varios meses. La familia no quiso regresar después del crimen y el capataz quedó detenido así que no había nadie que pudiera hacerse cargo.- les explicó el conductor luego de estacionar frente a una tranquera algo despintada.

-Muchas gracias, solo vamos a tomar unas fotos. ¿Podemos llamarlo para que nos vuelva a buscar más tarde?- le preguntó Eugenia con esa sonrisa brillante que le sentaba de maravilla.

El hombre suspiró con fastidio y ella miró a Gastón sin terminar de comprenderlo.

-Será antes del horario de la siesta, lo prometemos.- dijo él y el conductor por fin aceptó. Al fin y al cabo estaban en un pueblo y los horarios allí eran sagrados.

Eugenia puso los ojos en blanco y suspiró ocultando la sonrisa involuntaria que amenazaba con llegar a sus labios. Gastón siempre parecía tener las palabras justas, era seductor por naturaleza y el conocerlo tanto le molestaba.

Sin querer mencionar el tema comenzó a estudiar aquella entrada, parecía haber una especie de alambrado bajo a los lados de la tranquera cerrada. Intentó ver algo del campo, pero el camino hacía una curva que obstaculizaba la visión. Solo se veían pastos altos y árboles enormes.

-Creo que vinimos en vano.- dijo resignada por fin animandose a mirarlo a los ojos.

Gastón apretó los labios y algo parecido a una sonrisa iluminó su rostro.

-¿Desde cuándo te dejas vencer tan fácil?- le dijo acercándose al cerco para tocar el alambre y comprobar que no tenía púas.

-Es propiedad privada, no creo que debamos...- respondió ella sabiendo muy bien cuál era su idea.

-Vamos Mauge, el taxista dijo que el lugar  estaba abandonado.- le dijo retándola con la mirada. Sabía que la antigua Eugenia aceptaría el reto y estaba dispuesto a ver cuanto de ella quedaba en ese cuerpo al que parecía no haberle pasado el tiempo.

-No me provoques.- le respondió ella sabiendo muy bien lo que intentaba hacer.

Gastón por fin dejó que su sonrisa se liberara. Quería ser él mismo frente a ella, como había sido en el pasado.

-Yo solo digo, llegamos hasta acá, no veo a nadie, no es tan difícil cruzar.- agregó con exagerada entonación.

Ella cerró sus ojos y luego de unos segundos de silencio se aventuró a comenzar a trepar el alambrado.

-Esperá Mauge..- quiso decirle pero ella no lo oyó, levantó sus largas piernas y los shorts de jean que llevaba colaboraron para que lograra pasar el primer alambre.

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