Capítulo 31 El accidente

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El viaje en el auto era normal y común como todos los otros, a diferencia del frío que estaba en cada rincón del lugar. De vez en cuando veía el perfil de mi madre y cuando lo notaba, solo me ofrecía una sonrisa y su mirada volvía al camino.

Veía las notificaciones en mi teléfono, pero solo me concentraba en las relacionadas con mis ilustraciones. Viajar en auto era algo relajante para mi, sentir el asiento amoldarse a mi cuerpo, la relajación que provoca y la distracción mental que genera.

—¿Cómo has estado? Escuché que te ha ido bien estos últimos días. —Comenta sin quitar su mirada del camino. 

—Eh…, sí —dejé mi teléfono por un momento— creo que subí mis calificaciones, pero solo un poco.

—Es mejor algo que nada. Pero ya es hora de que subas tu promedio.

Miré a través del cristal tratado de evitar el tema y me perdí en las edificaciones que se alzan en la ciudad.

—¿Sabes qué? —Rompió el silencio—, llevo un buen tiempo pensando en volver a mi país; a Venezuela, para conectar con mis raíces de nuevo.

Luego de ver mis gestos siguió con rapidez.

—No es para vivir allí de nuevo; ya tengo un hogar aquí y mi familia está aquí, pero me gustaría volver en algún momento y tal vez recuperar ese trozo de felicidad que ahora solo forma parte de mis recuerdos.

—¿Llevas mucho tiempo pensando en eso?

—Sí —respondió sin siquiera pensarlo—, sin importar la cantidad de años que esté aquí, Venezuela siempre tendrá un lugar en mi corazón y mi mayor anhelo es que algún día puedan conocerla.

—Deberíamos ir en algún momento.

—A pesar de las dificultades por las que pasa el país, sigue siendo un lugar muy hermoso.

Me entristece pensar que uno de sus sueños era que conociéramos sus raíces; las que cosas y lugares que la volvieran la mujer que era, y ahora todo se vuelve agridulce, Venezuela la vio crecer y formó parte de lo que fue, mientras que España le otorgó grandes años y la familia que siempre soñó, pero también fue cómplice en la pérdida de su vida. 

El viaje volvía a ser silencioso y clima creaba nubes tan oscuras que parecían colores extraídos de un trozo de carbón, los truenos comenzaban a sonar en todos los rincones del auto y esto causó pánico en mi por un buen rato.

El momento me hizo pensar en una predicción del clima mal hecha, ya que las nubes bajaron su tonalidad y los sonidos que venían con ella desaparecían a gran escala, aunque a las distancia, a lo lejos, no podías notar el cambio.

El auto seguía su camino y una de las grandes interrogantes que ahora nace, es que no sabía a dónde íbamos, no me preocupé en preguntar y mi madre tampoco lo había aclarado.

Aunque el clima ya había mejorado, los cristales del auto comenzaba a empañarse impidiendo la visibilidad al exterior. El sonido de la música de los parlantes comenzaba a subir mientras que mi madre actuaba con total normalidad.

Pero yo no lograba hacerlo, había algo que me obligaba a mirar a los costados, algo que me quitaba la tranquilidad, no sé lo que era, pero me hacía dudar.

Sin previo aviso comienzan a caer grandes gotas por todo el lugar; dificultando los niveles de seguridad y provocando cierta incomodidad en mi madre.

Habíamos llegando a esa zona en dónde las matices se asemeja a la oscuridad de que trae la noche.

—Mantén la calma. —Dijo mi madre cuando comenzó a perder el control del auto.

Las ganas de llorar comenzaban cuando la tormenta aumentaba su intensidad y las llantas creaban un sonido extraño al ir de un lado al otro en las vías.

El auto se movía con irregularidad y los vidrios del frente no proporcionaban la visión suficiente para ver lo que se acercaba a nosotros, solo podían escucharse los autos pasar a todo velocidad junto al nuestro.

Me aferré de la guantera y mis piernas temblaban gracias a todo lo que pasaba, ajusté mi cinturón de seguridad y comencé a desear de que mi madre lograra manejar esa situación hasta que nos detuvimos del golpe.

—Estamos bien, estamos bien —dijo con falta de aire cuando logró detener el auto y posar su mano en mi hombro.

Creo que ni siquiera tuvimos el tiempo suficiente de pasar el susto cuando una gran cantidad de luz amarilla atravesó los cristales y cayó sobre mi madre.

Siendo embestidos por lo que ahora sé que era un camión de carga; el impacto, causó ese sonido agudo y constante en cada parte de mis oídos mientras que por alguna extraña razón; mi cuerpo chocó con más de una cosa a la vez.

No era conciente de nada de lo que veía, los golpes metálicos estaban, el sonido de la lluvia igual y dolor constante no se iba, pero al fin todo se había detenido mientras que lo único que seguía igual era la tormenta en el exterior, ni siquiera podía mover mis piernas y tampoco parar el dolor en mi pecho. 

Por más que intentaba no podía ver lo suficiente, parecía que la capa borrosa de los vidrios se había transferido a mis ojos; mientras hacia mi mayor esfuerzo para concentrarme, para así volver a la realidad y cuando lo hice, vi de frente a la figura traslúcida de mi madre haciendo la mayor cantidad de presión sobre cuello, gracias a un líquido que salía de allí.

—Te amo... —soltó en un último suspiro ahogado.

•••

Despierto sobresaltado y choco de frente con la oscuridad de la habitación, llevo las manos a mis rostro y hago mi mayor esfuerzo para detener las lágrimas que caen sin parar.

Noah comienza a maullar.

—Ahora no.

Sus maullidos siguen desde el borde de la cama y estos se quedan en rebotando en alguna parte de mi mente.

—Por favor amigo, has silencio.

Se trepa sobre las sábanas y aumenta la cantidad de maullidos que rebotan por las paredes.

—Cállate. —Cubro mis oídos.

Cállate.

Cállate.

Cállate.

Cállate.

Cállate.

Cállate.

En un intento desesperado por entrar en silencio, tomo las sábanas y las agito con fuerza haciendo que Noah choque contra uno de los muebles.

—Mierda, —vuelven ese sentimiento de culpa.

Me levanto con rapidez para tomarlo entre mis brazos y me deslizo sobre una de las paredes.

—Perdóname —Una lágrima cae en mi mano cuando comienzo a frotar su pelaje—. Perdóname...

 Perdóname

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